Adiaké, un espacio de encuentro entre culturas

Adiaké, un espacio de encuentro entre culturas

Escrito por Alejandro M. Abrante García, teólogo especialista en pastoral y misionología y graduado en el Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros

Los añí ocupan actualmente las regiones este y sureste de Costa de Marfil, propicias para la agricultura. Este pueblo limita con los baoulé en el centro, con los abron en el norte y con Ghana por el oeste. Su territorioes bastante denso y se subdivide en varias ciudades principales o capitales. El Reino de Sanwi se encuentra ubicado en la región de Aboisso, formada por unas veinte aldeas, en el sureste del país, siendo Krinjabo la sede real.

En el hueco de una cala de la laguna de Abi, a 33 kilómetros al sur de Aboisso, se encuentra el pueblo de Adiaké. El pueblo se fundó en los bordes de la Laguna, en lo que hoy sería su casco antiguo formado por el muelle y las casas colindantes.

I. Orígenes

Si queremos hablar de Adiaké, tenemos que hacerlo antes del pueblo añí. El origen de esta etnia está recogido en algunos libros costamarfileños de historia, pero también en las narraciones orales transmitidas de generación en generación.
Las migraciones añí afectaron a unos pocos miles de personas y discurrieron en sucesivas oleadas, siempre irregulares. Podría decirse que este éxodo marca el año cero de la era añí. Los añí formaban parte del grupo denkyra, que por aquel entonces estaba en guerra con los ashanti. Tras una larga guerra, los denkyra acabaron siendo derrotados, de modo que se vieron forzados a huir hacia la actual Costa de Marfil. Estos fugitivos fueron acogidos en 1680 en Aowin, un reino fundado en el suroeste del país akan por el Rey Ano Asseman. Fue allí en donde se empezaron a llamar añí y abandonaron la lengua twi en beneficio de la de los reinos Sefwi y Aowin.

Ano Asseman, Rey de Ebonossa, constituye una especie de héroe fundador. Es el antepasado venerado, siempre invocado en las libaciones y sacrificios, al que los añí sitúan unánimemente en el principio de su historia. Los relatos orales lo describen como el gran benefactor de este pueblo. Favoreció la instalación en su Reino de los antepasados de los actuales añí, quienes vivieron en Anwànwâ bajo su protección. De hecho, la deuda de los añí con Ano Asseman no se considera extinguida, pues fue durante su reinado cuando tomaron conciencia de su existencia como pueblo.

II. Un poco de historia

Desde el punto de vista cronológico, podemos distinguir tres grandes etapas en la historia añí: el éxodo a principios del siglo XV, La llegada de los primeros blancos en el siglo XVII y La independencia en 1959.

El proceso de asentamiento en el área de la laguna de Akan fue extremadamente complejo. Los movimientos de población tuvieron lugar en distintas direcciones y los datos revelados por las excavaciones arqueológicas resultan insuficientes.

Las tradiciones orales revisten una gran importancia a la hora de comprender ciertos aspectos de este proceso de asentamiento de los akan lagunaire (wawolé, anyi, etc., pueblos que viven alrededor de la laguna o cerca de ella y que comparten una cierta cantidad de rasgos culturales distintivos).

En el siglo XVIII, la región presenciará una gran migración akan. Los añí comenzaron sus incursiones en la zona en 1715. Y bajo su rey Amon Ndoufou Kpanyi (1844-1886) atacaron a Ntafun, en la sabana cerca de Adjèkè (Adiaké).

Ya en el siglo XVII (1692), emisarios de Luis XIV, acudieron a Krinjabo a fin de solicitar al Rey de Sanwi un permiso para establecer un puesto comercial en sus tierras. En el fondo de la laguna de Abi, al este de lo que aún no se llamaba Costa de Marfil, se fundó en ese tiempo la villa de Aboisso (nombre que deriva de ébowé: ‘en la roca’ en añí). Esta ciudad fue durante mucho tiempo la capital de la región de Sud-Comoé, situada en el sureste del país y fronteriza con Ghana. Gozó de una posición privilegiada junto al río Bia, que desemboca en la laguna. En ella se intercambiaban bienes con los europeos o con las poblaciones costeras, además de servir de punto de partida para las primeras exploraciones de Marcel Treich-Laplène en Costa de Marfil. De este explorador aún se conserva la «casa blanca», que puede contemplarse junto al hermoso paisaje de la laguna y la desembocadura del río Bia.

Fotos de la panadería de Bindobegnin- Costa de Marfil. La primera del 2016 y la segunda del 2018 (Fuente propia).

III. Organización social


Los añí poseen un sistema de sucesión matrilineal. Si un bebé nace de una madre de esta etnia, será adscrito a la misma independientemente del origen del padre. Pero si la madre pertenece a otra etnia y el padre es añí, entonces el niño será aceptado dentro del grupo, pero sin gozar de los mismos privilegios que en el caso anterior. El resto son considerados extranjeros y llamados blofwe.

En esta sociedad matrilineal las mujeres ocupan un lugar destacado como transmisoras de los conocimientos históricos. En cada aboswa, las ancianas detentan amplios un profundo saber genealógico. Cuando se nombra un nuevo jefe en el aboswa, además de tener en cuenta las dotes intelectuales y morales de los distintos candidatos, se les consulta a ellas para que identifiquen al más intensamente emparentado con el jefe fallecido. Se podría decir que conservan la sabiduría de la familia y sirven al jefe como consejeras.

También cabe mencionar que el relato de los orígenes de un reino o de una jefatura debe responder a las exigencias de la ideología política añí, la cual está ligada a la adquisición de una bia, que se transmite hereditariamente por la línea materna. No obstante, los reyes también pueden otorgarla como recompensa por los servicios prestados, normalmente bajo la forma de un honor póstumo.

Por otro lado, desde el asentamiento de los añí en la Indenie (principios del siglo XV) hasta el inicio del periodo colonial (finales del siglo XIX), el poder político ha venido reposando también sobre el grado de antigüedad del asentamiento en esta región. Y son muchas las jefaturas que aparecieron en la época del éxodo.

IV. Religión y creencias

La historia añí está profundamente imbricada con sus creencias religiosas, sin que exista una clara línea divisoria entre la historia y la religión. La historia pertenece a los antepasados, no a la generación actual. Es el dominio de los que lo vivieron antes.
Pronunciar el nombre de un antepasado constituye un acto de una gran trascendencia, ya que provoca su intervención inmediata. Los muertos bendicen a los vivos, les ayudan en sus esfuerzos y satisfacen sus necesidades materiales y sociales. Pero también pueden perjudicarles, frustrar sus proyectos o golpearles con una enfermedad.

Estando yo con ellos, en varias ocasiones bebimos todos los reunidos del mismo vaso, para celebrar el encuentro y la unión. Al finalizar la rotación, se vertían unas gotas de bebida en el suelo, en honor a los antepasados como una forma de pedirles permiso para entrar en su territorio.
Este gesto suele introducir la narración de las “nouvelles”, donde referimos lo ocurrido desde el momento en el que salimos de nuestra casa hasta la llegada al pueblo.

Después, un representante del pueblo, normalmente el jefe del poblado, o el/la cabeza de familia de la casa, nos explica cómo les ha ido últimamente a los habitantes de ese pueblo o familia.

Esta misma práctica se realiza también en otras situaciones. Por ejemplo, si una persona se dispone a limpiar y cultivar un trozo de terreno, no se instala en cualquier sitio, ni trabaja en cualquier momento. El bosque no pertenece a los seres humanos, sino a los «seres del bosque». Por eso, antes de comenzar, se les «consulta» para identificarlos, y luego se les pide permiso para irrumpir en su casa, ofreciéndoles comida y bebida.

Durante los funerales, se describe el carácter del fallecido y se mencionan los aspectos más destacados de su biografía. También relatan hechos antiguos, a menudo relacionados con la memoria de sus antepasados, pero no se habla de las derrotas, ya que, como reza un proverbio añí, «la muerte es como la guerra».

Por el contrario, durante la fiesta del ñame, que se celebra una vez al año, el pueblo reunido revive los episodios cruciales de su historia. Es una fiesta con un marcado carácter religioso, en la que se fortalecen los vínculos comunitarios.

Los antepasados del Rey, que ocupan entre los muertos el mismo lugar eminente que el monarca entre los vivos, intervienen en las dos fases principales de la ceremonia, que son la purificación del Rey en el río y los sacrificios a los asientos sagrados. El objetivo es hacerlos presentes, concentrar su poder y obtener así el máximo provecho para el pueblo.

Entre los añí se cree en el “Kômian”, una suerte de magia. Los kômianos pueden transmitir sus conocimientos a los reyes o hacer predicciones sobre el futuro. Sus trances mágico-religiosos les permiten entender cosas incomprensibles para la gente común.

A partir de entonces, todo el mundo, ya sea un sacerdote (komy), un jefe (aboswa), o un tribunal (auropâhi), puede sacrificar a sus propios espíritus. Los guerreros, por su parte se reúnen para cantar las fokwe (canciones de guerra). Algunos de ellos entran también en trance, durante el cual, según se dice, están habitados por los espíritus (ehume) de los grandes guerreros, que les invisten de una fuerza inmensa. A través de estas diferentes manifestaciones, la noción de tiempo desaparece, pues el pasado y el presente se confunden.

Festividades de varias etnias. Costa de Marfil 2019 (Fuente propia)

V. La cultura añí

En la sociedad añí tradicional existen unos fuertes vínculos entre el presente y el pasado. La relación entre el presente y el pasado tiene una doble esencia, la valorización del pasado por encima del presente y la ausencia de una ruptura radical entre ambos.

Se observa hoy en día entre los jóvenes, sobre todos los urbanos y escolarizados, una cierta desafección hacia el pasado, como respuesta a las nuevas exigencias del presente, por parte de la generación actual, por lo que parece que se ha descuidado e incluso olvidado el precioso patrimonio cultural de las generaciones anteriores. De este modo, es difícil encontrar ya fuentes que nos revelen toda la riqueza cultural y moral de este pueblo. No obstante, podemos dar algunas pinceladas acerca del ayer y del hoy de esta comunidad.
Es cierto que se han perdido muchos usos y costumbres tradicionales, como la organización social y legal, los sacrificios, etc., pero sí se conservan otros, como los ligados a los rituales fúnebres, los proverbios y las ceremonias de iniciación. Lo mismo ocurre con los modos de transmisión del conocimiento, las circunstancias y los lugares mediante los que la sociedad añí rememora su historia pasada.

Los añí utilizan el término “amamoué” para definir todos los valores de su cultura. El concepto de amamoué incluye las normas que rigen la vida de la comunidad y los modelos de conducta de los mayores, toda una herencia a la que hay que remitirse.

La imagen que se conserva de las hazañas de los antepasados es un modelo a imitar, con la conciencia de que nunca se podrá superar. La humildad y la reverencia que tan a menudo expresan hacia la tierra, la vegetación y las fuerzas naturales en general también son dirigidas hacia las generaciones pasadas.

El éxito es un signo de poder, mientras que los fracasos lo contradicen. El término añí, etimu denota tanto poder como hegemonía. Si un rey añí era derrotado por otro, no se decía que una hegemonía terminó y otra nació, sino que el etimu pasó del uno al otro.

Las historias del pasado contienen lecciones que arrojan luz sobre el presente. Por eso los añí suelen recurrir a la experiencia acumulada por las generaciones anteriores, a fin de resolver los problemas a los que hay que enfrentarse. En ocasiones complicadas, se cita proverbios e imágenes precedentes; en este caso por personas de edad avanzada o genealógicamente próximas.

Así, en la cultura añí, la relación entre el presente y el pasado parece estar marcada por un doble carácter: la exaltación del pasado en detrimento del presente y la ausencia de una ruptura radical entre el uno y el otro, ya que, en ciertos momentos privilegiados se entremezclan y atraviesan.

Foto de una vendedora en el mercado de Adiaké- Costa de Marfil, 2019. Cada miércoles se paraliza la vida del pueblo y las gentes acuden al mercado a comprar y vender productos, la mayoría artesanales o de elaboración casera, familias provenientes de los pueblos vecinos, incluso de Togo y Ghana, dada la cercanía con ambos (Fuente propia).

VI. Un pueblo pacífico y tolerante

La palabra “AKWABA”, que nos podemos encontrar en la puerta de muchos centros y asociaciones, significa “Bienvenidos”. Esta expresión define muy bien el carácter de esta etnia, intrínsecamente acogedora.

Cartel en la puerta de un orfanato en Ayamé-Costa de Marfi, 2016 (Fuente propia).

Las distintas oleadas migratorias y sus sucesivos acontecimientos han llevado a algunos autores a afirmar que ciertas zonas de Costa de Marfil se han distinguido por su aparente xenofobia y conflictos interétnicos.

Ello no es así en el pueblo añí. Este pueblo siempre ha vivido en paz con sus vecinos, aunque en el año 1998 se produjeron enfrentamientos en Ayamé, entre añís y bozos (pescadores extranjeros, provenientes en su mayoría de Mali). Pero éste fue un caso aislado y poco frecuente.

Cada miércoles, a partir de las seis de la mañana, comienzan a llegar las pinasses y piraguas cargadas de mercancías al puerto de Adiaké.
Ese día se paraliza el pueblo, o más bien se llena de actividad. Tanto es así que la eucaristía, que normalmente es por la mañana, el miércoles se celebra por la tarde. El centro de Adiaké se desborda de alegría y colorido, de aromas y sabores, y de un maravilloso bullicio de gente que va de aquí para allá, con los vendedores gritando para atraer a los clientes.

Este puerto lagunero permite distribuir el pescado y los productos agrícolas de la periferia de la laguna y de países cercanos, como Ghana, al otro lado de la misma, en los mercados de Bonoua y Grand-Bassam, a unos cincuenta kilómetros de Adiaké.

La experiencia de Adiaké es muy interesante, pues esta comunidad, además de por su población local, está conformada asimismo por diferentes grupos, procedentes de otras regiones del país, así como de Ghana, Togo y Burkina Faso.

Las personas de origen maliense, burkinabé, togolés y ghanés representan casi la mitad (48,2%) de la población de la localidad (KOUA, 2004). Burkinabés y malienses constituyen el grueso de la fuerza laboral de las agro-plantaciones industriales, mientras que los aola, procedentes de las fronteras de Ghana y Togo, se dedican a la pesca en la laguna de Aby. La región también cuenta con algunos campamentos de baoulé, akyé y abidji (INS, 1998), quienes se dedican casi exclusivamente al cultivo de la mandioca y a la extracción de vino de palma.

Todos estos grupos se hallan perfectamente integrados dentro de la comunidad y tienen conciencia de formar un único pueblo, más allá de sus diferentes procedencias y etnias de origen. De hecho, yo he vivido personalmente la experiencia de ser invitado a celebraciones de varias etnias y a rituales religiosos de cultos diversos y me ha sorprendido que los miembros de otras etnias y de otras confesiones religiosas también participaran en ellas.

Nos hallamos así ante una comunidad heterogénea e intercultural, lo que sin duda tiene mucho que ver con el carácter tradicional de la población de acogida, que no es otra que la etnia añí.

Fuentes y bibliografía consultada

Perrot, Claude. “L’histoire dans les royaumes agni de l’Est de la Côte d’Ivoire”. In: Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 25ᵉ année, N. 6, 1970. pp. 1659-1677.

Kouamé René, Allou. Les populations Akan de Côte d’Ivoire: Brong, Baoulé Assabou, Agni. Editions L’Harmattan, 2012.

Además de consultar estas fuentes escritas, me he nutrido de las narraciones orales de algunas mujeres del pueblo bindobegnin, si bien siempre contrastando la información obtenida, para que fueran ajustada a la realidad y veraz, recurriendo para ello a los buenos oficios del Padre Aman Evariste Bille, doctorando en Teología y él mismo ,miembro también a la etnia añí.