Las danzas de los pueblos mandé (II). Dunumba, Guiné faré, Yankadi, Macuru y Soko

Las danzas de los pueblos mandé (II). Dunumba, Guiné faré, Yankadi, Macuru y Soko

Escrito por Tania Veiga, especialista en danzas africanas y alumna del Máster Cultura y pensamiento de los pueblos negros

En esta segunda entrega voy a presentar cuatro danzas, informando sobre sus funciones e introduciendo algunas reflexiones personales acerca de las mismas. Nos ocuparemos de las danzas para los hombres fuertes (Dunumba), las danzas para las mujeres (Guiné Faré), las danzas para el flirteo entre los jóvenes (Yankadi – Macuru) y una danza relacionada con la iniciación de los niños (Soko).

Dunumba

Dunumba es una familia de ritmos que se encuentran en efervescencia en Conakri, la capital de Guinea. Es muy común asistir a una fiesta por la tarde en la que suenen los tambores y sobre todo los ritmos Dunumba. De hecho, a estas fiestas se les llama fiestas Dunumba y en este contexto urbano son ocasiones propicias para juntarse y divertirse.

En su origen, los ritmos y danzas Dunumba provienen de Hamana, en la región Kurussa de Guinea. Podemos traducir las danzas Dunumba como las danzas de los hombres fuertes. En la urbe bailan tanto mujeres como hombres, ambos con una fuerza, rapidez y agilidad envidiables. En un contexto más tradicional, sí podemos observar que mayoritariamente, las danzas Dunumba son bailadas por hombres. La mayoría de los hombres que bailan Dunumba lo hacen con el torso descubierto y portando un utensilio en la mano, ya sea una rama o un hacha. Esto quizá simbolice, de nuevo, la fuerza.

En el contexto urbano, las fiestas Dunumba tienen forma de círculo. Este círculo está formado por los y las asistentes y en él que figuran también los músicos. Los espectadores se convierten en bailarines cuando entran a improvisar dentro del círculo. En un contexto más tradicional, en la aldea, ésta es una danza comunitaria y coordinada.

¿Por qué los hombres fuertes tienen una danza? En primer lugar, cabe señalar que las actividades que requieren de una mayor fuerza física recaen sobre ellos y, por tanto, un hombre en sus plenas capacidades tiene que ser también un hombre fuerte. El vínculo entre la fuerza y los roles de género está muy extendido en numerosas culturas, tanto en África como fuera del continente, y en el caso concreto de los pueblos mande sí está claramente asumido que los hombres deben ser fuertes para cumplir con las tareas que tienen asignadas. ¿Para qué es necesaria la fuerza? Entre otras cosas para labrar la tierra, para arrastrar las redes de pesca, para traer piezas grandes de caza o para combatir.

Quizá la danza comunitaria haya tenido un papel relevante en la cohesión de las sociedades. No es sólo que pasar unos buenos momentos refuerce los lazos sociales; es que cuando realizas unos mismos gestos y al mismo tiempo que otras personas, tu individualidad se diluye y vives la comunidad encarnada en tu cuerpo. Por unos instantes dejas de ser “yo” y pasas a ser “nosotros”.

En las sociedades tradicionales mandé, el peso de la comunidad o de la familia es fuerte. Existen unas normas que los jóvenes aprenden de sus mayores y que les exigen respetar las estructuras sociales existentes. Normalmente, los intereses individuales quedan subordinados a los de la colectividad, que tienden a ser ante todo los de los grupos que tienen voz en estas comunidades (los varones adultos, los ancianos y las ancianas).

Esta práctica, que en principio parece totalmente honorable, tiene sus consecuencias negativas como, por ejemplo, el hecho de que haya ciertos elementos culturales que atenten contra los derechos humanos (mutilación genital femenina o matrimonios forzados), difíciles de superar justamente también por la dificultad para expresarse que sufren los grupos privados de voz, como los niños, jóvenes o las mujeres.

Las danzas Dunumba (y en general, las danzas de los pueblos mandé), son rápidas y enérgicas. Por ello, otro beneficio inmediato que aporta la danza para unos hombres que deben ser fuertes, es justamente el de ayudarles a tonificarse; es un entrenamiento físico muy potente. Ello me suscita la siguiente pregunta: ¿danza de hombres fuertes o danza para ponerse fuertes? La danza aporta múltiples destrezas que realmente podrían contribuir a la supervivencia de un pueblo, si consideramos que mejora la coordinación interna del grupo, la velocidad de reacción, la agilidad, el equilibrio, el tono muscular, etc. Todas ellas virtudes muy convenientes para ser buen cazador y guerrero, un hábil pescador o simplemente alguien más resistente.

En cuanto a la rítmica, los ritmos Dunumba tienen sus particularidades. Para nuestros oídos, el tiempo está “escondido”, ya que no encontramos muchos apoyos que marquen los tiempos. Otra particularidad de estos ritmos estriba en que el tambor que se comunica con los bailarines es el sangban y no el djembe, como es lo habitual.

Hay movimientos que son característicos de los ritmos Dunumba. En uno de ellos, el cuerpo se encuentra cercano a la tierra y el centro de los movimientos son los brazos, en un gesto parecido al de levantar pesas para trabajar los deltoides y los pectorales. Podría tratarse de un movimiento mimético al de algún ave, que para los mandé constituya un signo de fuerza y poder. El buitre, por ejemplo, ha sido desde hace mucho tiempo un símbolo de fuerza que los mandé han incorporado en algunas danzas, para quedar más tarde circunscrito a unas danzas que sólo los hombres, y sólo después de haber demostrado su coraje, podían bailar. No tengo constancia de que éste sea el fundamento de este movimiento. Se trata simplemente de una hipótesis que nos permite preguntarnos acerca del origen y del modo en que se pueden transformar los movimientos con el tiempo.

Aquí tenemos una muestra de las danzas Dunumba:

Guiné Faré

Ya lo dice su nombre: Guiné es mujer y Faré es danza. Esta es una danza (s) de mujeres de los pueblos Susu y Baga, de la costa sur de Guinea Conakri.

Por Guiné Faré, podemos entender un ritmo concreto o quizá el término Guiné Faré haga mención a una serie de ritmos y danzas hechos para que festejen las mujeres.

Imaginemos que estamos aprendiendo una danza y preguntamos qué danza es. La respuesta: Guiné Faré. Pero también podríamos preguntar por una danza que están bailando unas mujeres y que también nos digan que es Guiné Faré en un sentido literal, pudiendo ser estas danzas Sinté, Yokui o Maane que también son de celebración para mujeres.

Para enredarlo todo más todavía, existe otro ritmo que se llama Yokui (a mis oídos el mismo), con unos movimientos similares. El hecho de que existan dos nombres diferentes para lo mismo ocurre también con otros ritmos y nos indica sencillamente la gran variedad geográfica que existe dentro de esta cultura. Quizá lo que se conoce como Yokui en ciertos lugares sea conocido como Guiné Faré en otros distintos. En todo caso, la confusión no importa mucho para el propósito de este trabajo, pues hay información valiosa incluso a pesar de ella. Sabemos que hay ritmos para mujeres y tenemos pruebas de que, debido a la transmisión oral, los ritmos y danzas pueden cambiar de nombre de unos territorios a otros.

En cualquier caso, se trata de una danza de celebración, alegre, que puede sonar en bautizos, bodas y otras ocasiones festivas. Es también una danza rápida y ágil, pero no está integrada por movimientos marcadamente “femeninos”, como sí ocurre con Yankadi o Djole, de las que nos ocuparemos más adelante. La razón de esta diferencia quizá sea sencilla: Yankadi es para mostrarse, para gustar a otro; Guiné Faré es para una misma.

Por ello, me parece que este Guiné Faré es para disfrute de las mujeres, no para seducir, ni para enseñar una feminidad entendida de una manera más estándar, como pausada y suntuosa. Las mujeres que veo bailando Guiné Faré me sugieren fuerza, presencia, alegría e incluso humor. Se trata de salir a bailar, dejar que vuele el alma, sonreír, disfrutar y compartir.

Si la comparamos con las danzas Dunumba, que son para los hombres fuertes, esta danza es de o para las mujeres, sin ningún apelativo y sin ninguna pretensión más que disfrutar de ella y tener un espacio propio. De Guiné Faré aprendemos que entre los pueblos mandé las mujeres tienen sus espacios propios, que se manifiestan en sus danzas, como no podía ser de otra manera para un pueblo que hace de la danza una manera esencial de expresión.

Quizá este aspecto no parezca tan relevante. Sin embargo, observamos cómo en una sociedad tradicional marcadamente patriarcal, en la que en apariencia las mujeres no tienen voz en las decisiones importantes, ni espacios de representatividad colectiva, la cultura sí proporciona ciertas vías de escape. Espacios en los que no sólo se reconoce y se celebra la valía de ser mujer; sino en los que también ellas disponen además de sus propias expresiones, codificadas en el lenguaje de la danza. Podemos decir entonces que a través de Guiné Faré y otras danzas, ellas también hablan.

Este parloteo es transmitido de generación en generación, pues en Guiné Faré encontramos a abuelas o madres bailando con sus nietas o hijas como podemos ver en este vídeo. En este otro vemos intervenciones individuales.

Yankadi – Macuru

Yankadi es un ritmo y Macuru es otro ritmo, en origen de los Susu, un pueblo que se encuentra en el suroeste de Guinea. Suelen tocarse y bailarse uno a continuación del otro y ambos son ritmos de seducción, para el flirteo, siendo el primero para chicas y el segundo para chicos. Aunque hoy en día cualquier adulto baila ambos ritmos, antaño estaban reservados a los adolescentes (ya iniciados e iniciadas, pero solteros y solteras) y con esa distinción de sexo.

Me parece interesante destacar que la danza, entre los pueblos mandé constituye un vehículo mediante el que expresan las distintas manifestaciones vitales del ser humano.

Tener pareja es un hecho de vital importancia para estas comunidades. No sólo esto: la destreza a la hora de ejecutar un baile, es motivo para considerar a alguien un buen mozo o buena moza. Y es que a través de la danza se puede valorar la fuerza, la agilidad, la coordinación, la elegancia, el ingenio, la entrega, el humor, la timidez, la salud, etc.

Yankadi – Macuru, supone un momento en el que jóvenes de distintas aldeas, en edad de buscar pareja, se pueden encontrar. La comunidad lo sabe, lo reconoce y le da espacio en forma de danza. La danza permite ese encuentro, intercambio de miradas y sonrisas. Ahora bien, teniendo en cuenta que existen los matrimonios forzados entre los pueblos mandé, no parece que tenga mucho sentido generar espacios para que los adolescentes se conozcan y se pretendan, si al final no son libres de elegir. Entonces, o el significado de estas danzas es otro o, aunque haya matrimonios concertados, hay otros que no lo son y entonces sí poseen sentido estas prácticas.

Observando los movimientos de Yankadi y de Macuru, podemos entrever qué está asociado a la feminidad o a la masculinidad para los pueblos mandé. Lo femenino, según la cadencia y movimientos de Yankadi, recae en lo grácil, en lo sinuoso y en la lentitud; pero no por ello resulta carente de fuerza, de energía y de presencia. Lo masculino, según la cadencia y movimientos de Macuru, recae en la agilidad, la potencia, la velocidad y en la gracia; sin carecer, no obstante, de elegancia, ni de sutileza. Volvemos a ver en Macuru, la esencia Dunumba: hombres fuertes, hombres valorados; pero con una diferencia. En Macuru, hay que gustar al sexo opuesto. Se busca pareja y la fuerza juega su papel. Los Dunumba lo bailan hombres que pueden estar ya casados y, aunque la fuerza es buscada y apreciada, no se hace aquí alarde para conquistar. En Macuru sí.

Hay otro aspecto sobre el que podemos reflexionar a partir de Yankadi – Macuru y es sobre la dualidad femenino – masculino. Como las culturas que consideran al género únicamente de manera binaria son mayoritarias, ello quizá nos pase desapercibido y nos parezca una clasificación de lo más natural. Sin embargo, considerando que el género es una construcción cultural, tenemos aquí también un ejemplo de una sociedad que vincula al hombre con la masculinidad y a la mujer con la feminidad, y en la que, al menos considerando Yankadi – Macuru, no existe nada más fuera de este binomio.

¿Encontramos estos roles tan definidos en la sociedad de los pueblos mandé? A mi modo de ver, sí, como generalización. En las culturas más tradicionales, se supone que el hombre tiene una posición de dominación sobre la mujer y ésta queda relegada en muchos casos al cuidado de sus familias, a las labores domésticas y a trabajos específicos en el campo o en la pesca, sin posibilidad de tener propiedades y con muy poca voz ni dentro de casa, ni en la sociedad.

En las sociedades más modernas pueden verse también estos roles tan marcados. ¿A cuántos hombres tendremos que preguntar si saben cocinar para encontrar a uno solo? A mujeres, seguramente a la primera. ¿A cuántas mujeres tendríamos que preguntar para encontrar una dueña de un negocio? ¿A cuántos hombres? Es cierto que como todos los pueblos, los mandé van con los tiempos y podemos encontrar cambios de rol que ya no parecen ser únicamente la excepción que confirma la regla. Prueba de ello es que cada vez hay más mujeres dueñas de sus negocios, con independencia económica, que ya no desean casarse.

Nunca he podido presenciar estos bailes como propiamente bailes de seducción, pero aquí dejo constancia de un Yankadi – Macuru bailado en escenario.

Soko

Según varias fuentes, Soko es un ritmo originario de la región de Faranah, en Guinea Conakri, del pueblo Komanko. Hoy día es un ritmo muy extendido que se escucha, baila y se aprende con frecuencia. Las fuentes disponibles apuntan a que en origen Soko era un ritmo vinculado al tránsito de la niñez a la madurez de los niños (varones) y particularmente relacionado con la circuncisión. Este proceso se denomina comúnmente
“iniciación”. Soko no es el único ritmo relacionado con este evento. Tenemos también otros, como, por ejemplo, Soli, Saa, Kala, Kankanba o Toro. Toro, según el informante gambiano Kebba Bojang, es un ritmo con el cual los niños aprenden los valores del respeto durante la iniciación. La cantidad de ritmos asociados a la iniciación puede darnos cuenta de lo importante y complejo que es este proceso para los pueblos mandé.

En relación a esta iniciación, Soko puede aparecer en distintos momentos, según la aldea. Por ejemplo, Soko puede ser el ritmo que suene meses antes de que el ritual de circuncisión se celebre, avisando a las familias con “bilakoros” (niños sin circuncidar) para que vayan preparándose. Según otras fuentes, Soko sonará sólo el día previo a la circuncisión, día en que afeitan la cabeza de los que serán circuncidados y en el que se les obsequiará con regalos. Otra versión cuenta que Soko suena el día en el que se reúne el consejo de ancianos para decidir la fecha en la que tendrá lugar la circuncisión, para anunciar el acontecimiento. Este mensaje se difunde gracias a los bilakoros que viajarán entre las aldeas para pregonarlo.

A estos niños se les recibe hospitalariamente, se les ofrece comida y un techo para dormir en caso de que la noche los sorprenda lejos de su hogar.
Existe una fuente que explica que Soko está vinculado a los hombres que han demostrado ser valientes y que solamente ellos pueden bailarlo. Si relacionamos esta idea con la circuncisión, quizá Soko sólo pueda ser bailado por aquellos que han pasado por la cirugía altivamente. De hecho el niño, para hacerse adulto tiene que dar muestras de virilidad y una de ellas es recibir el corte sin mostrar señales de dolor.

Incido de nuevo en que es difícil tener una certeza plena sobre el origen y significado de todos estos ritmos, ya que nos encontramos dentro de una cultura basada en la transmisión oral. Por ello, varios pueblos pueden atribuirse la autoría de una misma danza, un mismo ritmo puede sufrir variaciones, la manera de bailarlo puede ser diferente entre regiones e incluso el significado del ritmo o la ocasión en la que se ejecuta, puede variar también como ocurre con Soko.

La iniciación obedece a unas pautas marcadas que conocen bien los ancianos. Ellos se encargan de enseñar a los niños cómo deben comportarse para ser adultos, qué responsabilidades tienen que asumir, cómo han de tratar a las mujeres y qué es lo que se espera de ellos. Los niños, acompañados únicamente de los ancianos, deben irse al bosque o a algún lugar apartado, en el que pasarán todo el tiempo necesario sin recibir visitas.

Deben vestirse con unas ropas adecuadas, por ejemplo, con una camiseta blanca y de algodón. La alimentación también es particular. Hay un cuidado especial por evitar que los espíritus que se alimentan de la sangre, o que aprovechen las heridas para entrar en los niños, y que no se lleven a ninguno. Son los ancianos quienes saben cómo hacer todo ello y aquí entran en juego las danzas y los ritmos.

Diversos cantos que acompañan a Soko incluyen en sus letras la palabra “bilakoro”; es decir, les hablan a estos niños que todavía no están circuncidados, que aún no son hombres. Por supuesto, los niños tendrán que bailar Soko en algún momento de este proceso.

No he encontrado ningún documento gráfico con Soko bailado por estos bilakoros, pero sí dejo aquí un Soko en un contexto urbano y otro sobre escenario y con grandes artistas.