Los sonidos del imperio de Mali (I). Las calabazas

Los sonidos del imperio de Mali (I). Las calabazas

Escrito por Judit Torrent Navarro. Enfermera y Técnica de Cooperación. Alumna del Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros

Introducción

La vida de cada uno y las experiencias que le han marcado nos conducen a ser lo que somos y a pensar en lo que nos gustaría haber sido. Cierto hechos de de mi vida me llevaron a África Occidental y desde allí a la cooperación internacional. A través de las calabazas, los ngonis y las koras me acercaré a África Occidental, a una pequeña parte de la tradición musical del mundo mandé, que ha regido su historia, convive con su presente y espero que acompañe su futuro.

Me acercaré a un África que parece que se ha ido desarrollando sin perder sus costumbres más arraigadas, costumbres que se van difuminando entre las nuevas generaciones. Aunque tradición y modernidad quieren fundirse, aún hay muchas personas que se resisten a negar las herencias de sus ancestros.

Recuerdo una conversación que mantuve con Nino Galissa Kouyate,
después de una mañana de talleres sobre Música e instrumentos de África
Occidental, que nos llevaron a reflexionar sobre su propia historia:

Judit, lo que explicamos en estos talleres muchos niños de mi tierra no lo saben.No saben su historia, el respeto que deben a su gente. Me robaron la kora en Bissau. Ya no se sabe el significado de la kora, de lo contrario no lo habrían hecho.

¿Tendrían estos hechos que alarmarnos? ¿Tenemos derecho a reclamar la
memoria tradicional de otras culturas, cuando sabemos bien poco de la nuestra, o simplemente no la tenemos en cuenta? Mi respuesta personal es que sí. Hemos de alarmarnos delante del olvido. Hemos de reclamar la memoria histórica, las tradiciones, las de otros y las nuestras. Nosotros no sólo existimos por nuestros padres. Nosotros somos lo que somos por los sentimientos transmitidos de generación en generación. Así, me atrevo a afirmar, que la historia es sentimiento.

Para luchar contra este olvido, iniciamos hoy nuestro recorrido por la tierra mandé, hogar del antiguo Imperio de Mali, por de las regiones que ahora comprenden Mali, Guinea Bissau y Gambia, y por las etnias bambara y mandinga.

Calabazas

La calabaza es un elemento clave en la vida y la música de África. Es un utensilio doméstico, un objeto ritual y, a la vez, de percusión. Forma parte, en todas sus formas y tamaños, de otros instrumentos, siendo parte indispensable de muchos de ellos.

Al hablar de instrumentos africanos nuestra mente nos dirige a la percusión de los tambores, sobre todo al djembé y a sus sonidos secos , que nos conectan directamente con la tierra, transmitiendo una energía provocadora, que invita al inevitable movimiento del cuerpo.

La sorpresa viene cuando introduces la calabaza explicando que es también, un instrumento de percusión y que además forma parte, en todas sus formas y tamaños, de otros instrumentos, siendo parte indispensable de muchos de ellos, como por ejemplo el balafón, donde las calabazas son situadas debajo de las láminas , formando la caja de resonancia de cada una de ellas.

Denominada bará en Mali y Burkina Faso, toma forma de tambor, al recortarse su parte superior, que se cubre con piel y se tensa con la ayuda de cuerdas buscando su sonoridad.

En Guinea Bissau la encontramos en forma de tina, siká o tambor de agua, y es percutida boca abajo dentro de este elemento, generalmente con las manos.
Es muy usada en forma de shekere. Se recubre con una red tejida con semillas o cuentas, al ser sacudida estas percuten la calabaza dándole el sonido característico.

En la mayoría de cordófonos, la calabaza es la caja de resonancia, el cuerpo a través del cual se amplifican y modulan los sonidos transmitidos por la vibración de las cuerdas. Entre ellos encontramos el bolon, el simbi, la kora, el djeli n’goni, el donso n’goni y el kamelé n’goni, algunos de los instrumentos de mandé (1).

Estos instrumentos, apodados por nosotros arpas, laudes o cruce de ellos, nos envuelven con sus sonidos dulces, inéditos y no imaginados, gracias a la calabaza, a la tensión de las cuerdas y a las manos de los hombres que las tocan.

Útil e imprescindible en todas las casas, ofrece momentos de diversión al caer la tarde. Cuando todos los quehaceres domésticos ya han sido realizados, deja de ser un mero contenedor. Las mujeres la invierten y la percuten directamente con las manos, apoyada en el suelo o dentro de un recipiente lleno de agua y acompañándola con palmas y canciones.
De hecho, se dice que fueron las mujeres quienes descubrieron su sonido y valor como instrumento.

En su uso doméstico puede ser una cuchara o un vaso, un recipiente para los alimentos, el agua y la ropa. Simbólicamente participa en acciones rituales, acoge el ajuar de las futuras esposas y puede llenarse de hortalizas para celebrar la buena cosecha y en las bodas. Llena de leche, ayuda a elegir el nombre del hijo que vendrá. Es el continente de los elementos varios que forman el sacrificio de un ritual, es femenina, es un símbolo de fecundidad y prosperidad.

Algunas creencias yoruba le dan una visión cósmica y le atribuyen la creación del Universo. Las calabazas representan la esencia masculina y femenina, el cielo y la tierra, incluso hay leyendas que nos cuentan que los humanos surgimos de sus semillas.

Los fulas, fulanis, fulbe o peuls, tienen hasta 23 maneras distintas de nombrarla, dependiendo de su forma, tamaño y función.

La calabaza es un objeto proverbial. Pragmática, filosófica y llena de significados, movimiento y sonidos, tanto terrestres como celestes. Así, la Lagenaria siceraria, especie tropical de la familia de las cucurbitáceas, tiene un nombre por cada cultura que la utiliza, pero podemos decir que, en todas ellas, su uso es común: dejar secar su interior y vaciarlo para luego darle el uso deseado. Su interior rara vez se consume, pero puede usarse como infusión con propiedades beneficiosas para el sistema digestivo.

La planta, que se cree originaria de África, tiene dos subespecies, una en América y otra en Asia y hay distintos estudios para determinar su paso de un continente a otro.

Los biólogos explican su viaje hasta América con dos hipótesis. O bien cruzó el estrecho de Bering con los primeros habitantes del continente, o bien, flotó por el Atlántico, hasta llegar a las costas del nuevo mundo. No hay que olvidar que estos frutos pueden flotar periodos tan prolongados como dos años sin que se altere su capacidad de germinación.

En tumbas egipcias se han encontrado ejemplares que datan de 3500 a 3300 a. de C., también en entierros peruanos fechados aproximadamente en 3000 a. de C. y en cuevas de México de aproximadamente 7000 a. de C.

Calabaza de agua. Foto de la autora

El regalo (Ki ladia). Cuento Bambara

El viejo Youmanké “hombre que hace buenas cosas” va a visitar al hijo de su recién fallecido amigo. En el poblado es muy bien recibido, Cena exquisitamente y, como agradecimiento, Youmanké deposita en la calabaza donde le han servido la comida varios cauris. Regala otros tantos a los grandes del pueblo, que usan para comprar enseres varios, según sus prioridades o necesidades.

El hijo de su amigo está realmente disgustado porque no recibe ningún
cauri ni otro presente de su huésped.

La noche antes de partir, el pueblo organiza una fiesta para Youmanké
dónde se come, toca y baila al son de” Niègoya magni” (no desees cosas
malas a los otros, pues pueden ir contra ti).

Al día siguiente, Youmanké se despide y, disculpándose porque ya no tiene más cauris para ofrecer, le regala al hijo de su amigo lo último que su bolsa contiene, la semilla de una calabaza y después, toma el camino de vuelta a casa.

El joven, enfadado, tira la semilla al suelo y su hermano pequeño la recupera atónito ante el comportamiento de su hermano, al que recrimina, recordándole que no es correcto despreciar un presente.

El hermano pequeño planta la semilla y con los años obtiene unas calabazas grandes y hermosas. Recoge una y la parte por la mitad. Nadie puede esconder su sorpresa al ver que está llena de cauris. El hermano mayor le recuerda inmediatamente, que esas calabazas son suyas ya que Youmanké le regaló, a él, la semilla.

El hermano pequeño no está de acuerdo y propone ir a ver al hombre
grande del pueblo, al sabio más sabio, para que haga justicia.

El hombre grande dictamina que las calabazas son del hermano pequeño, y recuerda que según las normas de hospitalidad no se debe esperar nada de un huésped, pero, aun así y para evitar problemas familiares, sugiere a los hermanos que se repartan las calabazas.

Los hermanos así lo hacen. La mitad de las calabazas para cada uno.
Cuando empiezan a partir todas las calabazas por la mitad, solo las repartidas al hermano pequeño están repletas de cauris.

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(1) El Mandé o Manding es la región histórica o país del que nace el Imperio de Mali. Sus habitantes son los malinké (hombre de Malí) o mandinga. El grupo lingüístico manding engloba, además de a los malinké, a los bámbara, soninké o sarakolé, sosso y diula (malinké especializado en el comercio desde el siglo XIII).
“Decadencia del imperio de Mali” David García Moral pag.6.