Percepción de la muerte y rituales fúnebres en los pueblos africanos. (II) África Oriental

Percepción de la muerte y rituales fúnebres en los pueblos africanos. (II) África Oriental

Escrito por Alejandro M. Abrante García, teólogo especialista en pastoral y misionología y graduado en el Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros.

Si echamos un vistazo sobre el mapa de África, en la parte más al norte de la zona oriental, encontraremos un país llamado Yibuti. La religión dominante entre los yibutienses es el islam (95 % de la población). Los Issa, Gadabursi y los Afar combinan las creencias y las costumbres populares con prácticas islámicas. Todos los fallecidos son enterrados. No hay cremación. Según las creencias tradicionales de los afar y los issa, moldeadas por su ideología patrilineal, el alma de un difunto se une a la de sus antepasados, a quienes sus descendientes vivos recurren ocasionalmente.

Yibuti. Foto fuente: Wikimedia

Los afar fueron nómadas durante siglos y como tales mantienen ciertas tradiciones, comunes, por otra parte, a otros muchos pueblos, como la de recitar cantos y poesía en las aldeas como forma de registrar y preservar la historia de las distintas tribus. Hoy en día, aunque es raro en la Yibuti urbana, las familias cantan durante los funerales.

Existe también una danza llamada jenile, que se halla intrínsecamente ligada a la antigua religión cusita y que hoy en día se lleva a cabo durante las ceremonias a las que asisten los sufíes. Durante el baile, hay siempre una persona que se sitúa en el centro de un círculo, que también se llama jenile, y que canta mientras los otros bailarines la rodean y le hacen preguntas. Los danzantes aplauden y cantan cada vez más rápido hasta que el jenile les responde a todos.

Cuando un yibutiense muere, su esposa lo llora durante cuatro meses y diez días.
Se levanta una gran carpa para recibir a los dolientes, en donde se incluyen todos, desde los vecinos hasta los simples conocidos de los difuntos.
Etiopía, puede que sea el país más conocido internacionalmente de todo el África oriental. Es un país abrupto situado el Cuerno de África, que no carece de salida al mar y se encuentra partido en dos por el Gran Valle del Rift. Posee restos arqueológicos de más de tres millones de años de antigüedad. Es un lugar de cultura ancestral. Entre sus tesoros, podemos destacar a la ciudad de Lalibela, todo un emblema para la arqueología religiosa y uno de los símbolos del país.

Foto fuente: Wikimedia

La religión mayoritaria, practicada por más de la mitad de la población, es el cristianismo etíope, o tawahedo. La segunda religión es el islam. Aun así, todavía podemos encontrar también creencias y prácticas tradicionales.
Al igual que en otras zonas de África, aquí también se realiza una suerte de representación para simbolizar la presencia del difunto entre los suyos, sobre todo en los momentos siguientes al fallecimiento. Los miembros de su clan se reúnen para beber, comer y cantar loas en su honor, lo que se convierte en una forma de prolongar su existencia en este mundo.

Después de cavar la tumba, colocan el cadáver sobre los hombros de los danzantes que los lanzan al aire y lo llevan en una representación algo disparatada a través de las calles de la aldea. Tras esto lo envuelven en esteras nuevas que, dado que se supone que detentan un poder fecundador, se reparten más tarde las mujeres entre ellas. Los vivos tocan los cadáveres y los envuelven en mortajas nuevas y comparten con ellos algunos alimentos y ron.

En las plazas de Addis Abeba los comerciantes venden ataúdes decorados, forrados con telas de colores vivos. En muchos casos, han sido personalizados de acuerdo a las características o del nivel profesional de la persona.

En la región de masaka, en Uganda, existen unas curiosas costumbres en torno al duelo y los entierros. La ceremonia de los ritos funerarios se llama Okwabya olumbe. El cuerpo del jefe de familia debe permanecer en su casa durante al menos una noche antes de que se le dé sepultura. Se dice que es una forma de enfatizar por última vez la propiedad de la casa. Sus mitos rezan que el espíritu vendrá a perseguir a los vivos, si no le muestran el respeto que se merece.

Lalibela (Etiopía). Funerales. Foto fuente: Wikimedia

La práctica en vigor es que para un hombre el duelo dure tres días, pero para una mujer continúe otro día más, si bien todo varía dependiendo del estado y situación de la persona fallecida. Por ejemplo, las personas solteras no son objeto de rituales funerarios, aunque el cuerpo sí se lava antes del entierro.

En el caso de los bakiga, cuando muere una persona soltera se enciende un fuego, pero sólo en los bordes del recinto. Se planta un platanero junto al féretro con el fin de apaciguar el posible enfado de los espíritus, quizá enojados con el difunto por no haberse casado. Sin embargo, si se trata de un hombre casado, todo el pueblo se reúne en el recinto y prende un incendio en el medio del recinto con el fin de indicar que el fallecido ha sido el dueño de la casa. El cuerpo es lavado por sus nietos con agua recogida en una olla, sostenida en equilibrio sobre la cabeza, sin que la sujeten las manos. Luego se coloca el cadáver en un ataúd, en medio de la sala de estar y al llegar el momento del entierro, se conduce a los terrenos ancestrales para darle sepultura.

En el caso de que sea un niño el que muere, la gente no debe llorar y no se informa a familiares y vecinos de su muerte. El entierro tiene lugar el mismo día de su muerte. El padre desciende a la tumba y recibe de brazos de la madre el cuerpo envuelto en telas, en lugar de en un ataúd, aunque éste se puede usar en caso de disponer de alguno.

Si el que muere es un niño no nacido, el feto se envuelve en una tela y la placenta se separa y se envuelve a su vez en una badana de plátano. La madre no puede llorar ni asistir al entierro, ya que ello podría causar la muerte de los demás niños. No se hace ningún anuncio y el padre y otros miembros de la familia entierran al niño en el hogar.

En las comunidades kiga del oeste de Uganda, cuando alguien se suicida, el cuerpo recibe un tratamiento diferente al de quien ha fallecido por causas naturales.
Nadie puede tocar su cuerpo. Se excava un hoyo en el lugar en donde ha tenido lugar la muerte y simplemente se cortan las cuerdas, dejando que el cadáver caiga al pozo.
Nadie debe llorar y aquel a quien se le escape una lágrima mientras el cuerpo está siendo enterrado habrá de tomar luego una porción de hierbas tradicionales que les permitirá deshacerse de los malos augurios trasferidos a la comunidad por la mala acción del difunto. Además si alguien, por ejemplo, se cuelga en la casa, será enterrado en una tumba en el exterior, pero la casa será destruida.

En el caso de la muerte de gemelos, ambos son tratados como niños especiales con espíritus también especiales. En Busoga se requiere que sean enterrados por la noche, y que sus cuerpos no se pasen por las puertas de la casa. Cuando se acerca el momento del entierro, se excava un hoyo en la casa, por el cual se saca el cuerpo, mientras se entonan ciertas canciones tradicionales y se toca el tambor. Cuando muere un gemelo, la madre no llora, ya que se cree que si lo hace el otro gemelo también morirá, y no se dice que un gemelo esté muerto, sino que se ha marchando volando.

También existía una tradición consistente en que, en la noche previa a su casamiento, el rey debía recibir a una virgen de no más de 15 años para que cumpliera con todos los deberes de una esposa. La joven pasaba luego a ocupar el cargo de nakku del reino y se convertía en la encargada de realizar los más importantes anuncios, como, por ejemplo, el período de duelo que habría de seguir a la muerte del rey.

Los masai, un grupo seminómada que vive a lo largo de la frontera entre Kenia y Tanzania, son monoteístas. Creen en el dios Enkai o Engai, como un ser supremo cuyo nombre nadie más puede portar. Este nombre puede presentarse bajo la forma de Engai Narok (dios negro, bueno y benevolente) y Engai Nanyokie (Engooki, un dios rojo y vengativo que muestra la ira de dios, o diosa, pues puede tomar un carácter masculino o femenino).

Para los masai no hay otra vida después de la muerte, pero tus buenas y malas acciones pasan a formar parte de tu familia. Por este motivo, sus enterramientos son muy sencillos, impregnan el cuerpo del difunto con la grasa y la sangre de un buey, para que sean los animales carroñeros quienes hagan desaparecer el cuerpo. Se toma muy en cuenta el tiempo que tardan en devorarlo. Si lo hacen en las primeras veinticuatro horas, eso es señal de que difunto era buena persona y de que estaba libre de pecados; si ocurre en las cuarenta y ocho horas siguientes, el cuerpo estaba cargado de engooki, el cual se podía adherir a la familia. Todo ello conduce a que sea innecesario tener cementerios.

Si se va a morir el padre, antes de que fallezca se efectúa un pequeño ritual con todos sus hijos reunidos. Este ritual es conocido como “El cofre del Padre”. Durante el mismo se reparte la herencia, sin que ningún hijo se quede sin su parte. El resto de los hijos ceden al primogénito una parte de su propia herencia a fin de prevenir que el Engooki se instale en sus vidas y se lleve las pertenencias heredadas.

Un poco más al sur nos encontramos con dos pequeños países llamados Burundi y Ruanda. Son dos países muy similares, situados en la región de los Grandes Lagos, en donde conviven varias etnias: los batwa, los hema, los hima y los suajili, en Ruanda y los tua en Burundi. Pero en ambos las dos etnias predominantes desde hace más de cinco siglos son los tutsi y los hutu.

Con la danza del tambor se dan cita la poesía, los bailes y los cantos. Para su ejecución se requiere de un número impar de tambores, siempre superior a doce, colocados en semicírculo. Este ritual tiene lugar en las fiestas importante y existe la creencia de que por medio suyo se despierta a los espíritus de los antepasados y se ahuyenta a los espíritus malignos. El Kubandwa es uno de los festivales religiosos más importantes. En él se celebra la cosecha del grano y se rinde homenaje a Kiranga, el espíritu que lidera a todos los ancestros fallecidos.

Para los pueblos de Malawi, como para los de Mozambique, la muerte constituye meramente un viaje de renacimiento en el mundo del espíritu. El difunto se ha marchado para unirse a los antepasados, y el único cambio importante es que su cuerpo se descompone, para paulatinamente entrar, junto con su espíritu, en el estado de la plenitud consumada.

Una parte importante de su cultura se halla conformada por sus danzas. Por eso, la música y las danzas tradicionales se hacen visibles en los ritos funerarios, así como en otro tipo de rituales. La danza tradicional más conocida es la Gule Wamkulu, llevada a cabo por las tribus chewas. Era a la vez un culto secreto de hombres iniciados y una danza tradicional.

Los bailarines llevan trajes y máscaras hechos de madera y de paja, representando a una gran variedad de personajes, tales como animales salvajes y espíritus de los muertos. Cada uno de estos personajes desempeña un papel particular, a menudo malvado. Los danzantes despliegan una energía extraordinaria, entreteniendo y asustando al público como representantes del mundo de los espíritus y de los muertos.

Foto fuente: Wikimedia

Cuando una persona muere, los bailarines enmascarados irrumpen en el funeral para dar la bienvenida a los difuntos al mundo de los espíritus.
Desde cualquiera de estos dos países, podemos saltar a las Islas Mauricio, Schelles y Madagascar. En Isla Mauricio, no hay religión oficial, ya que su población es muy diversa.Si bien dentro en esta diversidad religiosa, las más abundantes son hindúes y tamiles. De ahí que no tenga constancia de rituales tradicionales, que se alejen mucho de las religiones mayoritarias.

Sin embargo, en las Islas Seychelles, un archipiélago de 115, a pesar de que se suele seguir las concepciones cristianas de la muerte y lo que hay después de esta, pues la mayoría de su población, en concreto el 90%, es cristiana romana y un 8% anglicana. Lo que no quita que extraoficialmente, conserven fuertes convicciones sobre los espíritus y ciertas tradiciones vinculadas a la muerte. Una de ellas consiste en vigilar
a los familiares fallecidos para asegurarse de que su alma no se convierta en una ‘Dandotia’. Incluso algunas personas siguen conservando un Bonom di Bwa, una figura que representa al hombre del bosque, y que bendice los hogares para mantener alejados a los espíritus.


Fuentes


https://www.alamy.es; https://amp.es.autograndad.com; https://cadenaser.com
http://www.destinomadagascar.com; http://www.entrepiedrasycipreses.com;
https://www.everyculture.com; http://www.ikuska.com; http://www.ipsnoticias.net
https://www.monitor.co.ug; https://www.newsmadretierra.com;
https://rohuelatamaral.blogspot.com; https://theculturetrip.com; https://wiki.ead.pucv.cl y Mandangui Sengi, Jean de Dieu. “Plenitud intramundana y salvación escatológica en África: Aproximación semiótica a la escatología tradicional Bantú”. Memoria para entrar al grado de doctor. UCM. Madrid, 2010.