“En Cuenca todos tenemos algo de Inga 1 , pero no de Mandinga”. Afro-cuencanos: racismo y resistencia en una ciudad “blanca”.

“En Cuenca todos tenemos algo de Inga 1 , pero no de Mandinga”. Afro-cuencanos: racismo y resistencia en una ciudad “blanca”.

Escrito por Manuel Oswaldo Suin, estudiante en el Máster Cultura y pensamiento de los pueblos negros

La ciudad de Cuenca se encuentra ubicada al sur de los Andes ecuatorianos. La población afrodescendiente ha estado presente a lo largo de toda su historia. Ya antes de su fundación oficial como ciudad española en 1557, había esclavos africanos en el territorio. Su llegada vino de la mano de la de los primeros colonizadores que ocuparon la antigua ciudad indígena de Tomebamba. En la época colonial existió en la ciudad un activo mercado de esclavos, introducidos en la región para trabajar en la minas y usados también más adelante como signo de prestigio por las clases pudientes. Tras las independencias (1822) y la abolición de la esclavitud (1851), la población afro ha estado marginada e invisibilizada.

Foto fuente: Wikimedia

En la actualidad, según los datos del INEC para el 2010, en Cuenca existe una población de más de 4.000 personas afrodescendientes, “mulatos” o de autodefinición negra, lo que representa casi el 3% de sus habitantes. Debido al índice de crecimiento de la población, se puede asegurar que este número es superior en el momento actual. Los barrios que han acogido a la población afrodescendiente han sido considerados tradicionalmente peligrosos, semi-exclusivos para esta población y asociados a prácticas inmorales.

Cuenca, al ser una ciudad atractiva para el turismo, se ha jactado de ser abierta, cálida, inclusiva, abrazando la diferencia con todos los que la visitan o viven en ella. Sin embargo, a los afrodescendientes se los considera ajenos a este territorio, como gentes que únicamente están de paso, transitando por la ciudad, una especie de migrantes dentro de su mismo país.

La ciudad mira a los afrocuencanos como no cuencanos, pertenecientes en realidad a otras ciudades: a Esmeraldas, al Valle del Chota, Quito o a cualquier lugar de fuera de la región. La ciudad siempre está a la espera de la hora en que ellos regresen a su lugar natal. En definitiva, son vistos como un “otro” que está en “mi territorio”.

Cuenca, al igual que toda América Latina, ha afrontado un proceso de mestizaje asociado directamente con lo indígena, proceso que simbólicamente ha excluido a lo afro.

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Además la ciudad ha pasado por un blanqueamiento en su discurso oficial, que excluye a los grupos afrodescendientes e indígenas. La ciudad se ha retratado a sí misma como la hija de España, negando la presencia histórica de los afrodescendientes e intentando borrar la actual presencia afrocuencana.

A lo largo de los años, se han trazado fronteras imaginarias y físicas de manera directa o indirecta. La segregación del espacio ha forjado lugares exclusivos para los blanco-mestizos y otros exclusivos para los negros. Por ejemplo, el espacio público emblemático de la ciudad como su plaza principal o sus áreas recreativas han limitado el acceso de los afrodescendientes. Esta discriminación ha motivado a las personas afrocuencanas a crear espacios de resistencia, en donde pueden interactuar sin ser catalogados como peligrosos.

Ser afrocuencano es un reto, ya que las visiones heredadas del pasado han influido en toda la población, generando fenómenos negativos como el racismo y la segregación. De este modo, la población negra vive constantemente luchando contra la sociedad y sus autoridades por la reivindicación de sus derechos. ¿Cómo se manifiesta el racismo en la ciudad y cuáles han sido los mecanismos de resistencia generados por la población afrocuencana? Es la pregunta que guiará el trabajo de investigación etnográfica que estoy realizando actualmente con la población afrocuencana, y que permitirá visibilizar un “apartheid” en Cuenca-Ecuador.

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1 Proviene del término Inca, hace referencia a un apellido de origen indígena.