Apuntes sobre la historia de los afrodescendientes en Argentina

Apuntes sobre la historia de los afrodescendientes en Argentina

Escrito por Gisele Kleidermacher. Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora de CONICET

Poco sabe hoy el gran público de la presencia de afrodescendientes en la
Argentina, país muchas veces conocido como “la París de América”. De su población se dice además que está integrada únicamente por los descendientes de los barcos”, en alusión a la gran migración ultramarina llegada mayoritariamente de Italia y España entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Sin embargo, otros barcos arribaron también a los puertos rioplatenses, trayendo en sus bodegas a gentes oriundas del continente africano. Para entender cómo ocurrió tal cosa, tenemos que hacer un poco de historia.

La Ciudad de Buenos Aires fue fundada en dos ocasiones diferentes. La primera fue en 1536 y la segunda en 1580, ambas en el marco de la colonización española de la región. Los primeros esclavos fueron introducidos en 1534 (1) aunque en muy pequeñas cantidades. Luego siguió un período de mayor intensidad comercial, que se extendió hasta el final del asiento inglés en 1740 (2) . Entre 1700 y 1750, nos cuenta el historiador
Reid Andrews, llegaron unos 14 mil esclavos a Buenos Aires, en donde no había necesidad de tal volumen de mano de obra, razón por la cual fueron despachados al interior del país para su posterior reventa.

Todo esto cambió en 1776, con la fundación del Virreinato del Río de la Plata con Buenos Aires como su capital. Vino entonces un período de licencias y asientos concedidos a comerciantes y compañías particulares, que se prolongó hasta 1791. Se trataba de concesiones que la Corona Española otorgaba principalmente a mercaderes portugueses para introducir determinada cantidad de esclavos por año (3).

Por último, el ciclo de la libertad del tráfico negrero, decretada para el Virreinato del Río de la Plata por la Real cédula de 1792, se considera el tiempo de mayor auge del mismo, el cual se prolongó hasta la abolición de la trata en 1813 (4).

Es difícil determinar exactamente cuántos esclavos ingresaron en esta ciudad durante el período colonial, ya que las estadísticas sugieren que el volumen del comercio legal escasamente podía compararse con el ilegal. A modo de ejemplo, Reid Andrews (1980) afirma que de los 12.778 esclavos ingresados en Buenos Aires desde Brasil entre 1606 y 1625 sólo 288 lo hicieron con permiso real. Otros historiadores añaden además que la población negra era realmente cuantiosa: en el padrón levantado en 1778 constituían casi el 30% de la población, todos ellos traídos al puerto por los tratantes de esclavos desde África. Esta inmigración forzada de africanos se estima en 45.000 individuos. Con su presencia habrían cambiado el perfil de la ciudad entre 1740 y 1810; más aún cuando generalmente estaban además sub-representados en los registros censales y otras fuentes.

Además de su número, otro aspecto a considerar de los africanos y afrodescendientes estriba en su trabajo y en sus condiciones de vida. Los estudios sobre el Buenos Aires colonial (5) lo describen como un lugar donde los esclavos primaron en los trabajos domésticos de la ciudad y, en ocasiones, eran alquilados como artesanos o enviados a la calle a vender diversos productos (empanadas, velas, escobas) y de esta manera generarles un ingreso extra para sus amos. Esto puede deberse a que en la
Argentina no existieron casi plantaciones de tipo intensivo como las del Caribe, basadas en la explotación del trabajo esclavo para el cultivo de azúcar, café, algodón y otros productos y allí en donde las había fue suficiente con la mano de obra proporcionada por los pueblos originarios. Solo en ámbitos rurales había esclavos dedicados a la agricultura, pero ésta era de carácter extensivo.
Uno de los estudios pioneros sobre la población africana en el Virreinato del Río de la Plata ha sido el de Marta Goldberg (1976). A través de sus trabajos, sabemos que cuando los negros bozales llegaban a Buenos Aires, después de ser comprados y bautizados, eran colocados en talleres como aprendices. Si el propietario del esclavo era un artesano, mantenía a éste en su taller, apropiándose en forma directa de su trabajo. Si no lo era, lo alquilaba a fin de percibir sus jornales. Muchos esclavos lograron con el tiempo ahorrar lo necesario para comprar su libertad.

A pesar de que se habla de “una esclavitud benévola”, término contradictorio en sí mismo, también se sabe que a los esclavos negros les fue vetada la práctica de sus religiones ancestrales, estando obligados a practicar el catolicismo. También se les prohibió el toque de tambores, considerado una práctica salvaje. Se les obligó a hablar en español (burlándose de su pronunciación y palabras propias), haciéndoles
avergonzarse de sí mismos por ser vistos como seres inferiores. Étnicamente diferentes a sus amos y de la sociedad en la que se les obligaba a integrarse, su entera existencia giraba alrededor de privación de libertad, la fidelidad al amo y su carencia de identidad ante la ley. Ubicado cultural y socialmente siempre en el nivel inferior de la sociedad, el esclavo era percibido como una cosa o como un bien.
Asimismo, la condición de esclavitud era vitalicia, comprendía a todos los negros sometidos a la trata y era hereditaria, al transmitirse a los descendientes vía materna.
Tal y como señala Goldberg, “si bien el esclavo era considerado una cosa, el
derecho de dominio de su dueño estaba limitado, no podía matarlo, mutilarlo ni herirlo.
El esclavo podía ser objeto de compraventa, donación, arrendamiento, cesión en uso, usufructo, embargo, etc. Tenía derecho a la vida, a la integridad física, al matrimonio y a la adquisición de su libertad” (1976:540).
Ello se debía a que, si bien sus derechos eran muy limitados, no dejaba de ser un actor económico importante para la sociedad en su conjunto, aún cuando se tratara solamente de tareas domésticas en el ámbito urbano. En las provincias su trabajo era todavía más necesario, sobre todo para la producción del principal producto de exportación argentino en ese momento, los cueros de vaca, junto con la agricultura de la cual se alimentaba la ciudad.
A través de diversos estudios puede apreciarse que, hacia finales del siglo XVIII, la población negra de Buenos Aires crecía a un ritmo mayor que el de la población total.
Pasó así del 16,9 % en 1744 al 28,4% en 1788 y a casi un 30% en 1810.

En 1813, como producto de los aires emancipadores que supuso la Revolución de Mayo de 1810, se aprobó la ley de libertad de vientres, según la cual “los niños que nacen en todo el territorio de las Provincias Unidas del Rio de la Plata serán considerados y tenidos por libres” (Goldberg, 1995:545). Pero hay que esperar a la Constitución de 1853, todavía vigente, para que se promulgue la definitiva libertad de todos los esclavos.

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(1) Ver Reid Andrews, George (1989). Los Afroargentinos de Buenos Aires. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.
(2) Ver Guzmán, Florencia (2006). “Africanos en la Argentina. Una reflexión desprevenida”. Andes. Salta. Universidad Nacional de Salta N°17: 197-238.
(3) Ver Frigerio, Alejandro y Lamborguini, Eva (2011). “Los Afroargentinos: Formas de comunalización, creación de identidades colectivas y resistencias culturales y política”. Aportes para el Desarrollo Humano en Argentina. PNUD.

(4) Ver Kleidermacher, Gisele y Mueses, Carlos Ariel (2012). “Negros e indios en el período colonial: tratamiento político de la diversidad en el Virreinato del Rio de la Plata” en Revista Bibliographica Americana -Revista Interdisciplinaria de estudios Coloniale. Nº8. Edición de la Biblioteca Nacional.
(5) Para mayor información ver: Goldberg, M. y Jany de Aspell, L. (1966): “Algunos problemas referentes a la situación del esclavo en el Río de la Plata”. In: Congreso Internacional de Historia de América Latina, IV. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, p. 61-75. Goldberg, M. y Mallo, S. (1994). “La población africana de Buenos Aires y su campaña. Formas de vida y subsistencia (1750-1850)”. Temas de Africa y Asia, 2:15-69, Picotti, D. (comp.). (2001). El negro en la Argentina. Presencia y negación. Buenos Aires, Editores de América Latina.