El consumo de khat en el Cuerno de África

El consumo de khat en el Cuerno de África

Escrito por David Mur, Máster en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y Graduado en el Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros

El khat o qat, cathaedulis en latín, es un arbusto de hoja perenne que crece
principalmente en el este de África. Debido a sus propiedades estimulantes, esta planta ha sido usada durante siglos para diversas funciones. Tales propiedades se derivan especialmente de su alto contenido en catina, un compuesto del grupo de los alcaloides que se encuentra presente en la mayoría de las sustancias psicotrópicas, como es el caso de las anfetaminas. La forma más común de consumir el khat es masticándolo, lo que constituye una práctica históricamente arraigada en las comunidades del Cuerno de África y Yemen. Países como Etiopía, Somalia y Yibuti, entre otros, han incorporado el consumo de khat como parte de su identidad nacional y religiosa. Durante el último siglo, el papel de esta planta ha cobrado además una gran importancia económica, en razón de del incremento de su consumo y de su creciente participación en el comercio internacional. Los Estados de la zona se han implicado activamente en su producción y venta, lo que ha conducido a algunos autores, como Zaghloul, Abdalla, El Gammal y Moselhy (2003) o Klein, Metaal y Jelsma (2012), a calificarlos de auténticos narcos estados.

Sin embargo, como señala Gebissa (2010), dentro de estos países también
existen detractores de su consumo y de su explotación por parte de los gobiernos. Estas críticas proceden en su mayoría de grupos enmarcados en la corriente del wahhabismo, aunque también se formulan críticas desde la comunidad internacional, sobre todo desde países europeos con importantes comunidades de inmigrantes procedentes de Somalia y Yibuti, quienes han traído consigo el consumo de esta substancia.

La ingesta de khat no sólo posee un arraigo histórico de más de 1000 años, sino que también es un elemento central en la vida social de estos países, si bien con diferentes matices. De forma general, el khat recibe principalmente un uso ritual, siendo común su consumo en eventos especiales como bodas, funerales o reuniones políticas.
Grupos étnicos como los oromo, los adere o los afar practican su consumo como una faceta esencial de su vida cotidiana.

Es tal la magnitud que tiene el consumo de khat en el Cuerno de África que
existe todo un vocabulario para definir las fases o estados por los que se pasa cuando se lo ingiere. También se da una detallada diferenciación terminológica a la hora de referirse al momento del día en el que se lleva a cabo la sesión de mascar el khat (Klein, Metaal y Jelsma, 2012). Tradicionalmente, el khat se comienza a mascar después del almuerzo. A esta práctica se la conoce con el nombre de barje o quayil. Si, en cambio, se hace antes de almorzar, sería xareedin. Finalmente, si se lleva a cabo durante la noche, recibe el nombre de qarxis. Durante su consumo, los efectos se dividen en varias fases, al igual que al consumir cualquier otra sustancia estupefaciente. En primer lugar, encontramos la fase principal de euforia conocida como mirquaan, la cual suele durar de cuatro a seis horas y que lleva a la etapa final de relajación o haddaar.

En el diseño de la mayoría de los hogares existe una habitación (al-mafraj)
dispuesta para los encuentros en los que se masca khat. Dentro de estas habitaciones se encuentran dispuestos varios cojines en los que los participantes se recuestan para llevar a cabo la sesión. Esta separación física dentro del hogar también conlleva consecuentemente una separación del género, ya que las reuniones son conformadas principalmente por hombres (Girma, Cochrane e Imana, 2019). No obstante, las mujeres también consumen khat, aunque en un porcentaje mucho menor. Durante dichas reuniones, es común debatir temas políticos o leer el Corán.

En el imaginario colectivo de los países que conforman el Cuerno de África, el khat no está clasificado como una sustancia nociva que genere dependencia o problemas de salud pública. Hansen (2010) explica cómo no existe tampoco un discurso consensuado en relación a la posible adicción al khat. Así, por ejemplo, nos encontramos con que en Somalia no existen expresiones o palabras para designar esta posible adicción, mientras que, por el contrario, sí existen otras como qaadwale, para aludir a quien consume mucho, qaadqabax, para hablar de alguien que siente devoción por el khat, o yabaal, para designar a aquél que es selecto a la hora de mascar la hoja.

Como ya se ha señalado antes, los países que componen la zona geográfica del Cuerno de África han llegado a ser caracterizados como narco estados. Esta afirmación se debe principalmente al peso que ha adquirido con el paso de los años el comercio del khat en sus agendas gubernamentales. En este caso, el principal proveedor es Etiopia que, desde una de sus principales ciudades, Harrar, distribuye el khat que se comercializa en todo el este de África, incluyendo también otros países vecinos como Uganda, Ruanda, Sudán o, al otro lado del Mar Rojo, Yemen. Sin embargo, Kenia
también juega un papel importante como proveedor. A comienzos de la primera década del siglo XXI, las exportaciones de khat en Etiopía representaban un 15% del PIB del país. Una cantidad muy superior a la del 5,3% que suponían en la década de 1960.

Es evidente que el comercio del khat juega un papel crucial en la economía de estos países. En el año 2005, por ejemplo, Somalilandia llegó a recaudar en concepto de impuestos sobre el khat 5,5 millones de dólares (Hansen, 2010). Es un sector que, además, genera empleo durante todo su recorrido, desde la producción en los campos de cultivo, la recolección, el transporte y, finalmente, la venta a pie de calle. Se estima que en torno a 8000 personas trabajan sólo en el sector del transporte de khat desde Etiopía.
Ello se debe principalmente a la fugacidad de la propia cadena de suministro. Las hojas de khat pierden su efecto o éste se ve reducido drásticamente pasados entre dos y cuatro días desde su recolección. Por ello, el transporte de khat ha de ser continuo las veinticuatro horas del día. Así, las personas que viven del comercio del khat invierten gran parte de su tiempo en mantener permanente activa la circulación de la mercancía.

No obstante, ligado al mismo comercio del khat, también aparecen inevitablemente otros problemas. En primer lugar, parece que el gasto en khat de las economías domésticas es altamente elevado en proporción a las ganancias, llegando esta cantidad a superar el 30% de los ingresos. Este hecho tiene graves efectos sociales, al generar fracturas y conflictos en las unidades familiares, además de la evidente distinción de género que se ha mencionado anteriormente. Por otro lado, se estima que en torno a cinco o diez millones de personas consumen regularmente khat en todo el mundo, concentrándose la mayor parte de sus consumidores en el este de África y Yemen. De media, cada persona dedica a su consumo en torno a 112,5 horas al mes según Girma, Cochrane e Imana (2019). Estos datos se materializan en la pérdida de tiempo dedicado al trabajo y en el aumento del desempleo con independencia de los puestos que pueda generar también su cadena de comercio.

Además de todo ello, la producción agrícola de khat presenta otro problema
fundamental para las economías africanas, ya que acapara las zonas rurales destinadas a su cultivo en detrimento de otras de consumo esencial, como es el caso de los cereales, lo cual se traduce en un aumento de la escasez de alimentos y productos de primera necesidad. Igualmente, las plantaciones de khat requieren de vastos sistemas de regadío e importantes cantidades de agua, provocando una mayor incidencia de las sequías y de la falta de acceso a agua potable para la población. De este modo, si bien es cierto que el mercado del khat genera ingresos que se materializan en un incremento del PIB y del empelo en los países productores, también trae aparejados ciertos efectos negativos no deseados.
A esta situación habría que sumarle la vivida en los diferentes campos de
refugiados repartidos por toda la región y que albergan a refugiados somalíes de la guerra de 2006. Los habitantes de estos campos han llevado consigo la práctica de mascar khat, dando lugar a una guetificación de estos espacios, así como la creación de redes clandestinas de distribución de la planta.

Por otro lado, el comercio del khat también da lugar a diferentes conflictos entre los países implicados. Etiopía, al ser la principal productora y distribuidora de la planta, es mirada con recelo por sus vecinos. Los adversarios del comercio del khat arguyen que Etiopía es el único país que sale beneficiado con el mismo, omitiendo en muchos casos a los pequeños comerciantes y productores locales de los distintos países implicados. Evidentemente, no sólo Etiopía es el principal beneficiado, Somalilandia,
en ausencia de su reconocimiento como Estado independiente por la comunidad internacional, así como por falta de apoyo extracomunitario, también ha buscado también hacer negocio de este lucrativo mercado.

Es evidente que no se puede separar lo económico de lo social, puesto que
ambas dimensiones se hallan interrelacionadas. Estos Estados africanos no habrían institucionalizado el mercado del khat si su consumo no hubiese estado tan fuertemente arraigado en sus sociedades. De ahí que el abordaje del consumo de esta planta desde diferentes perspectivas proporcione una imagen más completa de la realidad que se está viviendo en el Cuerno de África.

Referencias

Gebissa, E. (2010). Khat in the Horn of Africa: Historical perspectives and current trends. Journal of Ethnopharmacology, 132(3), pp.607-614.

Gebissa, E. (2020). Khat: Is It More Like Coffee Or Cocaine? Criminalizing A
Commodity, Targeting A Community. Sociology Mind, 2(2), pp.204-212.

Girma, Z., Cochrane, L. e Imana, G. (2019). An assessment of khat consumption habit and its linkage to household economies and work culture: The case of Harar city.
PlosOne, 5. Disponible en https://doi.org/10.1371/journal.pone.0224606

Klein, A., Metaal, P. y Jelsma, M. (2012). Rumiando la prohibición del khat: La globalización del control y la regulación de un antiguo estimulante. Serie
reforma legislativa en materia de drogas, 17(2012). Disponible en https://www.tni.org/files/download/dlr17s.pdf

Hansen, P. (2010). The ambiguity of khat in Somaliland. Journal of
Ethnopharmacology, 132(2010), pp. 590-599.

Zaghloul, A., Abdalla, A., El Gammal, H. y Moselhy, H. (2003). Las consecuencias del consumo del Khat: Una revisión de la literatura. European Journal of Psychiatric, 17(2), pp. 78-87.