Los Baatombu de Benin (VI). Creencias y rituales en torno a la muerte

Los Baatombu de Benin (VI). Creencias y rituales en torno a la muerte

Escrito por Gerardo José Cámara Aizcorbes, profesor de Enseñanza Primaria y alumno del Curso Cultura y Pensamiento de los Pueblos Negros

Los baatombu conciben la muerte como el tránsito desde el mundo terrenal al país de los antepasados. Se considera un acontecimiento feliz, cuando llega en la ancianidad, porque de esta forma el individuo se acerca un poco más a su plenitud. En cambio, se vive como una desgracia cuando sucede en la niñez o en la juventud.

A través de la muerte se ingresa en el mundo de lo invisible y se inicia el camino hacia la sabiduría plena. El que se ha marchado y se adentra en el mundo de los ancestros sigue vivo. Continúa presente en medio de su familia, a la cual protege y enseña todo lo necesario para que sus miembros puedan llegar a su encuentro.

El objetivo en la vida es llegar a formar parte de los antepasados. Pero no todo el mundo puede alcanzar ese status. ¿Quiénes pueden ser antepasados? ¿Qué hay que hacer para conseguirlo? La respuesta es muy fácil y muy difícil al mismo tiempo. Se logra alcanzando la vejez. La muerte ideal para un baatombu es la que se produce al llegar a viejo/a. Hay que haber vivido muchos años, tener hijos, tener descendencia y poder decir entonces: “yo ya he vivido y he cumplido con mis obligaciones, preparo mi muerte y me puedo marchar al mundo de los antepasados”. Cumpliendo
estos requisitos cualquier baatombu, una vez fallecido, entrará inmediatamente en el mundo de los antepasados. Se realizarán entonces grandes funerales para celebrarlo.
En cambio, una muerte brusca, como la de una mujer al dar a luz, el fallecimiento de un niño, el de una embarazada o el de un joven, o la provocada por una picadura de serpiente o un suicidio son consideradas una mala muerte. Esa persona no entrará en el mundo de los antepasados y, por consiguiente, no se habrá celebración alguna en su recuerdo.

Los ancestros intervienen en la vida de los vivos. Por ello, se les concede mucha importancia a los funerales. El funeral consiste en una reunión familiar, en donde se lleva a cabo una celebración en memoria del difunto. El objetivo de esta celebración es atraer el favor de los difuntos del clan, para que no se enojen y no traigan desgracias a la familia. Este acto fúnebre pretende demostrarles a los ancestros que no se les olvida, que se les sigue recordando, aunque haya pasado mucho tiempo desde su partida, para que así ayuden y protejan a la familia desde el otro mundo. El olvido de los difuntos sólo provocará desdichas. Los baatombu interpretan las acciones de los vivos como motivadas por las continuas intervenciones de los muertos.

Los funerales que se celebran inmediatamente después de la muerte (Goobeko) o los que se efectuan algunos años más tarde (Gooyeeru o Gookpeeru) no se conciben como una muestra de gratitud, sino como un modo de rendir homenaje a los difuntos y a su familia y presentar el pésame a todos sus miembros.

En la preparación de los funerales debe participar toda la familia, aportando cada uno según sus capacidades. El anciano o la anciana del clan dirigirá los preparativos y dirá: “vamos a dar de beber a nuestro antepasado. Hay que fijar juntos la fecha y la contribución de cada uno.” La familia del fallecido se prepara para recibir a todos los que vengan a saludarla. Vendrán los amigos del pueblo y los de los pueblos vecinos con la intención de animar a los miembros de la familia y consolarles. Esa es la tradición. Los amigos vienen por la amistad que les une a la familia y ésta no les puede dejar marchar sin más. Les tendrán que acoger e invitarles a comer y beber lo mejor que puedan. La familia del difunto se sentirá en la obligación de ofrecerles carne. La práctica más habitual es sacrificar una vaca o un buey. Así habrá carne abundante para los invitados durante el tiempo que duren las ceremonias. Si no se celebra correctamente un funeral, la vergüenza permanecerá para siempre en la familia y el muerto expresará su descontento provocando desgracias entre sus miembros.

La muerte de un gemelo es objeto de un rito especial. Si una mujer da a luz gemelos y uno de ellos muere, nadie dirá que ha muerto, sino que ha vuelto a la calabaza. Para reemplazarlo se le encargará a un buen artista la talla de una estatuilla de madera que lo represente. La estatuilla se colocará junto a una calabaza y se le dará de comer la carne de una gallina y queso blanco. Luego se sacrificará la gallina delante de la casa y se asperjará con la sangre la entrada y la imagen de madera. A esta última se le pegarán además las plumas de la gallina. Se le practicará una abertura y se le da de comer de todo lo que se ha preparado. La comida que sobre será repartida entre los niños.

Dentro de la cosmovisión baatombu la muerte es conocida también como una persona con nombre propio: Go Bio Katara, que se levanta cada mañana para cumplir con la misión que se le ha encomendado

Los baatombu realizan sacrificios para mantener a la muerte alejada de de sus frágiles vidas. De la muerte nadie se puede librar. No descansa nunca. Pero sí existe la posibilidad de poder evitarla temporalmente. La fiesta del “Doon Konru” tiene esa finalidad: espantar la muerte de la familia y del poblado. A principios de la estación de lluvias, el jefe del pueblo y el adivino salen al anochecer acompañados de todos los jóvenes y niños de la localidad y se dirigen hacia el Oeste. Allí pronuncian una oración por los difuntos y para que la muerte se mantenga a buena distancia de sus residencias. Posteriormente el adivino enciende un fuego. Cada uno de los asistentes prende con este fuego un manojo de paja que luego llevan en la mano. Transportando así el fuego, marchan hacia el ocaso, donde habitan la muerte y las calamidades, y allí lo arrojan para hacerlas huir lo más lejos posible.

Altar baatonnu donde se hacen sacrificios a los espíritus del lugar. (Nikki)

Los muertos conviven con los vivos, aunque no se les vea. Son dos mundos superpuestos. El mundo visible y el invisible se hallan interconectados. Los difuntos condicionan la vida de los vivos y se comunican con ellos a través de los sueños.
Una abuela, por ejemplo, puede transmitirle un mensaje a su nieta mientras ésta duerme. Puede hacerle una pregunta, darle un consejo o recomendarle hacer tal o cual sacrificio.

Cuando alguien muere se va enseguida a casa de Gusunu (Dios). Gusunu le pregunta por lo que ha hecho durante su existencia en la Tierra y después lo deja volver al lugar donde residió en vida. Una vez en casa, observa los cambios que se han producido durante su ausencia y, si alguien duerme, hablará con su espíritu.
Cuando el difunto se ha enterado de todo lo que ha ocurrido mientras ha estado fuera, vuelve de nuevo a la mansión de Gusunu. Así, los antepasados van y vienen durante un tiempo entre las chozas y sus moradores y la casa de Gusunu hasta el momento en que se reencarnan finalmente.

Entre los baatombu encontramos dos concepciones de la muerte. Hasta ahora hemos hablado de cómo entiende la muerte el pueblo llano. La nobleza, los wasangari, conciben la muerte desde otra filosofía muy diferente.

Como guerreros que siempre han sido, los wasangari tienen un sueño: triunfar o morir durante un enfrentamiento armado. Piensan que su alma no le interesa a Dios, porque se la vendieron al Diablo, a cambio de algunas glorias y beneficios terrenales. En la muerte se les ofrece la misma sepultura impersonal que al esclavo sin identidad y sin familia: la tumba rectangular, rápidamente preparada y sin grandes precauciones (recordemos que la tumba baatombu es cuadrada). Pero las circunstancias que acompañaron su muerte serán narradas una y otra vez, embellecidas y enseñadas en las escuelas de los griots, para que todo ello no se olvide nunca y el difunto pase a la posteridad. Siempre será recordado por su valentía y sus grandes hazañas.

Guerrero bariba de Niki 1900