Los Baatombu de Benin (VII). Su filosofía de la vida

Los Baatombu de Benin (VII). Su filosofía de la vida

Escrito por Gerardo José Cámara Aizcorbes, profesor de Enseñanza Primaria y alumno del Curso Cultura y Pensamiento de los Pueblos Negros

Lo que más me llamó la atención durante el tiempo que viví con los baatombu fue su idea de la fragilidad de la vida.

Esta fragilidad condiciona todo su pensamiento tradicional. La vida es volátil, pasa fugaz. La existencia es muy liviana en África y el mínimo soplo se la lleva. Por eso se dice que tiene un bajo precio, no por falta de aprecio, sino por su debilidad. Cuando alguien vive desde su infancia bordeando los precipicios, saca de sí lo más preciado y esencial y deja de lado las florituras y adornos que, a su entender, no responden a ninguna de sus necesidades vitales. Todo es de paso. No hay nada que nos garantice la permanencia, la estabilidad. En la cultura baatombu no hay nada que permanezca: ni monumentos, ni construcciones, ni mausoleos… todo es transitorio, nada es eterno. Todos sus cuentos y mitos van en esa misma dirección. Ahora estamos aquí, mañana nos habremos marchado. De ahí que todo se celebre. Las etapas de la existencia son escalones que avanzan hacia la plenitud de la ancianidad y de la unión con los antepasados. Cada etapa es motivo de alegría y de celebración.

Desde mi punto de vista, éstas serían las características más importantes de la cultura baatombu: la preocupación constante por la unidad, el consenso, la existencia como movimiento continuo, la futilidad de la vida, la controversia entre los valores de la tradición, el respeto a los antepasados, la armonía entre el mundo visible e invisible, la transcendencia y la religiosidad, la importancia del trabajo, el honor, el buen humor y la alegría.

El batombu tiene buen humor. Es alegre y celebra la vida y la muerte. Es
amigo de gastar bromas, de ponerte en situación incómoda sin querer ofender, pero sí de sondearte maliciosamente. Es un vivo, astuto. Se entrena en la astucia con la que resuelve buena parte de sus problemas. Ésta es la mejor actitud para enfrentarse a la existencia cotidiana; nada fácil en la sabana. Todo se celebra comiendo, bebiendo y danzando. El hombre y la mujer baatombu no son de muchas palabras, excepción hecha de los saludos, que pueden resultar interminables. Los relatos y los cuentos son cortos van enseguida al grano y no se pierden en florituras de imágenes
y detalles.

El valor más apreciado es la fidelidad, fidelidad a los antepasados, a la palabra del anciano, fidelidad a los espíritus. Es un terreno sagrado en el que no se admiten componendas o negociaciones. La fidelidad es seguridad y garantía de salvación.

El hombre y la mujer baatombu viven inmersos en la cultura legada por sus
mayores. Su mayor preocupación es el campo y la caza. El respeto a la tradición es fundamental, es la herencia más preciosa que hay que cuidar y nunca se puede olvidar. Quien respeta la tradición también es respetado por la sociedad. Pero quien incumpla las leyes que han pasado de generación en generación será marginado. La tradición es una garantía. Pero también un peso del que es muy difícil librarse, porque no se acepta la novedad ni la aventura de lo nuevo. Todo cambio pone en peligro lo que se ha hecho durante generaciones.

La fraternidad y la amistad son valores muy queridos. Para ello, hay que crear lazos de unión entre los vivos, con los muertos y con Dios. Estos lazos se crean con las ofrendas, la ofrenda es imprescindible para mantener la fraternidad y conviene saber el presente que hay que ofrecer. Todo está estipulado minuciosamente y una ofrenda insuficiente puede ser recibida como una ofensa. El don obliga tanto a la persona que lo entrega como a la que lo recibe, porque, cuando llegue su turno tendrá que regalar algo más de lo que recibió.

Uno de los bienes fundamentales de la cultura baatonnu es la cohesión y la
solidaridad de la familia, que hay que esforzarse por preservar a toda costa y que tiene su raíz en los antepasados. Éstos siempre están presentes protegiendo a sus miembros.

Toda la vida está impregnada de transcendencia y religiosidad. El baatonnu expresa su fe en Dios, Gusunu, creador del Universo, de las gentes y de los espíritus; presenta oraciones y sacrificios a los antepasados y cree y se relaciona con espíritus más poderosos que él, que hacen de intermediarios entre el ser humano y Gusunu. Los espíritus, los Bunu, residen en los bosques, árboles, ríos y montañas próximos de los pueblos. Son espíritus que permanecen en un lugar concreto, donde reciben culto de sus habitantes. Existe una tensión en la relación de los baatombu con estos seres transcendentales, la cual aparece expresada en muchos cuentos.
Estas fuerzas extrañas y poderosas producen dichas y desgracias. La relación con los espíritus es el intento del hombre por domesticarlos. La veneración y culto a los antepasados es otro de los aspectos de la religiosidad que da sentido a la vida de los baatombu.