Los sonidos del Imperio de Mali (III). Djelis y griots

Los sonidos del Imperio de Mali (III). Djelis y griots

Escrito por Judit Torrent Navarro. Enfermera y Técnica de Cooperación. Alumna del Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros

“La música está presente en todas las etapas de la vida: nacimiento, iniciación, casamientos, trabajo, ocio, relación con Dios o con el mundo de los espíritus y la muerte. Los géneros musicales existentes corresponden a estos momentos ”.(1)

En África no sólo se toca por tocar, sino que aquí cada ritmo, cada momento, cada movimiento tiene un objetivo. La música organiza el conjunto de la existencia. Pero no es posible hablar de la música saheliana sin hacerlo también de los djelis, djidius o griots, una casta artesanal dedicada tradicionalmente a la música y a la poesía.

Son varias las teorías existentes acerca del origen de la palabra griot. Una de ellas sostiene que procede de la transliteración francesa “guiriot”, que aparece publicada en el manuscrito Relation du voyage du Cap-Verd, escrito en 1673 por A. de Saint-Lô, un misionero capuchino. Otra nos dice que deriva de la palabra portuguesa “criado”.

Hay otros términos para denominar a los griots, dependiendo de la región o la etnia. En Mali es habitual llamarlos djeli; en Gambia jali. Son gawlo para los fulani, gewel para los wolof y jawal para los soninké.

El Imperio de Mali estableció un sistema de castas, en el que los griots quedaron adscritos al grupo de los nyamakala (2) la casta inferior de los artesanos, juntamente con los numu, herreros y carpinteros, tejedores, trabajadores del cuero. Nunca podían casarse con nobles, guerreros ni marabuts, quienes los sustentaban a cambio de sus servicios.

Se dice de los griots que son la memoria de África, los narradores de su historia, de las epopeyas sobre héroes, reyes y guerreros, sobre grandes linajes y acontecimientos de tiempos pasados. En sus cantos elogian a una persona y a sus descendientes, colmándoles de alabanzas, buenos deseos y agradecimientos.

Entre ellos hay instrumentistas , cantantes, bailarines y narradores. Se subdividen en categorías según su función o el rango social de las familias a las que sirvieron y de las que muchos heredaron su apellido y recibieron ciertos privilegios. Se les ofrecía casa y esposa, ropa y manutención; incluso parte de la dote que recibía el noble al casar a sus hijas.
No se les vendía ni maltrataba sin razón y eran temidos porque podían acabar con la reputación de una familia, gracias a su profundo conocimiento de los entresijos de su vida íntima.
Son mensajeros, asesores, mediadores, interviniendo tanto en conflictos familiares, comunitarios, políticos y religiosos y pueden comunicarse con los ancestros. Calman tensiones, ayudan al diálogo y representan los intereses del pueblo. Se dice que antaño el griot era la única persona que podía recriminar a los nobles por sus malas acciones.

“…Entre las antiguas labores de estos narradores populares las más destacables eran las que corresponden a los mensajeros, embajadores y heraldos de los gobernantes, así que, ejemplo, notificaban las declaraciones de guerra y dirigían las ceremonias. Además, asesoraban frecuentemente a sus soberanos, sobre los que tenían gran influencia, pero también se ocupaban de la formación de los jóvenes príncipes a los que les narraban la historia de su país, su genealogía y les explicaban el origen de las diversas alianzas entre los diferentes clanes.” 3

En Guinea Bissau, griots y reyes han estado presentes en el Parlamento. Quizás sólo lo hayan estado como figuras simbólicas, pero este mismo hecho nos recuerda ya de por sí su importante papel social, antes y ahora.

Tocan varios instrumentos, de cuerda, de percusión y de viento, aunque parece que los que tañen instrumentos de cuerda son los más considerados. Podemos decir que sus instrumentos más característicos son la kora, el n’goni, el donso n’goni, el balafón y la tama. Estos instrumentos son tocados tradicionalmente por hombres. Las mujeres griot cantan y tocan pequeños instrumentos de acompañamiento.

Los griots tienen canciones, ritmos que son bailados exclusivamente en honor a la casta o linaje a los que van dirigido. Así nos encontramos con ritmos “Numu fasa”, para los numu, los herreros, “Djeli fasa” o “Lamba” para los griots. Los “Keita fasa”, “Tiramakan fasa” solo tocados y bailados para los portadores de estos apellidos.

Debido a los cambios sociales, a la modernidad, hoy en día podemos encontrarnos con persona de casta superior que se inclinan por la música, algo en otro tiempo impensable. Son artistas, no griots. Un ejemplo es Salif Keita, cantante maliense de fama internacional, quien es de sangre real, nada menos que descendiente de Sundiata Keita. A veces, en algunos lugares, se refieren a él como griot, lo cual otros podrían considerarlo ofensivo.

Los cambios sociales también han permitido que las mujeres puedan tocar aquellos instrumentos que tradicionalmente les estaban vedados. Hoy en día existen mujeres que son grandes intérpretes de la kora, internacionalmente reconocidas, como Sona Jobarteh, cuyo apellido es una derivación de Kouyate, una de las grandes familias de griots. Además de mujer, Sona Jobarteh es también mestiza, inglesa, de madre británica y padre gambiano.

La función tradicional de los griots fue decayendo debido a la colonización europea, la cual desestructuró la sociedad. Muchos nobles perdieron su poder y con él la capacidad de mantener a estos juglares. La independencia, aunque lo intentó, no fue capaz de restablecer el orden pasado y la modernización obligó a los griots a convertirse en músicos contratados, a los que se alquila para ceremonias básicas, y también a veces a tener que dedicarse a otros oficios.

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(1) VozdaGuinee.com.

(2) Literalmente, en bambara, nyama significa “resto” o “desecho”. Kala es una vara de madera. Implica manejo de la
misma. El término completo alude a la condición de instrumentos o de seres de baja condición.

(3) Montes Nogales, Vicente Enrique (2012): “Los griots: de bardos protectores a narradores desprotegidos. Anales de
Filología Francesa, Nº 20.