Elementos de orígen africano en México: La Costa Chica (I)

Elementos de orígen africano en México: La Costa Chica (I)

Escrito por América López, Doctora en Derecho y Ciencia Política

Recuperar el pasado para entender el presente
El proceso de construcción de la identidad mexicana comenzó después de que la entonces Nueva España se independizara oficialmente del Imperio Español en 1821. La configuración y consolidación del Estado-Nación se prolongó desde 1810, cuando comenzaron los primeros brotes de rebelión independentista, hasta 1930-1950, cuando el país ya contaba con un territorio, una lengua, una religión oficial, una memoria histórica, con sus respectivas tradiciones, mitos, celebraciones cívicas, símbolos y/o monumentos, así como un pasado, una cultura y una identidad en común: la del mestizo. Así, el mexicano es el producto de la mezcla del español, criollo o peninsular, con el indígena.
La población africana, pisó por primera vez el territorio que sería la Nueva
España durante los primeros viajes de exploración de Hernán Cortés y posteriormente realizó aportaciones sociales, económicas, políticas y culturales durante casi trescientos años. Sin embargo, quedó completamente relegada del relato y de la construcción identitaria del nuevo país (López, 2017).
Uno de los medios utilizados para consolidar el proyecto político del mestizaje, fue la consolidación de una historia oficial homogeneizada por medio de los libros de texto de historia a nivel básico, en los que, una y otra vez, se repitió el proceso que llevó al mexicano a ser mestizo: la mezcla del indígena con el español. En la portada de los libros encontrábamos a la “Patria”, representada por una mujer morena, pero morena clara, es decir, mestiza, enfundada en una túnica blanca, portando en una mano un libro, mientras que en la otra sostenía una bandera mexicana. Otras veces era
acompañada de un niño, mestizo, por supuesto, también sosteniendo una bandera de México.

La Patria. Patrimonio artístico de la Comisión Nacional de Libros
Gratuitos de la SEP. Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-
historias/victoria-dorantes-sosa-la-imagen-mas-recordada-de-la-patria

Pues bien, los constructores de la nación e identidad mexicana fueron grandes pensadores liberales y positivistas, como José Vasconcelos o Carlos María de Bustamante, quienes, influenciados por la corriente liberal (la homogeneidad y la igualdad sin tomar en cuenta diferencias) y el racismo científico de inicios del siglo XX, exaltaron lo europeo como sinónimo de superioridad, desarrollo y progreso, al tiempo que olvidaron, negaron y rechazaron a lo africano y a lo asiático, pues significaba violencia, inferioridad, atraso e ignorancia, mientras recurrían a lo indígena para dotarse de una base histórica y una fuente de orgullo del pasado prehispánico (López, 2014 y 2017, Velázquez e Iturralde, 2012). El resultado fue la construcción de una nación compleja y contradictoria, pues dos de las raíces neurálgicas de la cultura del país, inmensamente ricas en usos, costumbres y tradiciones, son actualmente en la práctica, utilizadas para rechazar, denigrar y negar. El mexicano utiliza “negro” o “indio” para insultar a una persona o como sinónimo de inferioridad, atraso, pereza,
lentitud ignorancia o violencia, mientras que, por otro lado, hacen grandes esfuerzos por rebuscar alguna conexión y dejar en alto los vínculos con Europa por medio de la exaltación de la “herencia española”, mientras recuerdan con nostalgia la grandeza de la civilización indígena pre-hispánica.
Así pues, el mexicano promedio quiere ser blanco, de raíz y herencia europea, a pesar de que la Nueva España y después el México independiente, también fueron levantados, construidos y moldeados con capital humano, dinámicas sociales y elementos culturales de origen africano. Dichos elementos no han permanecido inmóviles, sino que se han ido reconfigurando con el paso del tiempo, pero se manifiestan en la gastronomía, las tradiciones, la música, los bailes, los cantos, e incluso, algunos vocablos y modismos mexicanos. Por ello, la re-elaboración del relato histórico para que los mexicanos vislumbren, acepten un pasado distinto del impuesto y re-conozcan integralmente cada pieza de una nueva historia, contribuirá a conformar un futuro más justo e igualitario.
Los descendientes de los africanos que llegaron al, ahora, territorio mexicano entre los siglos XVI y XIX se dispersaron por todo México. Sin embargo, hay cuatro estados en los que su presencia se mantiene y sobresale por sus rasgos fenotípicos, aunque esto no debe ser necesariamente un contador oficial para reconocerte o no con ascendencia africana: Oaxaca, Guerrero, Veracruz, y Coahuila. Así pues, estas líneas van dedicadas a resaltar la gran riqueza de elementos culturales que tienen un origen africano en México, tomando el caso específicode la Costa Chica, con énfasis en el área de Guerrero, compartiendo el proceso de (re)conocimiento, asimilación y apropiación que experimentó Carmen respecto a su ascendencia africana.
Menciono a modo de aclaración para el lector, que La Costa Chica comienza en el límite este y sureste del municipio de Acapulco de Juárez y se extiende hasta la costa central del estado de Oaxaca. Es un espacio territorial, cultural, económico y político, en el que “la movilización humana y el intercambio comercial implicaron una intensa circulación de productos culturales (comida, vestimenta, conocimientos e ideas). Las
prácticas culturales específicas se alimentaron de las diferencias de los grupos sociales asentados en la región (en este caso afrodescendientes, indígenas mixtecos, chatitos, amuzgos y mestizos), sin que esto se tradujera en espacios de asentamiento fijo” (Lara,2008, p.42). Por tanto, las fronteras entre la parte guerrerense y oaxaqueña se han convertido en porosas.

Ubicación de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca. Región con más población
afrodescendiente.
Fuente: INEGI, 2017.

El proceso
Carmen comenta que su segundo hogar está situado en un hermoso pueblo de la Costa Chica guerrerense al que ha definido como su propio Macondo. Ella recuerda que durante sus trayectos del pueblo a la ciudad, veía cómo iba dejando atrás palmeras cargadas de cocos, árboles repletos de mangos, flor de Jamaica secándose con los rayos del sol, y carne de cecina colgada en estructuras de madera en los puestos de los mercadillos situados en la orilla de la carretera, para darle paso a la siempre descuidada y maltratada autopista del sol, con sus espectaculares anuncios promocionando los hoteles “más chic”, los restaurantes “más gourmet” o los centros nocturnos “más in”, de la que alguna vez fue considerada la ciudad que nunca dormía –Acapulco-, junto con imágenes de la que también alguna vez fue tenida por la bahía más hermosa del mundo- Santa Lucía-. Durante ese breve trayecto de dos horas de duración, Carmen palpó un drástico cambio en el ambiente social y el panorama visual y territorial.
El cuestionamiento sobre estas diferencias y contrastes comenzó un día en el que tuvo que regresar a Acapulco, en plenas vacaciones decembrinas del año 1999, para asistir a una reunión. Carmen se había dado un festín, por ahí de las dos de la tarde, al degustar un estupendo plato de frijoles hervidos en una olla de barro, sazonados con epazote, mezclados con arroz blanco y acompañados con una jugosa cecina, queso frescoprensado en el pueblo vecino y chiles en vinagre. Lo había acompañado con un fresco vaso de chilate, mientras en el fondo escuchaba un repertorio de chilenas,
acompañado del bullicio que hacían sus primas mientras zapateaban al ritmo de sus compases y recitaban versos que rimaban con cada estrofa. A las seis de la tarde de ese mismo día, Carmen estaba llegando a un conocido restaurante ubicado en la Costera Miguel Alemán, para atender al llamado de la reunión a la que había sido convocada.
Bebió café americano acompañado de un muffin de chocolate, ambientado con música pop en inglés de fondo. Ese día, Carmen se encontró situada en el medio de esos dos mundos, sin saber a cuál pertenecía y preguntándose si podía pertenecer a los dos.

Cuando Carmen regresó al pueblo, le expresó a uno de sus tíos lo que le estaba sucediendo. Haciendo gala de la tradición oral africana, el tío Lalo comenzó a narrarle la historia de la bisabuela Estefanía Dimayuga Bracamontes, descendiente de africanos y filipinos que llegaron a las costas guerrerenses durante en el periodo colonial y de su pariente “El Negro Dimayuga”, quien, según el tío Lalo y los relatos que se cuentan en pueblos de la costa, fue un salteador de caminos, un asaltante, que tenía aterrorizada a la gente de toda la región, debido a su fama de fuerza y violencia, pues era un hombre que exigía comida y bebidas alcohólicas en todos los pueblos a los que llegaba acompañado de su banda y, si no se las proporcionaban, se desquitaba con actos de violencia y bandolerismo. Campesinos de Copala, Florencio Villareal y San Marcos cuentan que el Negro Dimayuga se podía poner una soga entre los dientes, y era capaz de vencer hasta a siete hombres que estuvieran jalando al mismo tiempo la soga en el otro extremo, también podía jalar con una soga en su boca a una vaca, ganado o a cualquier otro animal grande, pesado y feroz que le pusieran enfrente (López, 2016).
Carmen se sintió acompañada durante un par de meses de una imagen que le rondaba en la cabeza: la de su bis abuela Estefanía, sentada en los corredores de su casa en el pueblo Copala, vestida con grandes y coloridas enaguas, mientras se fumaba un puro. También se imaginaba las aventuras del Negro Dimayuga. Carmen se dio a la tarea de comenzar a descubrir una parte de su ser que había estado latente, pero no consciente, pues nunca se había cuestionado el origen del color de su piel, su cabello rizado o la respuesta automática de sus pies por zapatear o de su cuerpo por bailar al
ritmo de cualquier chilena, tambora y percusión. Se había identificado como una mexicana más, una mexicana normal, una mestiza, tal cual le habían dictado en la escuela. Era hora de romper con la construcción e invención de ese dictado oficial del Estado mexicano.

Elementos de origen africano en la Costa Chica
“¿Quiénes eran mis antepasados?, ¿Cómo y por qué llegaron?, ¿De dónde
venían?” fueron la primeras preguntas que Carmen se formuló. Sus largas horas de lectura y búsqueda de información, le permitieron identificar, de manera resumida, que los primeros africanos que llegaron, al aún territorio del imperio azteca y otros pueblos como los mixtecos, amuzgos o tlaxcaltecas, llegaron principalmente en calidad de esclavos,acompañando las expediciones de los exploradores españoles, que iban en busca de tierras, riquezas y títulos nobiliariosa los que no podían acceder en
Extremadura, la cual es ahora llamada “la tierra de conquistadores” en España. Por ejemplo, en sus primeras expediciones, Hernán Cortés llevaba al negro Juan Cortés, quien de acuerdo a Ben Vinson y Bobby Vaughn (2004), fue posiblemente el primer esclavo negro en pisar las tierras que serían la Nueva España. Juan Núñez Sedeño, acompañante de Cortés, tenía otro negro llamado Juan Garrido. Se presume que fue el primer negro que sembró trigo en México. Pánfilo de Narváez tenía dos negros de los cuales uno, Francisco Eguía, fue el que trajo la viruela al país (Aguirre, 1989). También se ha señalado que llegaron africanos libres, aunque en un porcentajes muchísimos más bajos (Tenorio, 2005, Velázquez, 2011).
Posteriormente, los africanos, esclavos y libres, participaronen el proceso de conquista desempeñándose como sirvientes, auxiliares, acompañantes e incluso, como soldados o mediadores entre españoles e indígenas. Una vez terminado el periodo de exploración, conquista y colonización, los españoles necesitaron mano de obra debido a diversos factores como; el aumento de la mortandad indígena, principalmente por el contagio de enfermedades a las que no eran inmunes como la varicela o la sífilis, para
regiones que tenían un enorme potencial económico como Veracruz, con la producción de azúcar, el norte, con la producción minera, o el sur, con la industria ganadera y la agricultura (López, 2017).
Los africanos esclavizados venían de diversos países de la costa occidental, las áreas se fue moviendo con el paso del tiempo. Sin embargo, de acuerdo al trabajo académico realizado hasta este momento, es posible que los rasgos culturales que más han sobrevivido en México, sean principalmente de los Bantú –Congo y Angola-, Mandé –Senegal, Guinea, Gambia, Sierra Leona, Mali- y para la Costa Chica, de los Wólof –Senegal, Gambia y Mauritania-. Carlos Ruiz Rodríguez afirma que, por medio de comparaciones en cuanto a música, profesiones, como el caporal o jinete, y danzas, se puede tener una idea más clara y acertada, de que los orígenes de los afrodescendientes de la Costa Chica están en Senegal, Gambia y Guinea, pues las profesiones o especializaciones, ritmos musicales y otras tradiciones, son similares en ambas regiones.
Es posible que, debido a que los esclavos provenientes de esta región fueron
prácticamente los primeros en llegar, su cultura y tradiciones se arraigaran más profundamente y desplazasen a las de Congo, Angola y otros lugares. Esto aún no está cien por cien probado y aceptado, por lo que podemos dejarlo como una hipótesis para seguir trabajándola en el futuro.

Mapa: Franja aproximada de extracción esclavista y alcance de las cuatro principales factorías. Elaboró:
Carlos Ruíz (2016: 179).

Bibliografía

Aguirre Beltrán, Gonzalo. (1989). La población negra de México, Estudio
etnohistórico. México: FCE. INEGI. (2017). Perfil sociodemográfico de la población afrodescendiente en México. México: CNDH, CONAPRED, INEGI.

Lara, Gloria. (2008). Política, espacio y construcción social del poder local-regional en la Costa Chica de Oaxaca. (Tesis para obtener el grado de doctora en Antropología). México-CIESAS.

López, América. (2014). “La invisibilización de la población afrodescendiente durante la construcción del Estado-Nación en México”. En Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, Revista de Investigación, 3(3), 57-74.

López, América. (2016). “El Negro Dimayuga”. En Louis Gates, J Henry and Knight FK (Eds.). Dictionary of Caribbean and Afro-Latin American Biography (DCALAB). New York: Oxford University Press. ISBN: 9780199935796.

López, América. (2017). Afrodescendientes en América Latina. Estudio de caso de la movilización etnopolítica afromexicana de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, México (1997-2016). (Tesis para obtener el grado de doctorada en Derecho y Ciencia Política). España: Universidad Autónoma de Madrid.

Ruiz, Rodríguez, Carlos. (2016). “El ensamble instrumental del fandango de artesa y el occidente sudánico africano”. En Ruiz Rodríguez, Carlos. (Coord.). La presencia africana en la música en Guerrero. Estudios regionales y antecedentes histórico- culturales (pp. 175-214). México: Secretaria de Cultura-INAH.

Tenorio, Blanca. (2005). “La integración de los negros en la naciente sociedad poblana 1570-1600”. En, Velázquez, María Eliza y Correa, Ethel. (Comps.).Poblaciones y culturas de origen africanos en México (pp. 285-297). México: INAH.

Velázquez, María Eliza. (2011). “Introducción”. En Velázquez, María Eliza
(Coord.).Debates históricos contemporáneos: africanos y afrodescendientes en México y Centroamérica (pp.13-31). México: INAH/CEMCA/IRD/UNAM.

Velázquez, María Elisa e Iturralde Nieto, Gabriela. (2012). AFRODESCENDIENTES EN MÉXICO. Una historia de silencio y discriminación. México:CONAPRED–INAH.

Vinson, Ben y Vaughn, Bobby. (2004). Afromexico. El pulso de la población negra en México: Una historia recordada, olvidaba y vuelta a recordar. Herramientas para la Historia. México: FCE-CIDE.