
03 Jun El cuerpo en África, entre la antropología y el arte
Escrito por Isabel Ortega Sánchez (Universidad de Zaragoza) iortega@unizar.es
Como señala Mary Douglas (1973), el cuerpo posee una dimensión social y un valor clasificatorio de primer orden, materializando la identidad individual y social de forma significativa. Comunica quién soy yo, quiénes son los míos, quiénes son mis aliados y quiénes son mis enemigos. Constituye así, por su ubicuidad, una superficie simbólica por excelencia, que aprovechan las distintas culturas para organizarse socialmente. Los símbolos constituyen un mecanismo de enfoque. Estructuran nuestros conocimientos y experiencias. A través de los símbolos aprehendemos el mundo, lo captamos, categorizamos, organizamos, representamos, reconocemos, interpretamos y tratamos de controlarlo (Douglas, 1978). «Los símbolos son mediaciones en las relaciones de poder. Los que las hacen visibles y a la vez los que las activan y ejecutan» (Velasco Maíllo y Sama Acedo, 2010: 21). Así, el cuerpo, siempre presente y simbólicamente eficaz, se erige en soporte por excelencia del orden social.
Para imponer un sistema a una experiencia de por sí desordenada, las culturas disciplinan los cuerpos, los moldean, manipulan y adornan, materializando así categorías, valores sociales y relaciones de poder, las cuales quedan “in-corporadas”, es decir, encarnadas. La estrategia consiste en exagerar las diferencias entre Nosotros y los Otros, entre los distintos grupos sociales y jerarquías internas, como las basadas en el género y el estatus social, incrementando de este modo la distancia corporal entre distintos individuos. El cuerpo humano en sí mismo se erige como el primer instrumento de clasificación social; y allí en donde no exista una preocupación por mantener los límites sociales, no habrá tampoco una preocupación por mantener los límites corporales (Douglas, 1970).
Esta manipulación corporal se asienta en diversas disciplinas: modificaciones óseas, esculpidos dentales, escarificaciones, tatuajes, peinados, tocados, vestimenta, ornamentos…. Estos tratamientos trascienden lo meramente estético. En ellos convergen la capacidad creativa y simbólica de las culturas: Arte y Signo; pues siempre re-presentan algo, y pueden gustar, emocionar o producir un choque emocional1. Las disciplinas corporales, dotadas de connotaciones positivas compartidas dentro del grupo, dan sentido y cohesión al mismo, crean identidad, establecen y refuerzan vínculos sociales, hacen deseable lo que es normativo. Pueden producir, no obstante, un agudo choque cultural entre quienes se han socializado en otras categorías, premisas, valores, significados y experiencias.
Muchas obras de arte africanas son antropomorfas, por lo que es necesario conocer algunos tratamientos del cuerpo en sus respectivos contextos, a fin de comprender la naturaleza de tales esculturas.
A continuación, vamos a exponer de manera somera las disciplinas culturales más extendidas.
Modificación cultural del cráneo

Consiste en la modificación del patrón de crecimiento del cráneo, aplicando presión sobre él mediante la colocación de tablillas, fajas, cuerdas, vendas etc…Debe hacerse en la primera etapa de la vida, en los bebés, cuando el cráneo es aún muy flexible y las fontanelas están abiertas. Su carácter permanente y siempre visible le otorga una eficacia única a la hora de encarnar determinadas categorías sociales.
La modificación craneal ha sido practicada de diferentes formas en todos los continentes habitados. Los mangbetu, grupo étnico del noreste de la República Democrática del Congo (RDC), practicaba la forma anular oblicua 2. Esta costumbre de alargar el cráneo —lipombo—, era un medio de simbolizar el de estatus entre las clases dominantes y fue además imitada por grupos vecinos, evolucionando hasta convertirse en un ideal común de belleza entre los pueblos del noreste del Congo (Schildkrout y Keim, 1990). La tradición sobrevivió hasta mediados de este siglo, cuando fue prohibida por el gobierno belga.

Debido a esta apariencia distintiva, actualmente es fácil reconocer las figuras mangbetu. Sin embargo, estas tallas antropomorfas con la típica cabeza alargada constituyen una innovación artística del periodo colonial, a partir de 1910, que respondió al gusto occidental. No hay evidencia de que los mangbetu utilizaran estas tallas antropomorfas con fines rituales, pues sus tumbas se marcaban con la plantación de un árbol y los amuletos y medicinas se basaban en el uso de sustancias, no en su forma; aunque entre los pueblos de alrededor sí que ocurría esto (Schildkrout,1995).
Además, antes del periodo colonial, los gobernantes locales encargaban cuchillos tallados, instrumentos musicales y cerámicas para corresponder a otros líderes en intercambios diplomáticos. Estos objetos de arte se exhibían como símbolos de riqueza, pero no tenían forma antropomorfa. El auge de las tallas y esculturas con cabezas alargadas va unido al cambio de clientela, con la llegada de los occidentales. Y aunque estas esculturas representaban la típica cabeza alargada y el estilo de vestimenta y adorno personal mangbetu, no todo este arte fue necesariamente realizado por los propios mangbetu (Schildkrout y Keim (1990).
Este nuevo arte figurativo, que surge como respuesta al gusto y demanda occidental, se convierte simultáneamente en una mercancía y en una «tradición» (Schildkrout, Hellman y Keim, 1989). «Anthropomorphic sculpture became a fetish for Europeans in a way it had never been for the Mangbetu» (Schildkrout, 1990, p. 77). Las imágenes de mujeres mangbetu de perfil y con el peinado clásico se convirtieron en un icono y se imprimieron en postales, tarjetas comerciales y sellos postales, esculturas, joyas, sujetalibros y adornos para el capó de los automóviles (Ibidem).
Escarificaciones
Algunas culturas ven la piel lisa como una superficie desnuda y poco atractiva, una superficie sin terminar (Groning, 1992) y realizan patrones o dibujos en la piel mediante la técnica de la escarificación. Las escarificaciones son cicatrices abultadas. Se efectúan levantando la piel con una espina, anzuelo o pellizcándola, realizando el corte, insertando alguna sustancia irritante para favorecer la protuberancia de la cicatriz (como arcilla, caolín, hollín o ceniza), y controlando cuidadosamente su cicatrización, mediante hierbas o aceites curativos. Este punto es importante, pues la infección de la herida puede estropear el diseño que se pretende conseguir. Según la sustancia irritante utilizada, la cicatriz puede adquirir color, como en el tatuaje. Otra forma de escarificación inusual en África fue recogida por Torda (1913) entre los bátete la de la República Democrática del Congo y consiste en extraer pequeñas porciones de la epidermis que, al sanar, forman ligeras depresiones más claras que el resto de la piel (como se citó en Martí, 2009).
Los diseños a menudo tienen un significado simbólico y pueden ser utilizados en textiles, cerámica y escultura. Las escarificaciones pueden consistir desde en unos sencillos cortes realizados en el rostro (como en los bubi de la isla de Bioko), diseños más complejos (como los de los peul en Camerún o los esbozos esquemáticos reproduciendo temas de la naturaleza de los fang en épocas anteriores), hasta sofisticados diseños que pueden llegar a cubrir toda la espalda o la parte delantera del tronco (Martí, 2009).
Aunque son admiradas y asociadas con la belleza, su función va mucho más allá de lo meramente estético. Indican un cambio permanente en el estado de una persona, «in-corporando» la filiación social, el género, el rango o estatus y situaciones concretas de prestigio social. Así, encontramos escarificaciones que representan la adscripción étnica del individuo. Comenzaban después del nacimiento y labraban la piel de todos los individuos del grupo. Por ejemplo, en Sudán del Sur, mientras que los nuer realizan escarificaciones horizontales en la frente, los dinka las hacían dentadas y en forma de abanico. Así, los miembros de los grupos étnicos y clanes en conflicto eran fácilmente reconocibles (Garveetal,2017).
Otras escarificaciones representan el cambio de estatus, el paso a la edad adulta y se realizan en los ritos de paso. Confieren el estatus de persona
adulta y apta para el matrimonio. En estos ritos de paso, durante la curación y cicatrización se adquieren los conocimientos y saberes culturales necesarios para la vida adulta. Finalmente, otras representan estados vitales con valor social, como la pubertad, el embarazo o la maternidad. Suelen ser diferentes en hombres y en mujeres y, en algunas culturas, solo se le practican a uno de los dos sexos.
Entre los dinka, en el sur del Sudán, solo se tatúan los hombres. A los jóvenes se les efectúa también unas características escarificaciones con forma de V en la frente. En el caso de los makonde en Mozambique, las distinciones entre ambos sexos no se manifestaban solo en los diferentes diseños sino también en la parte del cuerpo tatuada. Mientras que el tórax y la región lumbar eran característica de los hombres, las mujeres se tatuaban la espalda, las nalgas, el pubis y los muslos. […] Entre los ga’anda, en Nigeria, solo se hacen escarificaciones a las mujeres. Reciben sus primeras escarificaciones a la edad de cinco años. Cuando llegan a la adultez, sus cuerpos ya están cubiertos por ocho diferentes diseños de escarificación. Sin completar su escarificación una mujer ga’anda no se considera preparada para el matrimonio (Martí, 2009, p. 223).
En las mujeres, encontramos escarificaciones asociadas en general con la fertilidad y la maternidad en gran parte del cuerpo (pecho, brazos, piernas, cuello, rostro, vientre y espalda) entre los pueblos karo y bumi (Etiopía), kaleri, ga’anda y yoruba (Nigeria), tabwa (sudeste del Zaire) y nuba (Sudán), entre otros. Entre los nuba de Sudán y karo de Etiopía, el torso de las niñas se marcaba con ciertos patrones cuando llegaba a la pubertad y su espalda, brazos y piernas cuando era madre (Groning, 1998).
Las escarificaciones en el vientre y la espalda simbolizan la belleza y la fertilidad y favorecen el matrimonio (Martinez Rossi, 2011).
Por otra parte, en los hombres, además del valor estético, también está el simbólico del coraje, la madurez, la hombría, la fiereza y la fortaleza. Entre los mursi y bumi de Etiopía, las cicatrices en cara, brazos y cuerpo de los hombres constituyen registros de logros personales en la guerra o la caza. Las cicatrices en la espalda de un hombre indican su rango y edad en la sociedad y son esenciales para atraer al sexo opuesto (Schildkrout, 2004).
Estas prácticas trascienden además lo visual y penetran en lo táctil, convirtiéndose en zonas erógenas asociadas al erotismo, especialmente las situadas en el vientre, pecho o muslos (como sucede en el tatuaje tinhlanga de Mozambique, las mujeres bala de la República Democrática del Congo y los tiv de Nigeria).
En la mayoría de estos pueblos, las escarificaciones han ido reduciéndose y desapareciendo, debido a la influencia de misioneros católicos desde el siglo XIX y a la prohibición por los gobiernos locales, pero también por el desplazamiento migratorio y la diseminación de los grupos étnicos, la aculturación y la pérdida de su visibilidad por el uso de vestimenta occidental. No obstante, algunas sociedades siguen practicando esta antigua tradición.
Modificación dental intencional
La revisión de la literatura realizada por Kgabi, Manica y Pandey (2024) muestra que esta práctica es más común en África Oriental. La mayoría de las modificaciones dentales estudiadas correspondían a la zona de Etiopía, seguida de Uganda. El 38.2% correspondían a marcadores de afiliación étnica, como expresión de las identidades culturales y fomentando un sentido de pertenencia. Solo un 5.9% se practicaban por motivos individuales.
Entre las razones para la modificación intencional de los dientes se encuentran: las rituales (duelo, iniciación, etcétera), las tribales, las religiosas, las estéticas, las sociales (estatus o jerarquía), las judiciales (castigos), etcétera (Labajo González et al.,2007).
Podemos distinguir distintas formas de modificación dental intencional:
Limado. Realizado principalmente como marca de afiliación étnica. Algunas sociedades en África (chokwe, pangwe) liman sus dientes en forma puntiaguda para asemejarse a determinados animales —teriomorfismo—, como el león, el jaguar o el cocodrilo…, y adquirir así su coraje (Jones, 1992; Labajo González et al., 2007). Por el contrario, otro tipo de explicaciones emic sobre la extinta modificación dental entre los tiv, recogidas por Paul Bohannan, se basaban en la división humanos/animales, a fin de remarcar la dicotomía naturaleza/cultura, con el argumento de que su rostro no debía asemejarse al de un roedor o cangrejo (como se citó en Martí Pérez, 2009).
La costumbre de limarse los dientes para hacerlos más puntiagudos había constituido una práctica bien conocida entre la población bantú y semibantú. Así, por ejemplo, los hombres fang se limaban en forma de punta los incisivos inferiores y superiores por razones de belleza. Según Manuel Iradier, los fang de Guinea Ecuatorial se afilaban los dientes valiéndose de dos cuchillos. Los baka del Camerún continúan hoy en día limándose los dientes superiores (Martí Pérez, 2009, p. 227).
En algunas sociedades, se aumenta intencionalmente el diastema, ya que se considera un signo de belleza (Ahiaku y Millar, 2023).
Extracción. La extracción de dientes era practicada especialmente en el centro del África meridional y en el curso del Nilo (Martí Pérez,2009). Un tipo frecuente en África Oriental es la modificación oral infantil, con la extracción de uno o más dientes, casi siempre los caninos inferiores (Ahiaku y Millar, 2023). Se cree que fue iniciada en la década de 1930 en por dentistas coloniales y luego aplicada por curanderos tradicionales a los bebés que tenían fiebre y vómitos en la creencia de que los brotes de dientes que sobresalían podían hacer que los bebés enfermasen (Kgabi, Manica y
Pandey, 2024).
A veces aparece asociada a otras disciplinas corporales. Las mujeres mursi (Etiopía) extraen cuatro dientes inferiores para dejar espacio para el disco de arcilla que se insertan en el labio inferior. Cuanto más grande es este disco, mayor es la belleza y atractivo de la mujer y mayor dote recibirá al casarse. Esta práctica es cada vez menos frecuente debido a la influencia externa y la globalización (La Tosky, 2012).
Decoración: Se utilizan pigmentos, piedras preciosas o metal para decorar los dientes. El tatuaje de la encía es una práctica común que se mantiene en la actualidad en muchos pueblos de África, como entre los fulani (Etiopía), que se realiza en la encía anterior y, a veces, en los labios y los alrededores de la boca (Brooks y Reynolds, 2007).

Perforación labial
Se practica por las mujeres mursi y surma de Etiopía. Se ha perdido en grupos sara (Chad) (que engloban los clanes gambaye, mbaye, goulaye y madjingate), y makonde (Tanzania y Mozambique).
A menudo los piercings se van insertando según procesos muy determinados. Entre los makonde, sociedad matrilineal de Mozambique, por ejemplo, las mujeres llevan tradicionalmente una pieza en forma circular en el labio superior denominada ndona que constituye una de las marcas distintivas del grupo y es signo de belleza. En ocasiones, la mujer al casarse exigía que su marido también se pusiese uno de estos discos. Hacia los seis años de edad uno de los padres inserta una ramita a la niña en el labio superior haciendo la perforación con una aguja.
Progresivamente, esta ramita se va sustituyendo por otras de mayor tamaño hasta que llega a la pubertad. En este punto se reemplaza la ramita por un piercing hecho con madera de caoba con una pieza de metal que lo atraviesa, y que sirve de señal para poner de manifiesto que la chica se encuentra ya en edad de casarse. A medida que va creciendo, se va sustituyendo el piercing por uno de mayor tamaño. El ritual de iniciación de las niñas duraba meses y además de insertarles el piercing ndona, se las tatuaba, se les limaba los dientes y se las desfloraba artificialmente (Martí Pérez, 2009, p. 227).
Desde el punto de vista emic, esta modificación también se explica dentro de la dicotomía naturaleza/cultura, a fin de diferenciar lo humano de lo animal. Betty Schneider señala que, en ocasiones las mujeres makonde exigían a sus maridos que se insertasen el piercing denominado ndona con el argumento de que, sin él, su cara se asemejaría a la del mono (como se citó en Martí Pérez, 2009).
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1 Entendemos el arte como “una actividad humana consciente capaz de reproducir cosas, construir formas, o expresar una experiencia, si el producto de esta reproducción, construcción, o expresión puede deleitar, emocionar o producir un choque” (Tatarkiewicz, 2002, p. 67). Y los símbolos como un conjunto compartido de códigos a través de los cuales miramos, percibimos, comprendemos, interiorizamos el mundo, un estado de cosas, una situación, una relación entre dos personas, …; transmiten información, proporcionan conocimiento y arrastran a la acción (Velasco Maíllo y Sama Acedo, 2010).
2 Este grupo, procedente de Sudán, subsumió otros pueblos a medida que avanzaba hacia el sur, convirtiéndose en la fuerza política dominante en la región en el siglo XIX y alcanzando un nivel muy alto de desarrollo tecnológico y material. El nombre mangbetu se refiere estrictamente a la aristocracia gobernante (Schildkrout, 1995).
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