La afrocolombianidad. El Legado de Manuel Zapata Olivella

La afrocolombianidad. El Legado de Manuel Zapata Olivella

Escrito por Verónica Rodríguez Flórez. Psicóloga. Máster en Antropología de Iberoamérica por la Universidad de Salamanca

Existe en Colombia un consenso creciente acerca de la inmensidad de las
aportaciones de su comunidad afrodescendiente en los planos político, científico y cultural.

Uno de los primero autores en hablar seriamente de la afrocolombianidad fue Manuel Zapata Olivella (Lorica, Córdoba, 17 de marzo de 1920- Bogotá 19 de noviembre de 2004).
Manuel Zapata fue un médico, antropólogo y escritor, considerado hoy como uno de los más importantes representantes de la cultura afrocolombiana, a cuya divulgación y preservación consagró una gran parte de su vida, trabajando para ello en ámbitos tan diversos como la literatura, la investigación, la prensa, los eventos académicos y los
programas de radio y televisión.

Otros intelectuales y artistas hijos también de la diáspora africana fueron Rogerio Velázquez, Aquiles Escalante, Sofonías Yacup, Natanael Díaz, los hermanos De Manuel, Juan y Delia, Jorge Artel, Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque, Diego Luis Córdoba y Valentín Moreno Salazar.
Manuel Zapata realizó numerosos viajes a África con el objetivo de comprender mejor el mundo cotidiano de sus ancestros y el terrible desarraigo que implicó su traslado forzoso a América. En particular, recopiló las explicaciones formuladas por los propios esclavizados a partir de su propia cosmogonía. Así, recogió el relato mítico que achacaba la desgracia sufrida a la furia desatada por la pelea entre el célebre dios yoruba Changó y sus trece hermanos. De ahí que ahora le correspondiera al propio Changó fortalecer el espíritu del hijo africano desterrado a América.

La partida del continente africano se debe a la maldición de Changó, relatada en el poema por Ngafúa, a consecuencia de haber caído en desgracia por haber combatido a sus hermanos —Orún, Ochosí ,Oke, Olokún y Oko—. Esto desató la ira de Orunla, dueño de las Tablas de Ifá y señor de la vida y la muerte, y de Omo-Oba, el primero y único hombre inmortal proscrito por Odumare a vivir sepultado…
Será Changó quien les dará su fuerza espiritual a los esclavos para renacer en el nuevo continente. Sea en los Estados Unidos, en las diversas islas de Caribe, en el Brasil, Colombia o Perú, los africanos van a jugar un papel decisivo en los destinos de estas naciones porque sus luchas libertarias se conjugaron con las de Independencia en el Siglo XIX. (En Changó el Gran Putas: página 17).
Zapata denominó “realismo mítico” a esta peculiar forma de entender y comprender el mundo, en la que los hechos históricos son interpretados a través de la imaginación mítica.
Procedentes especialmente de las regiones al sur del desierto del Sahara, de los actuales Estado de Nigeria, Congo, Malí, Ghana y Senegal, los esclavizados culminaban su viaje en el que era el gran puerto negrero en esos momentos: Cartagena de Indias, Colombia.

Se los trajo principalmente para reforzar los trabajos de minería, pues los indígenas estaban ya muy disminuidos por los grandes esfuerzos físicos, escasez de alimentos y enfermedades importadas por la colonización. Los primeros esclavos africanos arribaron en el año 1504 (1) . La necesidad de nuevos trabajadores para las minas era tal que a partir de 1520, entraban aproximadamente 4000 esclavos africanos al año.
Llegar de esta manera forzosa a un lugar desconocido, supone ser arrancado de la propia familia, la propia tierra y el mundo en el que se ha vivido hasta entonces. La respuesta fue a menudo la resistencia, bajo las más diversas formas. En este punto, se hace preciso mencionar a un personaje clave del siglo XVII: Benkos Bioho, tenido hoy por un importante líder histórico y social en la historia colombiana. Él animaba a los recién llegados y les envía mensajes para que inicien su resistencia. Se convirtió además en traductor oficial de Pedro Claver, el sacerdote jesuita que consagró su entera existencia al cuidado de los esclavos desembarcados.

Desde finales del siglo XVI, muchos esclavos negros empiezan a escapar con éxito de su cautiverio y a instalarse en zonas más apartadas. Se les llamará cimarrones, en alusión a los caballos asilvestrados. Sus agrupaciones serán conocidas como palenques, destacando entre ellos el de San Basilio.
Pese a que en 1859 se abolió la esclavitud en Colombia, está perduró de hecho durante décadas en los ingenios azucareros de algunas regiones importantes, como en el Valle. Allí las grandes familias seguían requiriendo de abundante mano de obra para sus plantaciones de caña de azúcar. A principios del siglo XX, se inicia la tendencia a “homogenizar hacia lo blanco”. Parece incluso que se prohibía a las gentes de la zona del Pacífico afincarse en las ciudades por miedo a que las “contaminasen”.
Más recientemente, durante el largo conflicto armado colombiano, los
afrodescendientes han sido a menudo víctimas de masacres y desplazamientos, por estar asentados en lugares con riqueza mineral, así como en las orillas de ríos estratégicos para el comercio de droga.
En 1977 Manuel Zapata Olivella organizó en Cali el Primer Congreso de las
Culturas Negras. El Decenio de los Afrodescendientes, 40 años después, es la mejor oportunidad para conmemorar aquel escenario que significó un gran foro de reflexión sobre la cultura de los pueblos afrodescendientes.
Desde los años setenta las personas afro de Colombia desarrollan una fuerte lucha por asegurar el control de sus territorios, su reconocimiento como grupo étnico y su visibilización en general. Se inspiran para ello en el ejemplo de las organizaciones indígenas. En 1991 la nueva Constitución Política reconoce la diversidad y multiculturalidad del país y les otorga el reconocimiento político y territorial. Asimismo, en 1993 se promulga la Ley 70, hito crucial en el ámbito del reconocimiento de la población afrodescendiente colombiana. Se reconoce entonces oficialmente también el papel jugado por estas comunidades en el cuidado de los territorios.
Se definen de manera separada a las comunidades negras, a los afrocolombianos, los palenqueros y los raizales. Estos últimos son un grupo étnico afrodescendiente de religión baptista y hablantes de una variante criolla del inglés, afincados en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. En cuanto a las comunidades negras se las define como conjuntos de familias de ascendencia afrocolombiana que poseen una cultura propia, comparten una historia y poseen sus propias tradiciones y costumbres y una clara conciencia de su identidad como colectivo separado.
Ante todo, se les reconoce a las comunidades negras que habían venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva de las mismas. Asimismo, se establecen mecanismos para la protección de la identidad cultural y de los derechos de las comunidades negras de Colombia y la promoción de su desarrollo económico y social, con el fin de garantizar que estas comunidades obtengan condiciones reales de igualdad de oportunidades frente al resto de la sociedad colombiana.

En el año 2004 el Auto 005 del Ministerio del Interior los declara sujetos de
protección especial, en razón de su especial vulnerabilidad ante conflicto armado. Posteriormente, en el 2011, bajo el Decreto 4635, se especifican estas medidas de protección y se establecen las medidas de reparación integral que les corresponden.
La proclamación del Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024) sugiere la protección y la promoción de los derechos humanos de las poblaciones afrodescendientes, junto con una apuesta decidida por la visibilización de su legado histórico, su memoria y los referentes culturales que permitan fortalecer las bases para la lucha contra la discriminación racial.
Hoy en día, hablar de la historia afro en Colombia implica sumergirse en un
apasionante viaje por sus movimientos y resistencias en lo local y en lo nacional, a través de sus voceros, en los foros nacionales, en la jurisprudencia y en el recuerdo de sus numerosos líderes asesinados por defender su tierra y sus familias.
Los otros colombianos, los mestizos, les debemos el lugar que les corresponde, así como derribar los muros del racismo y reconocerles como parte de la historia de nuestro país, en la que cada vez se hacen más presentes, como figuras públicas, políticas y académicas.

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(1) Ministerio de Cultura/ https://www.mincultura.gov.co/

BIBLIOGRAFIA
https://www.mincultura.gov.co/
República de Colombia: Decreto Ley 4635 de 2011 Por el cual se dicta medidas para la atención, orientación, restitución y reparación de comunidades afrocolombianas, raizales y palanqueras de Colombia,
Zapata Olivella, Manuel (1983): Changó el Gran Putas. Biblioteca de Literatura afrocolombiana. Ministerio de Cultura.