19 Jun Feminismos negros
Escrito por Marta Romero-Delgado. Investigadora en el Departamento de Antropología Social y Psicología Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
El concepto de feminismo(s), al igual que la clasificación del movimiento feminista por momentos históricos, si bien se circunscribe al contexto europeo y estadounidense, se ha extendido también a los distintos movimientos sociales -no únicamente feministas- locales y nacionales de muchos otros lugares del mundo. En este sentido, y a pesar de que se les haya aplicado el término ‘feminismo’ con posterioridad, los movimientos de mujeres más o menos organizados han existido desde hace siglos a nivel mundial.
El término Black Feminism (feminismo negro) se originó en los Estados Unidos de América y luego se propagó por diversos lugares de la diáspora africana. Pero como veremos, en África no se le denomina así. No obstante, los feminismos negros no son homogéneos, sino que se caracterizan por su diversidad y adaptación, dependiendo de la geografía y el contexto social, político, histórico y cultural.
Los postulados de los feminismos negros parten de la exclusión simbólica y material de las mujeres afroamericanas tanto en los movimientos sufragistas como abolicionistas del siglo XIX. De este modo, el germen y planteamiento filosófico de estos feminismos surge de esa doble negación, como mujeres y como negras. Ésta es la gran diferencia respecto al feminismo hegemónico, occidental y blanco, el cual nació durante la Ilustración y de la propia crítica a la razón ilustrada.
Una de las mujeres más conocidas dentro del feminismo negro es Sojourner Truth. Pero no es la única. Las aportaciones teóricas y especialmente la lucha de muchas afrodescendientes, como Ida Bell Wells-Barnett, Harriet Jacobs y Harriet Tubman, durante la época esclavista en los Estados Unidos de América contribuyó a la gestación de lo que posteriormente serían los feminismos negros.
El legado de estas antecesoras será recogido y rescatado durante las décadas de los años 60 y 70 del pasado siglo XX por mujeres negras muy activas en la lucha por los derechos civiles y dentro del movimiento feminista de los Estados Unidos, pero que de nuevo sienten que ni sus necesidades ni sus voces son tenidas en cuenta en ambos grupos. Además, el contexto de agitación social y política que se vive por aquel entonces repercute en nuevas reflexiones teóricas y movilizaciones. Se trata de expresiones que se manifiestan en diversas revoluciones y luchas por la liberación nacional, entre otras. Es entonces cuando surge el llamado feminismo de tercera ola, que cuestiona la supuesta universalización de la categoría ‘mujer’. Tanto la subordinación como la emancipación de ‘otras’ mujeres comienzan ahora a tomar protagonismo. Son las afrodescendientes, indígenas, migrantes, lesbianas y de diversas identidades sexo-genéricas, las decoloniales y las multiculturalistas entre otras, las que propugnan nuevos, diversos y periféricos feminismos. Esta vez en plural.
Son principalmente las mujeres afrodescendientes quienes ponen el acento en la categoría ‘raza’ y consecuentemente en las múltiples discriminaciones que sufren. Para ellas, el género no es el único causante de la subordinación de las mujeres, siendo más o menos oprimidas, con más o menos privilegios, dependiendo de la simultaneidad de opresiones que se entrelacen. Alice Walker, Patricia Hill Collins, bellhooks, Angela Davis, son algunas de sus exponentes.
Así fue como nació la primera organización de feministas afrodescendientes en la ciudad de New York, la Organización Nacional de Feministas Negras (Nacional Black Feminist Organization) y el pionero e interesante Colectivo Combahee River, agrupación de lesbianas feministas afrodescendientes que operó en Boston entre los años 1974 y 1980. Las integrantes fueron Cheryl Clarke, Demita Frazier, Gloria Akasha Hull, Eleanor Johnson, Audre Lorde y Barbara Smith, entre otras.
Esta manera de entender las relaciones de poder y la existencia de múltiples opresiones, en donde variables como raza/etnia, clase, sexo/género o diversidad sexo/afectiva son interdependientes. Es lo que Patricia Hill Colllins denominó “matriz de dominación” (1990). Relacionado con este concepto está el de interseccionalidad. La interseccionalidad fue definida por Kimberlé Williams Crenshaw en 1989 como la manifestación de un sistema complejo de estructuras de opresión que son múltiples y simultáneas. Ambos enfoques plantean que todas estas categorías sociales, lejos de ser naturales o biológicas, son construidas y están interrelacionadas. No obstante, este concepto de interseccionalidad no era nuevo- surge con el manifiesto fundacional del Combahee River Collective -, no fue hasta su formulación teórica por Crenshaw cuando logró ser plenamente reconocido.
Al situar la raza en el centro de la discriminación que sufren las mujeres negras, otras feministas afrodescendientes y de ‘color’ de otros lugares del mundo son igualmente interpeladas. Surgen así con fuerza los feminismos negros británicos. La Organización de Mujeres Descendientes de Asia y África (Organisation of Women of African and Asian Descent – OWAAD), establecida en 1978 en Reino Unido, aglutina por primera vez a nivel nacional este tipo de feminismos. Empero, ya existían con anterioridad otras experiencias similares, pero de carácter más local, como, por ejemplo, el Grupo de Mujeres Negras de Brixton (Brixton Black Women’s Group), fundado en 1973. También es relevante el Movimiento de Mujeres Asiáticas (Asian Women’s Movement, AWAZ).
Esta alianza entre mujeres de las diásporas africana, asiática y caribeña se entiende en razón de que el contexto británico la ‘negritud’ y en concreto el concepto de ‘mujeres negras’ no tendría connotaciones esencialistas, sino que se concibe como una identidad política estratégica referida a cuestiones de raza/etnia, clase y migración. Estas mujeres llevan a cabo una lucha conjunta postcolonialista, antiimperialista, contra el racismo institucional, el patriarcado y las desigualdades de clase. Algunas de las representantes son Amrit Wilson, Avtar Brah, Hazel Carby y Pratibha Parmar, aglutinadas en su mayoría en el grupo ‘Raza’ y Política”, creado en el año 1964 en el Center for Contemporary Cultural Studies (CCCS) de la Universidad de Birmingham.
Con la influencia y las experiencias de las feministas negras de Estados Unidos y del Reino Unido, las mujeres negras e indígenas de Latinoamérica y el Caribe comienzan a distanciarse del feminismo blanco y hegemónico, por no cuestionar el racismo y clasismo que le caracteriza durante los años 70 y especialmente ya entrada la década de los 80. En este contexto, y poniendo como epicentro de las demandas políticas feministas el tema racial, se organizó el Segundo Encuentro Feminista de América Latina y El Caribe en el año 1983. Algunos nombres de afrodescendientes relevantes de la región son Sueli Carneiro, Leila Gonzáles, Jurema Wernerk, Yuderkys Espinosa y Ochi Curiel.
Hasta tal punto tomaron protagonismo los feminismos diversos, heterogéneos y las preocupaciones y necesidades de las mujeres negras, indígenas, migrantes, entre otras, que las Naciones Unidas declararon en 1975 el Año Internacional de la Mujer. Posteriormente, en 1985 en la conferencia de Nairobi también organizada por la ONU y al amparo de la misma varias mujeres africanas activistas, escritoras y críticas formaron el Movimiento de Mujeres Africano (African Women’s Movement), donde se tomaban el feminismo y la lucha de las mujeres negras de Europa y Estados Unidos como los modelos a seguir. No obstante, esta asunción del feminismo hegemónico ‘occidetalocéntrico’ supuso diversos problemas y cuestionamientos para las africanas.
Las feministas africanas critican que este feminismo no tenga en cuenta las particularidades de su continente. Les resulta invasivo, extraño a sus costumbres e idiosincrasia y muy individualista. Además, la resistencia y lucha de las africanas al patriarcado en sus propios países y sociedades no es nada nuevo. Lo mismo ocurre con otras opresiones que no son tenidas tampoco en cuenta por el feminismo blanco, el cual las sigue percibiendo como víctimas pasivas. Así, estas mujeres también critican ese universalismo del concepto mujer que se refiere en realidad únicamente a las mujeres ‘blancas’, sin tener en cuenta las necesidades y particularidades de su continente y su historia. Ellas consideran que en muchos casos el feminismo occidental actúa como una nueva forma de imperialismo o colonialismo, lo cual provoca su rechazo.
Así lo expresa la socióloga nigeriana Oyèrónké Oyèwumi en su libro Mujeres Africanas y Feminismo. Reflexiones sobre la Política de la Sororidad o Hermandad (2003), quien argumenta que el feminismo occidental blanco se ha intentado exportar a África sin atender a cuestiones tan cruciales para las mujeres africanas como son la raza, la clase y otras cuestiones interseccionales que las afectan, presentándolas cómo algo homogéneo sin capacidad de agencia ni voz propia. En este sentido, los estudios postcoloniales y decoloniales plantean la necesidad de analizar las dinámicas de poder impuestas para definir las identidades a través de la mirada de los colonizadores, siempre desde una perspectiva jerárquica, externa y negativa respecto a las mujeres negras. Para revertir esto, Pinkie Mekgwe, académica de Botsuana, señaló en el año 2008 la importancia de nombrarse (“politics of naming”), es decir, la necesidad de deconstruir las identidades de las mujeres africanas para posteriormente autonombrarse y autodefinirse por sí mismas. Es en definitiva encontrar maneras más acordes de ser y sentir más allá de la mirada, el juicio y el nombre de otros/as.
Aunque las feministas africanas comparten planteamientos similares con los feminismos de otros lugares, tales como el énfasis en su propia emancipación, estos feminismos olvidan cuestiones sumamente importantes para ellas, lo que les ha llevado a la necesidad de reflexionar más en profundidad sobre nuevas concepciones. Una interesante propuesta al respecto es la formulada por Filomena Chioma Steady, de Sierra Leona, feminista humanista que afirma que la discriminación de género de las mujeres africanas es parte de otras maneras de discriminación histórica como han sido el colonialismo, la esclavitud y el racismo, la cual también padecen los hombres negros, a los que no habría que ver como enemigos. Womanism es un término acuñado por la afroamericana Alice Walker en 1983 en referencia a un feminismo válido para todas las mujeres negras que tenga en cuenta, además de la categoría ‘raza’, la variable socio-económica. Pero esta perspectiva no termina de convencer a muchas mujeres africanas, puesto que no consideran que se adapte al contexto africano y, por ello, aparecen los términos African Womanismen 1985, de la nigeriana Chikwenye Okonjo Ogunyemi y después Africana Womanismen 1993, de la afroamericana Cleonora Hudson-Weems. También destaca la perspectiva de Catherine Obianuju Acholonu, académica nigeriana que en el año 1991 propone el Motherism como alternativa africana al feminismo occidental, pues considera que el rechazo a la maternidad ha sido la fuente de todos los problemas de las actuales sociedades occidentales. Otro movimiento es el llamado Stiwanism, acrónimo de Social Transformations Including Women in África, propugnado por la nigeriana Molara Ogundipeen el año 1994 con el fin de fomentar la participación de las mujeres como creadoras, junto con los hombres, de las transformaciones sociales de África. En el año 1995, Obioma Nnaemeka plantea el Nego-feminism con el objetivo de nombrar un feminismo de negociación y cooperación entre mujeres y hombres del continente africano.
Aunque hayan pasado varias décadas desde las primeras teóricas y activistas del Black Feminism y mucho más desde las precursoras del mismo, es decir, las abolicionistas antiesclavistas, las cosas han cambiado sustancialmente pero las mujeres negras y racializadas siguen enfrentando un sinfín de discriminaciones. Los abusos de poder y la violencia policial contra la comunidad negra son ahora mismo un tema candente en EEUU, donde especialmente las mujeres jóvenes tienen un papel protagonista en las movilizaciones callejeras y en las redes sociales. Todos estos episodios racistas no son cuestiones puntuales sino estructurales, tanto en EEUU como a nivel mundial.
Las feministas negras o afrofeministas de todo el mundo siguen enfrentando distintos problemas respecto a las mujeres no racializadas. En España y otros lugares de Europa, en Estados Unidos, Latinoamérica y Asia las prioridades de las feministas de la diáspora africana son la educación, el racismo en la sociedad en general y en las escuelas en particular, la falta de recursos económicos, la escasez de referentes para las más jóvenes, la transmisión de la historia en los centros educativos y en los medios de comunicación de masas, el combate contra estereotipos y prejuicios que las afectan cotidianamente,… Incluso en la actualidad consideran que una buena parte de las feministas las invisibilizan, negando sus necesidades y sus reivindicaciones.