Racismo y afrodescendencia en Cuenca (Ecuador)

Racismo y afrodescendencia en Cuenca (Ecuador)

Escrito por Oswaldo Suin Guaraca. Docente de Enseñanza Secundaria en Cuenca (Ecuador) y Graduado en el Máster en Cultura y Pensamiento de los Pueblos Negros

Para el discurso oficial, la esclavitud fue algo que nunca existió en la ciudad ecuatoriana de Cuenca. Este drama histórico es negado, dado que pondría en entredicho la exclusividad de su identidad blanca-mestiza. Esta visión monolítica sobre la propia identidad excluye al indígena y sobre todo al afrodescendiente.

En los imaginarios hegemónicos, forjados durante la etapa colonial y potenciados luego con la configuración del nuevo Estado–Nación, Cuenca es “la hija de España” o la “fidelísima ciudad de Cuenca”, quedando así oscurecidas las aportaciones no europeas. Sin embargo, el pasado cuencano está firmemente vinculado con esta historia negra que intenta negar.

Niña con el disfraz de española durante el Pase del Niño Viajero 2013 en Cuenca (Ecuador). Fuente: Wikimedia Commons.

A Cuenca llegaron esclavos africanos que se asentaron ya en la zona antes de la fundación oficial de la ciudad (1557).

Ellos arribaron con los primeros expedicionarios europeos que exploraban la región de cara a su posterior conquista y colonización. Desde los inicios de la colonia, funcionó en Cuenca un importante mercado de esclavos, el cual cubría las necesidades de las minas aledañas a la ciudad y sobre todo de las ricas betas de Zamora y Zaruma.

Tras la independencia (1822) y la abolición de la esclavitud (1851), la población afrodescendiente abandonó la ciudad y se dirigió hacia zonas más cálidas y más prósperas económicamente. Ello redujo su peso demográfico. Sin embargo, los afrocuencanos, que bajo el dominio español ascendían a un 3% de la población, no dejaron de mantener una cierta presencia.

Tras su separación de Colombia en 1830, Ecuador inicia la construcción de su propio Estado-Nación. La identidad nacional ecuatoriana es entonces remitida al arquetipo blanco-mestizo, que funge como heredero de la etapa colonial. Desde este momento, las diversas minorías son sometidas a un proceso de “blanqueamiento”, de modo que los indígenas y afrodescendientes son objeto de una intensa estigmatización, lo que les lleva a sustituir sus específicos marcadores identitarios por otros más acordes con los estándares blanco-mestizos.

Con la revolución liberal de principios del siglo XX, se inicia un proceso “civilizatorio” encaminado a lograr la plena integración de los grupos indígenas dentro del Estado–Nación blanco–mestizo. La educación se convierte en la herramienta privilegiada de esta operación. Los liberales y sus opositores, con su característica visión paternalista con respecto a indígenas y afros, los conciben como insuficientemente desarrollados desde el punto de vista intelectual, lo cual les impediría participar plenamente en la vida social y política del país.

El indígena es presentado como un salvaje, al cual podría empero civilizarse mediante la anulación de su ser anterior. Sin embargo, a los afrodescendientes se les niega incluso esta posibilidad de aculturarse para ser admitidos en sociedad.

Así sucede en especial en la ciudad de Cuenca. La violencia se normaliza en la cotidianeidad de los afrocuencanos, a los que se descalifica como feos, vulgares, indecentes y peligrosos.

Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), para el año 2010, la población de afrodescendientes, mulatos o de autodefinición negra ascendía en Cuenca a más de cuatro mil personas, lo que equivale al 3% de sus habitantes. Gracias a las campañas de autorreconocimiento, promovidas por el Estado y distintos grupos activistas, el número de personas que se autoidentifican como afrocuencanos ha ido incrementándose en los últimos años.

Los barrios en los que la población afrodescendiente se ha asentado tradicionalmente son catalogados como peligrosos y escenario de comportamientos inmorales.

Si bien no existen zonas exclusivas para los afrocuencanos, es Quinta Chica el sector que alberga un mayor número de personas negras. Este barrio es el preferido por ellas, ya que en otros lugares son estigmatizadas, lo que les impide, por ejemplo, acceder a una vivienda apropiada.

La actividad turística es uno de los sostenes económicos de la ciudad, por lo cual, Cuenca presume de ser una ciudad inclusiva, que abraza la diversidad. Sin embargo, considera a los afrodescendientes como una especie de intrusos que únicamente están allí de paso y no como habitantes permanentes. Para los cuencanos, la población afro pertenece a Esmeraldas, Quito, El Valle de Chota o Guayaquil, lugares más “tradicionalmente negros”, pero no puede ser de Cuenca. Por ello, se permanece a la espera de que retornen a sus supuestos territorios de origen. En suma, son percibidos como el “otro” que invade la ciudad.

El racismo presente en la ciudad se articula con la estratificación socio-económica, lo cual ha dado lugar a un sistema de violencia y desigualdad social que afecta gravemente al colectivo afrodescendiente.

Su falta de acceso al empleo público y su ínfima presencia en los estudios universitarios son ejemplos claros de esta discriminación.

Al correr de los años, en Cuenca han ido surgiendo fronteras físicas fruto de las fronteras imaginarias creadas desde el tiempo de la colonia. Esta segregación espacial ha generado zonas exclusivas para el disfrute del grupo blanco–mestizo y otras semi exclusivas para los afrodescendientes. De este modo, la plaza central o los lugares de ocio, como la Calle Larga, la Remigio Crespo, el Mall del Río o el Milenium Plaza –espacios emblemáticos de la ciudad– limitan el acceso de personas afro. Este racismo puro y duro ha empujado a los afrocuencanos a crear sus propios espacios de resistencia, en donde sus interacciones no sean catalogadas como dañinas o peligrosas.

Este sometimiento socio-cultural se alimenta de la percepción deshumanizada de lo negro.

Casa Patrimonial. Calle Larga. Cuenca (Ecuador). Fuente: Wikimedia Commons

De igual manera, las mujeres afrodescendientes son asociadas a la prostitución, a causa de su “aparente” promiscuidad sexual. Esta falacia está basada en el hecho de que durante la etapa colonial las mujeres afro sufrían abusos por parte de los esclavistas, quienes las utilizaban como objeto de disfrute sexual para ellos o para otros hombres, lo que ha generado a la larga un proceso de esencialización que las ha hipersexualizado.

Las formas de resistencia de los afrodescendientes frente al racismo en Cuenca son muchas y muy variadas, desde la danza, la gastronomía y la música hasta su lucha por una mayor inclusión laboral y académica. Los afrocuencanos están demostrando con hechos que la inferiorización y estereotipación de su cultura es injusta y absurda.