El Comercio de Larga Distancia en el África Oriental

El Comercio de Larga Distancia en el África Oriental

Escrito por Marcelo Neuman, profesor e investigador de la Universidad Nacional General Sarmiento de Argentina y alumno del Máster Cultura y pensamiento de los pueblos negros.

Durante el siglo XIX, se desarrolló en el África Oriental una voluminosa trata de africanos esclavizados hacia diferentes destinos. A través del Océano Índico, además de esclavos, se exportaba enormes cantidades de marfil y clavo de olor y se importaban principalmente armas, pólvora y bienes suntuarios. Si bien la Trata del Indico fue mucho menor que la Atlántica, sus consecuencias también fueron funestas y ha dejado una terrible huella que todavía podemos observar en la región. Se estima que alrededor de 1840, entre 40.000 y 45.000 esclavos eran vendidos anualmente en Zanzíbar. Los esclavos eran traídos desde el interior mediante caravanas. Una parte de ellos se quedaban en Zanzíbar para ser utilizados como mano de obra en las plantaciones de clavo de olor, mientras que el resto era embarcados hacia al exterior. Los principales destinos internacionales eran: (i) las plantaciones de azúcar francesas en las islas de Reunión y Mauricio, (ii) las plantaciones portuguesas en Brasil, dado que la Trata Atlántica empezaba a disminuir, y (iii) los Estados árabes. La isla de Zanzíbar, ubicada a tan sólo 24 km del continente y cercana a la ciudad de Dar-Es-Salaam, fue el epicentro de este comercio de larga distancia.

Un breve recorrido histórico nos permitirá comprender mejor las particularidades de esta región y cómo se configuró este comercio. El comercio de larga distancia vivió su momento de mayor apogeo durante el siglo XIX, especialmente entre 1830 y 1870, cuando empezó a declinar. Sin embargo, el intercambio de bienes en esta región es muy anterior, pues centurias de comercio había generado estrechos contactos entre las sociedades de la Península Arábiga, Persia, e India y los pueblos bantúes que habitaban esta región. A partir de estos intercambios, en tiempos posteriores se fueron estableciendo en la costa y en las islas asentamientos de árabes y persas, que paulatinamente se fueron mezclando mediante matrimonios mixtos con las comunidades bantúes. De esta mezcla nació una nueva civilización, la suahili. Los suahilis adoptaron formas de gobierno de estilo islámico y prácticas culturales musulmanas, y se estructuraron políticamente en ciudades-estado relativamente independientes entre sí.

Los primeros europeos en llegar a estas costas fueron los portugueses, a fines del siglo XV y comienzos del XVI. Su objetivo inicial era controlar el comercio del Índico y las rutas hacia la India que estaban en manos de los árabes. Pero durante el siglo XVI los portugueses también se dedicaron a conquistar las ciudades-estado suahilis. Los suajilis y los pobladores árabes de la región opusieron una fuerte resistencia la conquista portuguesa, pero finalmente sucumbieron ante la superioridad tecnológica militar y los cruentos métodos aplicados por los lusitanos. De todas formas, el dominio portugués nunca fue del todo estable, pues a la feroz resistencia de suahilis y árabes se le sumarían luego los desafíos esporádicos de los turcos, y más tarde los de Holanda, Inglaterra y Francia. Finalmente, en 1728 con la ayuda de Omán, los portugueses fueron repelidos por los suahilis y los pobladores árabes, y obligados a establecerse al sur del rio Rovuma en el norte del actual Mozambique. Con la expulsión definitiva de los portugueses, las ciudades-estado suahilis recobraron en parte su independencia, dado que debían reconocer al Sultán de Omán como su soberano, lo que en la práctica tenía poca relevancia. Sin embargo, este vasallaje incomodaba a los sultanes de las comunidades suahilis, por lo que en 1746 se declararon totalmente independientes de Omán, aprovechando el derrocamiento de la dinastía gobernante Yarubí por la dinastía Busaidi.

La nueva dinastía Busaidi, liderada por el Sultán Seyyid Said, no iba a dejar pasar este desafío y envió fuerzas para reprimir estas rebeliones, pero doblegar a los suahilis no iba ser tarea sencilla. Hubo largos años de escaramuzas hasta que finalmente, mediante la fuerza, pero sobre todo por medio de la explotación de las rivalidades entre las distintas ciudades suahilis, el Sultán Said logró imponer su autoridad. El objetivo de Said, hombre de gran visión comercial y habilidad diplomática, era construir en su favor un imperio comercial en el Índico con epicentro en Zanzíbar. De esta manera, se proponía revitalizar y expandir el comercio entre el litoral y el interior, y a través del Índico, con los mercados internacionales. Luego de afianzado su poder en Omán, para lo cual contó con la ayuda de los británicos, y aplacada la rebelión suahili en 1837, Said adoptó una serie de decisiones estratégicas dirigidas a alcanzar su objetivo.

Tres fueron las medidas principales tomadas por Said. En primer lugar, fomentó la llegada de financistas indios, llamados banyans, quienes aportarían el capital necesario en el arriesgado y a su vez lucrativo negocio de traer desde el interior marfil y esclavos, y llevar armas y bienes suntuarios. Este sistema financiero expandiría y profesionalizaría el comercio de larga distancia. También delegaría la administración de las aduanas en los indios, quienes pagarían un tributo anual al Sultán. En segundo lugar, atrajo el interés de varias potencias occidentales firmando una serie de tratados comerciales: con Estados Unidos y Gran Bretaña, en 1833 y 1839 respectivamente, y unos años después con Francia y Alemania. A raíz de estos acuerdos, algunos países establecieron consulados en Zanzíbar. Por último, en 1840, tomó la decisión estratégica de mudar la capital desde Mascate, en Omán, a Zanzíbar, consolidando así su presencia y autoridad en la región que se extendía desde Mogadiscio hasta el sur de Tanzania.

Con estas decisiones, Said logró revitalizar y expandir el comercio de larga distancia, el cual adquirió una gran envergadura durante el periodo 1830-1870, generando profundas transformaciones sociales en el vasto territorio del hinterland. Varias de las etnias que habitaban la región participaban de este comercio, y, a medida que el mismo aumentó, otras etnias se sumaron también. Es importante destacar que, previamente al comercio de larga distancia, la esclavización entre etnias no estaba presente en la región, como tampoco el marfil tenía algún valor para ellas.

Además de promover la esclavización entre las distintas etnias, éstas fueron introducidas asimismo en un sistema mercantil ajeno al que estaban
acostumbradas, lo que agudizó la competencia y rivalidad entre ellas. Dentro de esta nueva modalidad mercantil, las caravanas debían pagar tributos cuando pasaban por los territorios controlados por cada pueblo. Fue así cómo se fueron consolidando tres rutas principales: la ruta sur, la central y la del norte. La ruta sur era la principal vía para la exportación de esclavos y era controlada por la etnia Yao; la ruta central, que contaba con los bastiones árabes de Tabora y Ujiji se bifurcaba en tres; y la ruta norte, luego de su primer trayecto, se dividía en otras dos.

También, desde el norte llegaban mercaderes esclavistas árabes, conocidos como karthoumers, y originarios de Sudán, territorio que en esa época dependía de Egipto.

Las principales rutas del comercio de larga distancia. Fuente: elaboración propia.

El comercio a larga distancia provocó un enorme sufrimiento y la miseria de las comunidades locales. Es cierto que, desde una óptica puramente mercantil, algunas etnias se beneficiaron, pero lo hicieron a costas de la desdicha de las demás. Además, este comercio modificó las estructuras políticas tradicionales de las poblaciones, incrementando la violencia entre ellas, pues, si bien había habido enfrentamientos en el pasado, éstos no habían tenido la magnitud de los generados ahora por este tipo de comercio. A esta compleja situación, se le sumó la llegada de los europeos, especialmente británicos, facilitada por los árabes, que conocían el territorio. Y justamente esta intervención europea, llevada a cabo por misioneros, “exploradores”, científicos y comerciantes, iba a sentar las bases para el reparto del territorio por parte de potencias europeas en esta región del continente.