08 Oct LAS DANZAS DE LOS PUEBLOS MANDÉ (III). MENDIANI, LAMBAN, KASSA Y DJOLE
Escrito por Tania Veiga, especialista en danzas africanas y alumna del Curso Cultura y pensamiento de los pueblos negros
En esta última entrega presentaré otras cuatro danzas mandé: Mendiani, para la iniciación de las niñas, Lamban. para homenajear a los djelis, Kassa, vinculada a la agricultura y Djole como danza de máscaras.
Mendiani
Mendiani es otro ritmo también muy extendido, que podemos encontrar fácilmente, si viajamos a Guinea y que podemos escuchar en otros espacios mandé, como entre los bambara de Mali.
Según algunas fuentes, Mendiani es el equivalente a Soko, pero para las niñas. Por tanto, es un ritmo y danza relacionado con la iniciación femenina y con la mutilación genital que todavía practican algunos pueblos mandé. Según otras fuentes, la mejor bailarina de la aldea será reconocida y nombrada como Mendiani (Manjani, Mandjani).
Parece que esta palabra también puede designar al traje con el que se visten las jóvenes vírgenes, como símbolo de pureza.
El ritual que posibilita el tránsito de una etapa vital a otra no se celebra todos los años. De ahí que no esté establecida una edad concreta para este cambio. Si este año se realiza Mendiani y tienes entre 8 y 12 años, es probable que te toque dar el salto.
Las niñas de esas edades que experimentarán el paso a la “madurez” son instruidas por una Mandiani ya anciana, la poseedora del saber. Esas enseñanzas constan de consejos y orientaciones para la vida adulta, sobre su rol social en cuanto mujeres y contempla en algunos casos la ablación.
En el curso de todas estas enseñanzas y de toda la iniciación está presente también la danza. Las niñas deben aprender los movimientos que ejecutarán en su momento ante toda la aldea. Es Mendiani. Mientras aprenden, la anciana que las instruye decidirá cuál es la mejor bailarina de todas ellas. Así, el día de la fiesta, el día para bailar Mendiani ante toda la aldea, la mejor bailarina danzará. Primero, ella en solitario y luego lo hará ya el grupo completo.
Los días para bailar– celebrar Mendiani, las niñas son llamadas a la casa de la Mendiani anciana para preparase, para vestirse adecuadamente con un bubú (un vestido largo y ancho, de mangas largas) y ponerse una máscara. Los chicos del pueblo son los que irán a buscar a las niñas y las llevarán sobre sus hombros hasta el centro del pueblo, aldea o barrio. Ellas portarán las máscaras hasta su llegada. Una vez que los djelis comiencen a cantar Mendiani, los tambores acompañarán con el ritmo y comenzará el baile, el cual podrá prolongarse durante horas.
Las máscaras que cubren sus rostros hasta cierto momento podrían entrañar un simbolismo acerca de la persona que se queda atrás y la nueva adulta que hace ahora su aparición en sociedad. Los bubús normalmente son unos vestidos que se utilizan en ocasiones especiales y denotan elegancia. Normalmente las niñas no visten bubús, ni tampoco lo hacen las personas adultas en su día a día. Por ello, esta vestimenta, puede ser también un símbolo del reconocimiento en sociedad otorgado a estas nuevas mujeres.
Según el contenido de algunos cantos recogidos, parece que el pueblo valorará la agilidad, rapidez y fuerza de las bailarinas. En los movimientos de Mendiani hay bastantes saltos, lo cual, desde mi punto de vista, es propio de las personas jóvenes y muestra su vitalidad. Aunque el momento Mendiani es de mucha responsabilidad y relevancia para las niñas, no se ve en los movimientos de danza estética alguna que revele la solemnidad de este ritual. Son más bien movimientos de alegría.
En todo caso, lejos de interpretaciones con mayor o menor fundamento, lo que queda claro al conocer la existencia de Mendiani es que es la iniciación es un momento también importante para las mujeres, es un acto social, lleva acompañado un aprendizaje, unas enseñanzas y un reconocimiento social.
Esto último, el reconocimiento, es importante para que ese cambio que podría ser muy traumático para algunas personas, se transforme (no quiero decir que para todas las participantes) en una fiesta y que la alegría compense los dolores padecidos y las responsabilidades que se les vienen encima.
Aquí unas muestras de Mendiani, en una aldea y sobre escenario.
Sandja, Lamban, Djelidon
Sandja, Lamban y Djelidon son el mismo ritmo, tal y como es denominado en Guinea, Mali y Burkina Faso respectivamente. Hay una diferencia rítmica entre Lamban y Sandja, pero podemos decir que son casi lo mismo.
Las referencias apuntan a que éste es uno de los ritmos mandé más antiguos, vinculado al origen del Imperio de Mali. Así, en relación con Lamban existen canciones que hablan de Sundjata Keita, el fundador de este Imperio. Hoy conocemos cuál fue la extensión del mismo y, a partir del conocimiento que nos ofrece esta danza, podemos corroborarlo: desde Guinea hasta Malí, pasando por Burkina Faso.
Quizá no todos los ritmos estén representados en este antiguo territorio imperial, pero este ritmo sí lo está, lo cual podría deberse a su significado e importancia. En su origen, Lamban procede de los djelis, para su divertimento. Posteriormente se ha convertido en un ritmo para homenajear a estas personas. Conocer Lamban, Sandja o Djelidon es conocer la relevancia de estas personas; el hecho de que posean un ritmo propio nos revela la importancia que tuvieron y tienen todavía estas personas entre los pueblos mandé.
Los djelis han encarnado en un sólo oficio la labor de consejeros de Estado, diplomáticos, historiadores y artistas de la palabra recitada, del canto y de la música.
Normalmente, las familias que tradicionalmente están vinculadas a ciertos instrumentos, como la kora o el balafón, son familias de djelis.
Cada rey tenía su consejero real que era un djeli. Un compañero permanente, testigo de todos los dilemas, peticiones y decisiones que tuviese que adoptar su señor. Un buen consejero, pues conociendo la historia de su pueblo, de sus antepasados, podía encontrar precedentes para tomar decisiones más acertadas o para recordar los preceptos de su cultura.
Los djelis han sido también diplomáticos enviados en ocasiones para lidiar con otros soberanos, negociar y procurar decantar la balanza a favor de su rey. Como buenos oradores, quizá fuesen las personas más diestras para convencer a sus rivales y así evitar entrar en batalla o alcanzar los acuerdos más favorables. Es de destacar que en tiempos de guerra, los djelis no podían ser hechos prisioneros.
Los djelis son así mismo guardianes de la historia y de la palabra. En una cultura de tradición oral, son una fuente muy valiosa de consulta para los historiadores. Cierto es que en sus narraciones se mezclan hechos históricos y míticos y que no se podrán considerar neutros a la hora de narrar ciertos acontecimientos. Con todo, gracias a los djelis, se han obtenido informaciones muy valiosas acerca de la historia del oeste del Sahel.
Los djelis transmiten la historia de su pueblo y con más detalle, la de sus grandes familias. Conocen la historia transmitida de generación en generación a la que van sumando los nuevos hechos. Esto permite que una persona conozca su propia historia, cuáles han sido los personajes más relevantes en su familia, qué hazañas han llevado a cabo. Por ello, las familias deben invitar a los djelis a sus celebraciones, tanto para que narren las hazañas y así las conozcan los más jóvenes, como para que puedan seguir incorporando nuevos eventos a su memoria.
Hoy día, algunos djelis son llamados para esta labor y de esta manera reciben unos ingresos extra, puesto que las familias van soltando su dinero en función del ensalzamiento del que se les hace objeto. Como contrapartida, debido a que los djelis pueden conocer los sinsabores que toda familia vive, son tan temidos como respetados y hay que tenerlos contentos con unos buenos pagos, a fin de que no difundan aquello que la familia no quiere que se airee.
Los djelis están vinculados a la música íntimamente y a algunos instrumentos en particular. Forma parte de su patrimonio familiar el hecho de ser virtuoso con un instrumento o con la voz. Ejemplos de djelis que se han profesionalizado como músicos serían Sonna Jobarteh o Toumani Diabaté.
Para saber más sobre los djelis os remito a este artículo y a este otro de la compañera Judit Torrent.
¿Y cómo se baila Lamban?
Desde mi punto de vista, Lamban contiene unos movimientos específicos que lo identifican bastante bien, que son exclusivos de esta danza y muestran ciertas peculiaridades. Es difícil caracterizar un movimiento, pero si tuviese que describirlo con un sólo adjetivo diría: elegancia. Ver un lamban o bailarlo es acercarse a la dignidad, a una dignidad interna. Lamban reluce por su elegancia, ya desde las ropas que suelen utilizarse,
los bubús. Los gestos son solemnes, incluso cuando la danza alcanza ritmos frenéticos. Hay mucho uso de los brazos en forma de, lo que a mí me parecen, reverencias. Así que, acercarse a Lamban, Sandja o Djelidon es acercarse también a la historia de los pueblos mandé, a su dignidad y a la importancia social de los djelis.
En este vídeo vemos les Ballets Africains en 1968 y en este otro un Lamban bailado en una aldea
Kassa
Kassa es el nombre de un ritmo y su danza. Kassa a su vez designa tanto al granero en el que se guardan las semillas, como a los agricultores, como a todo el proceso relacionado con las labores del campo, desde su preparación y su cultivo, hasta las fiestas ligadas a la conclusión de las labores agrícolas. Lo situamos originariamente entre los malinkés de Guinea, en la región nororiental de Kurussu. Coherentemente, Kassa es un
ritmo relacionado con la agricultura y con la fertilidad de la tierra. Kassa es un ritmo, pero en todo el proceso de Kassa, suenan también otros ritmos. como Dibon, Soro, Soma Kassa o Kondon; algunos de ellos son ritmos dunumba, de los que ya he hablado en una entrega anterior.
La información que hay al respecto nos permite ponernos en contexto. Imaginemos que llega la temporada de sembrar los campos. Es habitual que las tierras de cultivo se encuentren alejadas a varios kilómetros de la aldea. Entonces habrá que instalarse cerca de las tierras de cultivo los días que sea necesario hasta que la tarea quede concluida. Todos saben que es el momento de Kassa cuando suena la llamada colectiva que anuncia el inicio de las labores del campo. El jefe de la aldea o de una familia reúne a las personas con capacidad de trabajo y allá van todos. El trabajo se divide: los hombres se dedicarán a la tierra y las mujeres a cocinar y mantener las viviendas provisionales. Durante las labores la música suena y aviva las fuerzas, insufla ánimos y coordina el trabajo. Y si quedan todavía fuerzas al finalizar la jornada, los tambores seguirán amenizando la velada y bailarán.
Cuando el campo ya está trabajado, se puede finalizar con una fiesta mayor en la que se baila, se canta, se bebe, se come… Una buena fiesta.
De Kassa aprendemos que la agricultura es una labor muy importante para los pueblos mandé, ya que poseen ritmos y danzas relacionados con ella. Sabemos también que en origen, tanto los tambores como los sonidos y las danzas fueron utilizados para comunicarse con las divinidades y solicitar la ayuda de los espíritus de la naturaleza para obtener una buena y abundante cosecha. Kassa podría ser una reminiscencia de todo ello.
Aprendemos de los pueblos mandé que la música puede insuflar las energías y ánimos necesarios para enfrentarse a las tareas difíciles y que el trabajo duro se puede combinar con la diversión. Aun cansados, estos pueblos bailan, pues el baile renueva la energía del cuerpo y del espíritu, permite la distensión, favorece (si se busca la comunicación con las divinidades) las cosechas y cohesiona a la comunidad. Imaginemos cuánto cambiaría el trabajo sin la música, cuán diferente sería que cada uno se fuese para su casa después del trabajo.
Bastantes movimientos que encontramos específicamente en el ritmo Kassa, o al menos los que yo he bailado, son miméticos y emulan los actos de sembrar, cosechar o transportar el grano. Los movimientos que no replican tareas agrícolas, al menos no de una manera tan obvia, pueden estar haciendo referencia al llamamiento u honra de las divinidades tanto de la tierra como del cielo.
Al menos aquí tenemos documentación sobre este proceso y en este vídeo se puede ver la danza para Kassa.
Djole
Djole es un ritmo originario del sur de Guinea y norte de Costa de Marfil, de los Temne. En origen, esta danza se bailaba con máscaras y se acompañaba por unos instrumentos, los siko, que se han substituido hoy día por djembes y dundúns. Cuando fdhablamos de máscaras, no nos referimos únicamente a una careta, si no a un traje completo y todas sus ornamentaciones.
En Costa de Marfil, las danzas con máscaras son muy comunes. De hecho, existen sociedades secretas que son las que gestionan el uso de estas máscaras, las que organizan sus ceremonias y seleccionan a los nuevos integrantes. Las máscaras deben ser bien entendidas en este contexto pues no se trata únicamente de vestirse de una determinada manera. Normalmente la máscara es la representación de algún espíritu, antepasado o divinidad; la persona que porta la máscara es “poseída” por ese ente y transforma su personalidad, lo que se demuestra en la danza. Aunque pueda haber casos en los que esto no ocurra así forzosamente, esta concepción se puede observar también en las culturas del Golfo de Guinea, como los ashanti, los fon o los yoruba.
Costa de Marfil es un espacio particular, puesto que allí confluyen las culturas de los pueblos mandé y las del Golfo de Guinea. Quizá de esta hibridación provenga Djole, ya que no he encontrado muchas danzas de máscaras entre los pueblos mandé y mucho menos las he visto en su contexto original. Djole tiene posiblemente el valor de representar una danza sagrada o ceremonial, aunque hoy día se baile fuera de contexto. Djole es un ritmo que suena alegre, podría ser la base de una samba, por ejemplo.
En cuanto a la danza, lo más característico para mí es que su foco se desplaza hacia la cadera, aunque se mueva todo el cuerpo. Lo curioso es que siendo lo predominante la cadera, quienes debían bailar bajo las máscaras eran hombres y las máscaras representan a mujeres. De este modo, son hombres los que bailan tapados por entero, simulando ser mujeres.
Volvemos a encontrar aquí la dualidad femenino–masculino de la que ya hablé al ocuparme de Yankadi–Macuru, así que no volveré a repetirme. Pero cierto es que en Djole, esta dualidad se dibuja de otra manera; es un tanto transgénero: personas con sexo masculino transforman su apariencia, a través del movimiento, hacia lo femenino. Si en Yankadi lo femenino queda ligado a la lentitud, en Djole no, puesto que esta es una danza bastante frenética.
¿Qué puede significar una danza hecha por hombres para simular ser mujeres?
Podría ser un juego de tipo carnavalesco, una oportunidad simplemente de pasárselo bien.
Sólo que si consideramos que en origen Djole es una danza sagrada, no parece muy plausible. Entonces, ésta podría ser una danza para una divinidad que necesite ambos polos encarnados en un mismo cuerpo. Quizá sea una divinidad femenina y, como tradicionalmente las sociedades de máscaras son sociedades de hombres, no queda más opción que el que sea un hombre el que acoja a esa entidad femenina dentro de sí.
Aquí una muestra de Djole con máscaras y tocados con sikos, en escenario.
Aquí un Djole en un contexto urbano.