Canarias: Cruce de Caminos. Los menores inmigrantes negro-africanos en Canarias hoy (I)

Canarias: Cruce de Caminos. Los menores inmigrantes negro-africanos en Canarias hoy (I)

Escrito por Alejandro M. Abrante García, teólogo especialista en pastoral y misionología y graduado en el Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros.

Introducción

En poco más de treinta años, el archipiélago canario ha dejado de ser tierra de emigrantes para pasar a convertirse en lugar de asentamiento de gentes de orígenes diversos, muy distinto estatus legal y las más variadas motivaciones para emigrar, desde quienes viajan atraídos por las oportunidades de empleo, aunque sea en sectores precarios, hasta los que intentan escapar de la miseria y los conflictos que asolan a sus países. Todo ello hace hoy en día de Canarias un cruce de caminos entre Europa, Latinoamérica y África. La mayoría de los migrantes subsaharianos entran primero en el Magreb por vía terrestre, y como reacción a las patrullas fronterizas que se han intensificado en el estrecho de Gibraltar, se han desplazado cada vez más hacia el sur en dirección al Sahara Occidental con vistas a alcanzar después Canarias.

En esta línea, la reciente llegada de un gran número de inmigrantes subsaharianos y afrodescendientes convierte esta tierra en un nuevo exponente de la realidad de los negro-africanos fuera del África continental (no olvidemos que Canarias se encuentra enclavada geográficamente en África). Junto a este fenómeno de la inmigración subsahariana en general, nos encontramos con un colectivo particular que ha adquirido un significativo protagonismo en Canarias. Se trata del integrado por menores (de entre 14 y 17 años en su mayoría) sin referentes familiares o «no acompañados». Su doble condición de extranjeros y de menores, introduce una complicación añadida en cuanto a su relación con las autoridades competentes en cada materia. Pues a su minoría de edad se le suma la de ser migrantes, en la mayoría de los casos llegados a Canarias de forma irregular y no acompañados por su familia o tutor legal.

Cuando los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado localizan a un extranjero indocumentado, cuya mayoría de edad no puede ser establecida con seguridad, se debe informar de ello al Ministerio Fiscal para que disponga la determinación de ésta. En caso de confirmarse que se trata de un menor y que no está acompañado por un tutor legal o por su familia, pasa a disposición de los servicios de protección de menores, siendo derivados a los CAME (Centros de Acogida de Menores Extranjeros). Por tanto, el procedimiento ante la interceptación de menores extranjeros es diferente al aplicado con los adultos.

Esta circunstancia ha ocasionado en Canarias un desbordamiento de las previsiones y recursos de los Servicios de Protección de Menores, especialmente a partir del año 2006, con la llegada de un importante número de menores no acompañados, en la actualidad alrededor de unos 2500, concentrados en su mayoría en Gran Canaria y Tenerife. Los recursos para esta acogida, pertenecientes a la red de acogida de menores, han quedado desbordados en determinados momentos.

Me centro en esta realidad por varias cuestiones. La primera es que las políticas europeas apuestan sobre todo por el retorno asistido y la reintegración del menor en el país de origen, no en el nuestro. La segunda porque Canarias se caracteriza por ser lugar de tránsito migratorio, es decir de paso, pero en el caso de los menores, el asunto es más complejo. Por lo general, permanecen en las islas hasta su mayoría de edad, momento en el que dejan de estar protegidos y en muchos casos quedan en situación de calle o son asistidos por alguna ONG, entrando en muchos casos en la economía sumergida.

Fuente de la foto: Wikipedia

La tarea de la integración

Un primer problema que se nos plantea consiste en una visión muy reduccionista sobre la integración del inmigrante, que a menudo la equipara a una mera asimilación.
En contraste con esta postura, la integración puede entenderse como la lucha de los inmigrantes para satisfacer múltiples exigencias creadas por las políticas de integración, para conseguir una igualdad de trato con el conjunto de la sociedad. Con este fin, se distingue entre la integración estructural (socioeconómica) y la integración sociocultural.

La primera implica que los inmigrantes accedan en igualdad de condiciones las principales instituciones de la sociedad (educación, mercado de trabajo, sistema político, etc.). Mientras que la segunda se refiere al grado de interacción entre los inmigrantes y los distintos segmentos que conforman la población autóctona, emprendiendo un diálogo sobre las normas, valores y preferencias de la sociedad de acogida (como la igualdad de género, el papel de la religión en la organización de la sociedad, etc.), siendo esta última vertiente de la integración mucho más compleja.

Las políticas segregacionistas han tenido lugar tanto en las sociedades que han experimentado un proceso de diferenciación interna a causa de las migraciones laborales, como en aquellas otras que han sido colonias europeas. Estas políticas se pueden aplicar a través de la restricción o de la concesión de ciertos derechos (los inmigrantes pueden trabajar, pero no votar). Incluso se pueden hacer también distinciones entre los propios migrantes: aquellos que hablan nuestro idioma, aquellos que vienen de la UE, los que lo hacen de las antiguas colonias españolas, o etc.

Fuente de la foto: Wikipedia

A pesar de todos estos problemas, contamos ya con unas cuantas décadas de experiencia en la gestión de la diversidad cultural, sobre la base de modelos pluralistas que reconocen el principio del derecho a la diferencia y apoyan la igualdad social y promueven la gestión de la diversidad: el multiculturalismo y el interculturalismo. Para entender mejor, las diferencias entre ambos conceptos, la multiculturalidad, hace referencia a colectivos de personas pertenecientes a culturas diferenciadas que coexisten en un mismo territorio, pero sin implicar influencia o intercambio entre ellas. El interés que pueda haber por las otras culturas será sobre todo por lo exótico y lo folklórico, ya que no se aboga por la adopción de costumbres ajenas a la propia cultura, lo que puede resultar a la larga empobrecedor. También refuerza lo identitario, visibilizando permanentemente las identidades como elementos diferenciadores y defendiendo la “tolerancia” desde una posición de poder que acepta la diferencia de lo ajeno. Por el contrario, la interculturalidad defiende la interacción entre diferentes culturas en un plano de igualdad. Reconoce y respeta las culturas tanto las ajenas como las propias y defiende la diversidad cultural, las hibridaciones, los mestizajes, las apropiaciones culturales, etc. apostando por el diálogo para la resolución de los posibles conflictos que puedan surgir.

Toda cultura es básicamente pluricultural. Se ha ido conformando, y lo sigue haciendo, a partir de los contactos entre distintas comunidades que aportan sus modos de pensar, sentir y actuar. Evidentemente los intercambios culturales no tendrán todos ellos las mismas características y efectos. Pero es a partir de estos contactos como se produce la hibridación cultural.

Situación de los migrantes en Canarias


En general, la economía canaria reposa sobre el sector servicios y en concreto sobre los derivados del turismo, así como la construcción. Esta situación genera una gran demanda mano de obra poco cualificada. Es un mercado de trabajo que puede estar marcado también por la intensidad en la ocupación hotelera, y en ocasiones también por la estacionalidad, pero en menor medida que en otras regiones españolas, dado el clima moderado que reina en las islas durante todo el año, los empleos en la agricultura intensiva de exportación, casi siempre vinculados a los invernaderos, la construcción y los trabajos de escasa categoría en el terciaria, como comercio, la hostelería, el servicio doméstico, etc.

Fuente de la foto: Wikipedia

Todo ello coincide con la creciente afluencia de personas en situación de irregularidad administrativa y favorece que los irregulares cubran los huecos que deja vacantes la población autóctona, la cual busca habitualmente mejorar su categoría profesional y su situación socioeconómica.
Evidentemente, es éste un patrón que se repite en otros muchos lugares de España y de Europa, pero el hecho de ser la frontera sur de la UE y por la poca capacidad de movilidad que presentan las islas, dado lo reducido de su territorio y el estar rodeadas por el mar, que ejerce de frontera natural, condena a estas personas a situación de todavía mayor vulnerabilidad.

La educación de los niños migrantes


El Estatuto de Autonomía de Canarias reconoce a las personas menores de edad «el derecho a recibir la atención integral necesaria para el desarrollo de su personalidad y su bienestar en el contexto familiar y social», conforme a lo dispuesto en el artículo 13.1 del mismo. Además, el artículo 37.21, de los Principios Rectores reconoce que los poderes públicos canarios asumen como principios rectores de su política, entre otros, la protección jurídica, económica y social de la familia y de las personas menores garantizando los cuidados necesarios para su bienestar.

En cuanto a los procesos de aprendizaje del alumnado de origen africano, a largo plazo resultan más afectados por el esfuerzo adicional que entraña la adquisición de nuevos códigos culturales (costumbres, comunicación, etc.) en perjuicio de los propios, además del añadido del desconocimiento del idioma local. Asimismo, los menores poseen sus estrategias migratorias, plasmadas a través de sus itinerarios de viaje, sus
expectativas y proyectos, que pueden entrar en conflicto con los proyectos educativos de la sociedad receptora.

A ello le añadimos el hecho de que en los centros escolares se trata de educar a los menores con vistas a promover su integración social y laboral, a través del desarrollo de su autonomía personal y social. Ello es lógico pues se trata de menores. Pero en los países de origen, estos menores tienen otra consideración, por lo que sus proyectos, pasan por conseguir, de inmediato, su regulación y un trabajo que les permita enviar dinero a su familia, valorando más la adquisición de una formación práctica a través del aprendizaje de una profesión como alternativa a su futuro que el conocimiento teórico proporcionado por la educación formal. Estas discordancias generan en los menores afectados malestar psicosocial, frustraciones y desmotivaciones.

Existen algunos estudios que plantean que, en el caso de los menores inmigrantes con una edad próxima a los dieciséis años y presenten notorias carencias educativas, que pongan en duda la efectividad de cualquier proyecto formativo que pretenda integrarlos en el sistema educativo normalizado, se procure incluirlos en programas de garantía social orientados hacia una futura inserción laboral. También se aconseja que los que tengan más de dieciséis años y estén ya, por tanto, en edad laboral, sean orientados hacia aquellos recursos dedicados a la inserción laboral de jóvenes, tales como escuelas taller o cursos del INEM, o a través de convenios entre las distintas administraciones.