Percepción de la muerte y rituales fúnebres en los pueblos africanos (VII). Ghana, Togo y Benin

Percepción de la muerte y rituales fúnebres en los pueblos africanos (VII). Ghana, Togo y Benin

Escrito por Alejandro M. Abrante, teólogo especialista en pastoral y misionología y graduado en el Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros.

Ghana


Desde Costa de Marfil, podemos cruzar la laguna de Ébrié, de 130 km de longitud, y llegar hasta Ghana. Allí cada etapa de ciclo vital, desde el nacimiento hasta la muerte, se encuentra marcada por algún tipo de ritual.

Muchas familias ahorran durante toda su vida para poder celebrar en honor de sus difuntos un gran funeral. Si la familia es pobre, llegará a pedir un préstamo. Cuando se tiene ya todo organizado, se avisa a los invitados y comienza la gran fiesta de despedida.

Normalmente el viernes tiene lugar el velatorio, el sábado la ceremonia fúnebre, con el cuerpo presente y el entierro, y el domingo se celebra la misa de acción de gracias. La elección de estos días facilita que asista más gente, al tratarse del fin de semana. A veces estos actos se extienden a lo largo de toda una semana. Más adelante, a los 40 días, a los 90 y al año, se realizarán otros actos conmemorativos, lo que convierte la vida de los ghaneses en una constante celebración de la muerte.

Llama especialmente la atención la costumbre de anunciar los funerales en vallas publicitarias. Se busca con ello recabar una asistencia masiva, como signo de consideración hacia el difunto. En estos sepelios se come, se bebe y se danza. Se tiene además la costumbre de personalizar los féretros, dándoles una forma representativa de algo importante para el fallecido cuando vivía. El resultado son ataúdes con forma de coche, de móvil y hasta de botellas de refresco.

Ataúdes de Teshie-Tema, Accra, Ghana, Africa. Nicky Barranger. BBC Mundo.com

Togo y Benin

Siguiendo el borde oceánico, entre Ghana y Benín, entramos en Togo. Allí los miembros de la etnia bassar celebran un curioso ritual funerario. Cuando fallece una mujer, su cadáver es llevado por la familia de su esposo hasta la residencia del padre de ella. Se confecciona una figurilla con fibras de rafia trenzadas y anudadas (tradición que se transmite a de madre a hija), de unos 10 centímetros de largo, con el útero marcado por un gran lazo entre las piernas. Esta figurilla es denominada unil (persona humana) y representa a la difunta.

Los hombres preparan la camilla de bambú, uno de los accesorios principales de este rito, y se adorna la unil, que es envuelto en una alfombra funeraria y atado a esta camilla. Mientras, las mujeres van a buscar la figura a la casa de la especialista. Todo transcurre como si se tratara de un verdadero funeral, aunque el verdadero entierro tuvo lugar bastante antes. La unil recibe las últimas despedidas acompañadas de discursos y ofrendas. Esta ceremonia debe recordar la procesión que tuvo lugar durante el funeral real.

Funeral en el norte de Ghana. Foto fuente: Wikimedia

Dos yernos de la fallecida levantan la camilla con cuidado y la colocan sobre sus cabezas. Los cojines deben estar bien pegados a la figurilla, porque será ella quien guiará sus pasos durante la procesión, al ritmo siempre de un tambor. Ellos sólo son sus títeres y, cuando se les pregunta, no saben explicar lo ocurrido. Simplemente obedecían las órdenes de la figura que representaba a la difunta.

Los porteadores alternan los pasos lentos con los rápidos. A veces se ponen a correr o cambian bruscamente de dirección siguiendo sus órdenes. A los otros participantes les resulta difícil seguirles y se empujan entre sí en la confusión del momento. La unil elige las casas donde quiere detenerse para saludar a su familia y amigos antes de marcharse de este mundo. En este caso los porteadores inclinan sus cabezas hacia la entrada de la vivienda de los elegidos. Nadie sabe de antemano dónde querrá ser enterrada; lo decide ella en el último momento. El tambor pasa de repente a un ritmo más rápido, los porteadores comienzan a correr, aclamados por los participantes, y todos se apresuran hacia la casa elegida. Luego la unil es enterrada igual que en un funeral real.

Aparte de la etnia bassar, Benin y Togo comparten los rituales funerarios basados en el vudú. Estas regiones son consideradas el «mercado de fetiches vudú más grande del mundo». En sus rituales se utilizan calaveras de personas que han sido castigadas por el dios Shangó a causa de algún delito que hayan cometido con la condena más severa posible: ser ejecutadas por el rayo de una tormenta. Una de ellas se encuentra clavada en un palo más largo que los demás y será el objeto principal de la ceremonia, que discurre entre canticos y alocuciones. En la segunda parte de la misma se invocan a los espíritus de los antepasados y prenden fuego a las calaveras. Además, se sacrifican gallinas vivas y se bebe su sangre.

El mercado de fetiches de Akodessawa en Lomé, Togo, África Occidental, es uno de los mayores mercados de parafernalia vudú.
Foto fuente: Wikimedia

El pueblo bariba de Benín concibe la muerte (Go Bio Katara) como un acontecimiento feliz, ya que se supone el tránsito desde el mundo terrenal al de los antepasados y unirse a ellos ha de ser el objetivo fundamental de la vida terrenal. Cuando el individuo fallece después de haber alcanzado la ancianidad, se considera que se ha acercado a su plenitud. Pero es necesario morir e ingresar en el mundo de lo invisible para iniciar el camino hacia la sabiduría absoluta. Aquel que se ha adentrado en el mundo de los ancestros sigue vivo. Continúa presente en medio de su familia, a la cual protege y enseña todo lo necesario para que sus miembros puedan también un día unírsele en su nuevo hogar.

Para lograrlo hay que ser ya un anciano, haber vivido muchos años, tener hijos, tener descendencia y poder decir entonces: “yo ya he vivido y he cumplido con mis obligaciones, preparo mi muerte y me puedo marchar al mundo de los antepasados”.

Cumpliendo estos requisitos cualquier bariba, una vez fallecido, accederá de inmediato al mundo de los antepasados, lo cual será celebrado mediante un gran funeral.

Entre los bariba encontramos dos concepciones distintas sobre la muerte, de acuerdo al estamento social.
Entre la gente del pueblo el funeral consiste en una reunión familiar, en memoria del difunto, en la que debe participar toda la familia, para mostrarles a los ancestros que no se les olvida, que se les sigue recordando, aunque haya pasado mucho tiempo desde su partida, a fin de que así ayuden y protejan a la familia desde el otro mundo. Ha de atraerse el favor de los difuntos del clan, para que no se enojen, pues el olvido de los difuntos sólo provocará desdichas.

De ahí que los funerales que se celebran inmediatamente después de la muerte (Goobeko) o los que se efectúan algunos años más tarde (Gooyeeru o Gookpeeru) se conciban como un modo de rendir homenaje a los difuntos y a su familia y presentar el pésame a todos sus miembros.

El anciano o la anciana del clan dirigirá los preparativos y dirá: “vamos a dar de beber a nuestro antepasado”. Se fija la fecha y la contribución de cada uno. La familia del fallecido tendrá que acoger a quienes vengan a dar el pésame e invitarles a comer y beber lo mejor que puedan. Se suele ofrecer carne y, para ello, la práctica más habitual consiste en sacrificar una vaca o un buey. Así habrá carne abundante para los invitados durante el tiempo que duren las ceremonias. Si no se celebra correctamente un funeral, la vergüenza permanecerá para siempre en la familia y el muerto expresará su descontento provocando desgracias entre sus miembros.

El mundo visible y el invisible están interconectados. Los difuntos condicionan la vida de los vivos y se comunican con ellos a través de los sueños. Cuando alguien muere se va enseguida a casa de Gusunu (Dios). Este le pregunta por lo que ha hecho durante su existencia en la Tierra y después le deja volver al lugar donde habitó en vida para que pueda constatar los cambios acaecidos durante su ausencia. Si alguien duerme, su espíritu podrá hablar con él. Cuando el difunto se ha enterado de todo lo que ha ocurrido mientras ha estado fuera, vuelve de nuevo a la mansión de Gusunu, yendo y viniendo durante un tiempo entre las chozas y la casa de Gusunu, hasta el momento en que finalmente se reencarne.

Otra cosa es una muerte inesperada o repentina, como la de una mujer al dar a luz, el fallecimiento de un niño o un joven, o la provocada por una picadura de serpiente, etc.
Estos hechos son considerados una grave desgracia. La persona no entrará en el mundo de los antepasados y, por consiguiente, no habrá tampoco celebración alguna en su recuerdo.

La fiesta del Doon Konru trata de espantar a la muerte de la familia y del poblado, al menos temporalmente. A principios de la estación de lluvias el jefe del pueblo y el adivino salen al anochecer acompañados de todos los jóvenes y niños y se dirigen hacia el Oeste. Allí pronuncian una oración por los difuntos y para que la muerte se mantenga a buena distancia de poblado. Luego el adivino enciende un fuego, del que cada uno de los asistentes prende un manojo de paja, que llevan luego en la mano, caminando hacia el ocaso, donde habitan la muerte y las calamidades, arrojándolo allí para hacerla huir lo más lejos posible.

Un caso característico es el de los wasangari. Estos son guerreros y como tal, sueñan con la victoria en la batalla o en morir en el curso de la misma. Piensan que su alma no le interesa a Dios, porque se la vendieron al “Diablo”, a cambio de algunas glorias y beneficios terrenales. En la muerte se les ofrece la misma sepultura impersonal que al esclavo sin identidad y sin familia, con una tumba rectangular (a diferencia de la del resto, que es cuadrada), rápidamente preparada y sin grandes pretensiones. Pero las circunstancias que acompañaron su muerte serán narradas una y otra vez, embellecidas y enseñadas en las escuelas de los griots, para que nunca se olviden y el difunto pase a la posteridad. Siempre será recordado por su valentía y sus grandes hazañas.

También llama la atención el fallecimiento de un gemelo. Cuando una mujer da a luz gemelos, si uno de ellos muere, nadie dirá que ha muerto, sino que ha regresado a la calabaza. Para ello se le encargará a un artesano que talle una estatuilla de madera que lo represente. Luego se sacrificará una gallina delante de la casa y se asperjará con su sangre la entrada y la imagen de madera, a la que se le pegarán sus plumas. Se le practicará una abertura y se la “alimentará” con la carne del ave junto con queso blanco. La comida sobrante será repartida entre los niños.

En el Sur los entierros suelen ser, por lo general, los fines de semana. A la hora de llevarlos a cabo, existen diferencias entre los que son iniciados al vodûn y los cristianos.

Para estos últimos, se celebra una velada de oración el viernes por la noche en la casa del difunto. Luego el sábado, se lleva el cuerpo del difunto a la casa para que la gente lo visite y los que puedan dejen una moneda. Luego se colocan telas sobre el ataúd y se entierra al fallecido.

Tras el velatorio y el entierro, se celebra una gran fiesta a la que se invita a mucha gente. En la fiesta se bebe, se come y se baila. Si la persona se murió con bastante edad, hay mucha alegría y se dice que ha ido a descansar con sus ancestros.

Entre los iniciados en el vodûn, es preciso realizar un ritual que separe al fallecido del espíritu, a fin de que ahora pueda descansar en paz. Esta ceremonia se efectúa por la noche, lo que la vuelve más intensas, ya que se considera que los espíritus del vodûn estarán más despiertos a esas horas.

En el caso de la variante Vodûn Zapata, algunos difuntos no tienen ya el nombre que se le habían dado a su nacimiento sino el nombre de este vodûn . Nadie conoce su nombre de nacimiento, porque le otorgaron otro distinto cuando ingresó en el culto. El adepto mantendrá en secreto su verdadero nombre, respondiendo con el nombre del vodûn cuando se le pregunte cómo se llama. En estos casos, algún tiempo después de su muerte, se realiza una ceremonia para que descanse en paz y se publica su nombre de nacimiento para que todos lo sepan.

Danza Vodún Zapata en una ceremonia funeraria en Comé, Benin. Foto fuente: Wikimedia

Fuentes


Barou, Jacques. “La idea de la muerte y los ritos funerarios en el África subsahariana”. TRACE 58, diciembre 2010. En www.cemca.org.mx.

Barou, Jacques «La idea de la muerte y los ritos funerarios en el África subsahariana. Permanencia y transformaciones», Trace [En línea], 58 | 2010, Publicado el 01 diciembre 2010, consultado el 12 julio 2021. En http://journals.openedition.org

Cámara Aizcorbes, Gerardo José. Los Baatombu de Benin (VI). Creencias y rituales en torno a la muerte. En https://culturaypensamientodelospueblosnegros.com

Echezarreta, Carmen. Muertes, ritos funerarios y otras costumbres. Blog Crónicas desde África, 24 de septiembre de 2008. En el www.mundo.es

Palacios, Ana. “Morir en Ghana: un largo, extravagante y ruinoso viaje”. Periódico “El País” del 3 de enero de 2019. En https://elpais.com.

Prada, Alfredo C. (21-09-2011) Ritos funerarios en África. http://ritosfunerarios.blogspot.com/2011/11/rito-funerario-en-africa.html
https://viajes.chavetas.es/guia/benin-togo
https://whc-unesco- org.translate.goog

Fuentes orales

Antoine Kama, profesor en UCAD Senegal, Instituto Cervantes de Madrid.

Douti Bidjaguin Élie, sacerdote de Dapaong-Togo.

Fréjis Soglada. Miembro de la etnia Fon- sur de Benín.