Los Baatombu de Benin (V). Creencias y rituales en torno al nacimiento

Los Baatombu de Benin (V). Creencias y rituales en torno al nacimiento

Escrito por Gerardo José Cámara Aizcorbes, profesor de Enseñanza Primaria y alumno del Curso Cultura y Pensamiento de los Pueblos Negros

El nacimiento entre los baatombu

Los baatombu no planifican los nacimientos. Para ellos, una de las finalidades del matrimonio es una generosa procreación. Sin embargo, sí se realizan a veces abortos, cuando se trata de preservar la vida de la madre o de impedir el nacimiento de un bebé deforme, tenido por un monstruo portador de desgracias. En la tradición baatombu se ha rechazado siempre la aparición de seres físicamente imperfectos, actitud justificada a sus ojos por una simple idea: un ser inútil, por alguna deficiencia física que lo incapacitara, debía desaparecer, privándolo de una existencia incómoda que haría de él una pesada carga para todos.

Reconocimiento a una mujer baatombu embarazada.

Las creencias tradicionales también distinguen nacimientos “buenos” y nacimientos “malos”. El nacimiento de gemelos, por ejemplo, es considerado una bendición. Por el contrario, los partos que discurren según las normas establecidas por la tradición traerán mala suerte al clan. A esos niños se les consideraba portadores de desgracias y se les eliminaba. Ejemplos de niños “malditos”: los que nacían de nalgas, aquellos en cuyo parto moría la madre o aquellos a los que les nacían antes los dientes de arriba que los de abajo. Afortunadamente, en la actualidad esta mentalidad está cambiando.

La religión baatombu explica que en tiempos inmemoriales Gusunu les enseñó a enterrar el cordón umbilical después de cada alumbramiento. Gusunu quiso crear la flor del hombre. El cordón umbilical es en el ser humano lo que la flor es en los árboles.
Este conducto es lo primero que se constituye en el vientre de la mujer y es anterior a la persona como ser vivo. En las plantas, una vez que el fruto aparece, la flor no sirve para nada, se desprende y es el fruto el que permanece. Igual ocurre con el cordón umbilical.
Al principio forma parte de la matriz y, cuando el niño sale a la luz, se desprende por sí mismo. Después, junto a la matriz, se le entierra en un lugar húmedo. Si la flor del hombre se entierra en un lugar seco, el calor la secará y su fruto sufrirá toda su existencia enfermedades y desgracias. El cordón y la placenta se colocan bajo la ducha, porque allí conservarán la humedad todo el año. De esta forma, el nuevo ser humano encontrará en la vida toda clase de bendiciones, serenidad y prosperidad. Un trocito de cordón umbilical será guardado en una bolsita o cajita y su dueño la llevará siempre consigo.

Para los baatombu tener muchos hijos supone una inmensa fortuna. El nacimiento de un hijo es acogido normalmente como un acontecimiento feliz, no hay mayor riqueza que las personas.
El nacimiento de un bebé es celebrado con alegría por todo el mundo. El padre buscará alimentos de toda clase para celebrarlo. A los cinco días irá a ver al adivino para hacerle las preguntas que le interesen sobre el niño. El adivino, después de un ritual, le dirá como será su hijo y si es portador de buena o mala suerte. Si el bebé es portador de malos presagios el adivino indicará a su padre cómo corregir estas señales, qué sacrificios tendrá que efectuar y a qué espíritu habrá de ofrendarlos. En estos casos el padre guardará absoluto silencio y no comunicará nada a nadie.
La esterilidad es una de las mayores desgracias que le puede ocurrir a una mujer baatombu. Será repudiada por el marido y excluida de la sociedad. En la tradición baatombu el hombre nunca será infértil. La culpabilidad siempre recaerá en la esposa.
Esta mentalidad está cambiando en la gente joven.

La elección del nombre

La tradición estipula que a los niños se les ponga el nombre de un ancestro, de un bisabuelo o de un abuelo. Este principio es tradicionalmente aplicado a los chicos y sólo excepcionalmente a las chicas.
Los baatombu creen que, cuando alguien fallece, el vacío que deja es llenado por la encarnación del difunto en un nuevo niño. Cuando un joven deja esta vida por una enfermedad, adjudican su nombre al niño que nace en los días inmediatamente siguientes a su desaparición. Piensan que Dios, Gusunu, envía al nuevo nacido para reemplazar a quien ha abandonado la vida. Esta costumbre no se aplica en el caso de muertes brutales o la debidas a un grave accidente.
Otra costumbre muy extendida entre los baatombu consiste en poner el nombre según una jerarquía, el orden que se ocupa en el nacimiento. Si es una chica la primera en nacer se le llamará Ño, la segunda Baké, la tercera Bona… y si es un chico el primero recibirá el nombre de Woru, el segundo Sabi, el tercero Bio, etc. Los chicos tienen un rango y las chicas otro, yendo ambos por separado. Por ejemplo, si hay dos varones en la misma familia y nace una niña, como es la primera se la llamará Ño, o al contrario si hay dos niñas y nace un niño, por ser el primero se le llamará Woru.
El nombre elegido puede recordar también un lugar, un acontecimiento o una circunstancia particular asociados al momento del nacimiento. Por ejemplo, el nombre Gaanni indica que el nacimiento ha tenido lugar el día de la fiesta de la Gaanni.

El bebé recibe el nombre el mismo día de su nacimiento. Al séptimo día de este acontecimiento se realiza una ceremonia denominada Diruyararu. Esta fiesta celebra el final de la prohibición a la madre de realizar actividades físicas que requieran de gran esfuerzo. Para esta ceremonia, si el bebé es un niño, la familia prepara pasta de mijo acompañada de carne de gallo; y, si por el contrario, la recién nacida es una niña, la carne de pollo acompaña a la pasta de mijo. Padres y amigos acuden a saborear esta comida y a celebrar el acontecimiento.

La designación del nombre entre los wasangari

Los wasangari, la nobleza baatombu, añaden un toque adicional a la hora de elegir el nombre del recién nacido, a fin de diferenciarse del pueblo llano.

En la corte de Nikki existe una administración encargada de poner los nombres. Esta institución en realidad impone el nombre en una segunda datación. El primer nombre sigue el mismo principio general que entre el resto de los baatombu. La encargada de realizar esta ceremonia es una mujer de la familia del Rey, conocida con el nombre de Yon Kogi. Ella es la responsable de guardar y utilizar las navajas sagradas, responsabilidad que le otorga el soberano. Estas navajas son las únicas que pueden legitimar a un auténtico wasangari.

La segunda imposición del nombre tiene lugar en la adolescencia. En la fiesta de la Gaanni el muchacho o la muchacha wasangari acuden a Nikki. Al día siguiente de esta fiesta, es el día de Kaayesi. Ese día los wasangari preparados para recibir el segundo bautismo van al domicilio de la Yon Kogi, para allí ser “rasurados”. El afeitado certifica públicamente la pertenencia a la nobleza. Al mismo tiempo, esta ceremonia abre la puerta para posibles nominaciones a puestos de dignidad o Gobiru, resultando de hecho un tercer bautismo. No se puede acceder a una distinción nobiliaria sin haberse sometido antes a la legislación pública de la Yon Kogi.

El repertorio de nombres wasangari recuerda la disposición natural de los baatombu para la caza. Utilizan nombres de animales de la sabana en los cuales reconocen alguna particularidad: belleza, fuerza, astucia… Sime corresponde a cocodrilo, Gunu al león, Koto a la hiena, Yaru al búfalo…
Algunos nombres destacan la simbiosis que los baatombu mantienen con su medio ambiente: Kora hace referencia al río Níger y Saka a un árbol.
La ceremonia de imposición del nombre wasangari, presidida por la Yon Kogi, requiere algún gasto, simbólico en el origen. Actualmente ha evolucionado a una concepción mercantilista, que ha corrompido bastante esta tradición. Esta mercantilización ha enturbiado la pureza de los actos de la Yon Kogi.